viernes, 21 de agosto de 2015
domingo, 9 de agosto de 2015
miércoles, 5 de agosto de 2015
Profecía cumplida Daniel capítulo 8 - Visión del carnero y del macho cabrío
8 En el año tercero del reinado del rey Belsasar me apareció una visión a mí, Daniel, después de aquella que me había aparecido antes.
2 Vi en visión; y cuando la vi, yo estaba en Susa, que es la capital del reino en la provincia de Elam; vi, pues, en visión, estando junto al río Ulai.
3 Alcé los ojos y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del río, y tenía dos cuernos; y aunque los cuernos eran altos, uno era más alto que el otro; y el más alto creció después.
4 Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapase de su poder; y hacía conforme a su voluntad, y se engrandecía.
5 Mientras yo consideraba esto, he aquí un macho cabrío venía del lado del poniente sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos.
6 Y vino hasta el carnero de dos cuernos, que yo había visto en la ribera del río, y corrió contra él con la furia de su fuerza.
7 Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra él y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó, y no hubo quien librase al carnero de su poder.
8 Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo.
9 Y de uno de ellos salió un cuerno pequeño, que creció mucho al sur, y al oriente, y hacia la tierra gloriosa.
10 Y se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó.
11 Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos, y por él fue quitado el continuo sacrificio, y el lugar de su santuario fue echado por tierra.
12 Y a causa de la prevaricación le fue entregado el ejército junto con el continuo sacrificio; y echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó.
13 Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?
14 Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado.
15 Y aconteció que mientras yo Daniel consideraba la visión y procuraba comprenderla, he aquí se puso delante de mí uno con apariencia de hombre.
16 Y oí una voz de hombre entre las riberas del Ulai, que gritó y dijo: Gabriel, enseña a éste la visión.
17 Vino luego cerca de donde yo estaba; y con su venida me asombré, y me postré sobre mi rostro. Pero él me dijo: Entiende, hijo de hombre, porque la visión es para el tiempo del fin.
18 Mientras él hablaba conmigo, caí dormido en tierra sobre mi rostro; y él me tocó, y me hizo estar en pie.
19 Y dijo: He aquí yo te enseñaré lo que ha de venir al fin de la ira; porque eso es para el tiempo del fin.
20 En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia.
21 El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero.
22 Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él.
23 Y al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro y entendido en enigmas.
24 Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y prosperará, y hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos.
25 Con su sagacidad hará prosperar el engaño en su mano; y en su corazón se engrandecerá, y sin aviso destruirá a muchos; y se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será quebrantado, aunque no por mano humana.
26 La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días.
27 Y yo Daniel quedé quebrantado, y estuve enfermo algunos días, y cuando convalecí, atendí los negocios del rey; pero estaba espantado a causa de la visión, y no la entendía.
Reina-Valera 1960 (RVR1960)
Copyright © 1960 by American Bible Society
Daniel capítulo 8 ha sido tema de estudio y debate por los que anhelan el conoceimiento profundo de las escrituras, a continuación les presento una posición personal sobre esta profecía, antes de empezar con la lectura cclaro que no demando aceptación ni infabilidad del material escrito.
v 1-2 En el año tercero del reinado del rey Belsasar me apareció una visión a mí, Daniel, después de aquella que me había aparecido antes. Vi en visión; y cuando la vi, yo estaba en Susa, que es la capital del reino en la provincia de Elam; vi, pues, en visión, estando junto al río Ulai.
En el año tercero del reinado del rey Belsasar, Esto sucedió cuando Babilonia estaba asegurada en el poder. aunque la visión con el surgimiento y destino del Imperio Griego, el Imperio Griego no era nada en el momento que la profecía llegó a Daniel.
V 3-4 Alcé los ojos y miré, y he aquí un carnero que estaba delante del río, y tenía dos cuernos; y aunque los cuernos eran altos, uno era más alto que el otro; y el más alto creció después. Vi que el carnero hería con los cuernos al poniente, al norte y al sur, y que ninguna bestia podía parar delante de él, ni había quien escapase de su poder; y hacía conforme a su voluntad, y se engrandecía.
El versículo 20 nos da la reespuesta acerca de este carnero - V.20 En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia.
Los orígenes del Imperio Medo
Las dos tribus arias más importantes que se asentaron en la llanura irania fueron los medos y los persas. En los siglos en los que dichos asentamientos tuvieron lugar, todos los pueblos de Asia Menor estaban dominados por los asirios, cuyo ejército se tenía por invencible y que mantuvo bajo su yugo a todos los pueblos que vivían entre Armenia y Egipto. El primer gran caudillo militar de los medos fue Aquemenes, que durante el primer tercio del siglo VII a.C. contribuyó a resquebrajar la formidable reputación del imperio asirio obteniendo varias victorias que colocaron a su linaje, los Aqueménidas, en una envidiable situación a la hora del gobierno de las tribus iranias.
El siguiente soberano medo que conocemos es Ciaxares, el cual fue responsable directo de la caída del imperio asirio y puso las bases del poderío medo en Asia Menor: en el 612 a. C. los medos, en alianza con los caldeos, destruyeron Nínive, la capital del imperio asirio. Dos años más tarde (610 a. C.), la victoria de Ciaxares en la batalla de Harran ponía fin al último reducto asirio: el reino de Ashshurubalt. Ciaxares continuó la expansión meda hacia el norte de Mesopotamia, llegando a alcanzar Capadocia y a enfrentarse con los lidios. Mediante acuerdos con éstos, quedó establecido el río Halys (situado en la parte oriental de la meseta de Anatolia) como frontera entre Lidia y Media. Como conclusión, podemos afirmar que, a la muerte de Ciaxares (585 a. C.), el imperio medo quedó convertido en el mayor poder existente en Asia Menor.
El Imperio persa en el siglo V a.C. estaba denostado por culpa de las luchas internas. El caos gubernativo en el que se hallaban los persas fue presa fácil para el gran conquistador de la Antigüedad: Alejandro Magno. El soberano persa Darío III nada pudo hacer ante la imponente maquinaria bélica dirigida por el macedonio, que anexionó todo el Imperio a sus dominios en el 330 a.C.
V 5-8 Mientras yo consideraba esto, he aquí un macho cabrío venía del lado del poniente sobre la faz de toda la tierra, sin tocar tierra; y aquel macho cabrío tenía un cuerno notable entre sus ojos. Y vino hasta el carnero de dos cuernos, que yo había visto en la ribera del río, y corrió contra él con la furia de su fuerza. Y lo vi que llegó junto al carnero, y se levantó contra él y lo hirió, y le quebró sus dos cuernos, y el carnero no tenía fuerzas para pararse delante de él; lo derribó, por tanto, en tierra, y lo pisoteó, y no hubo quien librase al carnero de su poder. Y el macho cabrío se engrandeció sobremanera; pero estando en su mayor fuerza, aquel gran cuerno fue quebrado, y en su lugar salieron otros cuatro cuernos notables hacia los cuatro vientos del cielo.
Estos cuatro versículos hablan del surgimiento del Ímperio griego y del Alejandro Magno como el cuerno notable. El versiculo 8 habla de que cuando el cuerno estaba en su vigor fue quebrado, esto lo relata la historia sobre que Alejandro a los 33 años y luego de haber conquistado todo el mundo conocido para su época murió. Luego el relato eprofético habla de que este cuerno se dividió hacia los 4 puntos del cielo. Esto se refiere a que el ímperio alejndrino se dividió en 4 monarquías luego de la muerte de Alejandro. ACÁ LES COMPARTO UNA REFERENCIA DE ESTOS HECHOS.
Alejandro Magno y la conquista del nuevo mundo
Alejandro III nace en julio o en agosto del año 356 a.C. en la capital macedonia, Pella, en el norte de Grecia. Su madre, Olimpia, una princesa del reino de Molosia que afirma descender del héroe mitológico Aquiles, adora a su hijo. Su padre, que cuenta entre sus antepasados al legendario semidiós Heracles, procura al inteligente príncipe la educación más exquisita.
La conquista del Imperio persa por parte de Alejandro fue mucho más que un simple episodio bélico entre griegos y persas. Ya fuera por la magnitud de la empresa, ya por su éxito, el mundo antiguo no volvió a ser igual después de esos diez años de campañas ininterrumpidas de los macedonios y sus aliados por Oriente. Las razones de Alejandro para llevar a cabo una campaña de tal envergadura y dificultad nos son desconocidas. Él mismo arguyó su deseo de vengar las invasiones persas de más de un siglo antes, aunque no hay duda de que, en parte, existía la voluntad de unir las heterogéneas ciudades-estado griegas, antes enfrentadas a Macedonia y entonces bajo su dominio, en una empresa común que aunase esfuerzos y evitase disidencias. Se trataría de buscar un enemigo exterior para evitar que se acabase pensando que el verdadero enemigo era la monarquía macedonia.
Alejandro Magno
Con un ejército compuesto por unos cuarenta mil hombres y el firme propósito de liberar las ciudades griegas sometidas por los persas, Alejandro atravesó el Helesponto en la primavera de 334 a.C., iniciando su marcha contra el Imperio persa y dejando su reino en manos de Antípatro. Precisamente la composición de su ejército, unida a su indiscutible talento como estratega y a la hábil elección de hombres capacitados y de confianza como generales, constituyó la clave de sus victorias.
Ya en la configuración de su primer ejército se reunía un conjunto equilibrado de efectivos con armas diferentes. Este conjunto lo constituían la infantería pesada, integrada por contingentes griegos enviados por la Liga de Corinto y por mercenarios; la falange macedonia de armamento pesado, con la característicasarissa (lanza de unos cinco metros de longitud); la infantería ligera, compuesta por macedonios, tracios y peonios dotados de jabalina; el cuerpo de arqueros cretenses; y, ocupando una posición relevante, la caballería pesada macedonia, principal cuerpo de choque de su ejército, apoyados por la caballería ligera de tesalios y tracios.
Falange macedonia
Cuando arribó a tierras asiáticas, Alejandro inauguró una serie de acciones rebosantes de carga simbólica e ideológica, como su visita a la tumba del mítico Aquiles en Troya. Casi de inmediato se enfrentó a las tropas persas, que eran superiores en número, junto al río Gránico, obteniendo una rotunda victoria y enviando a Atenas trescientas armaduras de los vencidos como ofrenda a la diosa Atenea.
Esta primera victoria no sólo asestaba un duro golpe al Imperio persa, sino que validaba el poder y las fuerzas de Alejandro y consolidaba su posición frente a los griegos. Nada podía detener ya su avance hacia las ciudades griegas de la costa de Asia Menor, que se concretó en la toma de Sardes y Éfeso, y en una fácil neutralización de la resistencia ofrecida por Mileto y Halicarnaso, animada por el rodio Memnón, aliado de los persas. Ante estas ciudades se presentó como libertador, instaurando sistemas pretendidamente democráticos, si bien bajo su control.
En su marcha hacia el interior, por Licia y Panfilia, llegó a Gordión en Frigia, donde se hallaba el célebre nudo que, según la leyenda, otorgaría el dominio de Asia a aquel que fuera capaz de deshacerlo. Alejandro lo resolvió cortándolo con un golpe de espada, incorporando otro acto repleto de simbolismo a sus acciones de confirmación y alarde de su poder y de legitimación de sus ambiciones. A través de Capadocia dirigió su ejército hacia Siria, alcanzando en la región de Cilicia la ciudad de Tarso, donde se vio retenido por una grave enfermedad. Pero apenas se hubo restablecido continuó con la conquista de las ciudades próximas, como Solos y Malos.
Siria, Palestina y Egipto
Encaminándose hacia el norte de Siria, en el otoño del año 333 a.C. llegó a enfrentarse con el propio rey aqueménida, Darío III, en Issos. En esta batalla infligió una nueva derrota a las tropas persas, obligando al gran rey a retirarse más allá del Éufrates y quedando a su merced el campamento en el que se encontraba la familia real: la esposa, los hijos y la madre de Darío.
Las conquistas de Alejandro Magno
Comenzó así una nueva etapa en la que consolidó su control en Asia Menor (en cuyas costas sucumbieron los últimos focos de resistencia persa), mientras las islas del Egeo eran liberadas por la flota macedonia, y abrió nuevas posibilidades de conquista en la región siriopalestina, cerrando las salidas al mar del Imperio persa. Al mismo tiempo lograba acallar las voces de determinados sectores griegos que aún se alzaban en su contra.
Las ciudades fenicias de la costa, desde Arados a Sidón, se entregaron sin presentar oposición alguna ante el irrefrenable avance del macedonio. Simultáneamente, Alejandro rehusaba las ventajosas propuestas de Darío III, que le ofrecía los territorios asiáticos al otro lado del Éufrates, así como una de sus hijas en matrimonio y diez mil talentos, a cambio de la paz y de la liberación de su familia (cuyos integrantes sí que restituyó al rey persa). Empeñado en su campaña de conquista, llegó ante las puertas de la ciudad de Tiro, cuya larga resistencia se reveló inútil, siendo castigada su población de forma ejemplar, al igual que la de Gaza. En el invierno del año 332 a.C. había culminado ya la conquista de Palestina y se dirigía hacia Egipto.
El asedio de Tiro
Ante la población egipcia, Alejandro se convirtió en el auténtico artífice de su liberación del yugo aqueménida; por ello, al alcanzar el delta del Nilo, no encontró demasiadas dificultades para vencer al sátrapa persa, aislado y sin el apoyo del pueblo egipcio. A su llegada a Menfis fue aclamado como libertador e investido con el poder y la corona del faraón. Precisamente, una de sus primeras medidas fue la fundación de una ciudad en el delta del Nilo, a la que dio su propio nombre, Alejandría. Después se dirigió a través del desierto hasta el santuario oracular de Amón, en el oasis de Siwa, donde fue proclamado por los sacerdotes como "hijo de Amón", dios ya identificado con Zeus por los griegos. Con ello consolidaba su propia ascendencia divina, como descendiente de la dinastía argéada, que se remontaba a Heracles y, por ende, al propio Zeus.
Mesopotamia, Persia y Media
Alejandro no se demoró mucho tiempo en Egipto, sino que retrocedió sobre sus pasos para llegar a las costas fenicias, desde donde partió hacia Mesopotamia en el verano del año 331 a.C. Habiendo dejado atrás el río Éufrates y después de atravesar el Tigris, se encontró en Gaugamela con el ejército de Darío, quien había renovado sin éxito su propuesta de paz. La victoria en esta batalla resultó decisiva, pues la retirada desordenada de los persas y la huida del rey dejaron indefensos muchos de los centros vitales del Imperio persa. Babilonia fue fácilmente sometida y Alejandro se apoderó del magnífico tesoro real; en Persia sucumbieron una tras otra las ciudades de Susa, Persépolis (donde incendió el palacio real) y Pasargada.
La batalla de Gaugamela(óleo de Jan Brueghel el Viejo)
Los continuos éxitos de Alejandro se vieron transitoriamente ensombrecidos por la sublevación de Esparta, secundada por otras ciudades antimacedonias, que fue finalmente reprimida por Antípatro. En la primavera del año 330 a.C., Alejandro reemprendió la marcha en pos de Darío hacia Media. Al llegar a Ecbatana, el persa se había escabullido de nuevo, refugiándose en Bactriana. Antes de reanudar la persecución, Alejandro decidió reorganizar sus tropas, relevando a los efectivos griegos (recompensados con magnanimidad) y encomendando al macedonio Harpalo la custodia de las ingentes riquezas obtenidas en los botines.
En su enconado acoso al rey persa se adentró en la región del nordeste, atravesando las Puertas Caspias. Entre tanto, Darío había sido derrocado por Beso, el sátrapa de Bactriana, quien ante el avance de Alejandro ordenó dar muerte a Darío, proclamándose soberano él mismo con el nombre de Artajerjes. Habida cuenta de la inesperada forma en que se habían precipitado los acontecimientos y se había transformado la situación en ese verano del año 330 a.C., no resulta extraño que Alejandro se hiciera cargo de los restos de su difunto enemigo, ordenando su sepultura en la tumba real de Persépolis. Con este aparente gesto de benevolencia subrayaba en realidad su condición de legítimo sucesor de Darío III. Como tal, debía acabar con el usurpador del trono y conquistar los territorios orientales del Imperio persa.
De Partia a la India
En la región sudoriental del mar Caspio y en el área irania fueron sometidos diversos pueblos, así como los territorios de Partia. Marchó entonces Alejandro hacia Oriente, conquistando sucesivamente Aria, Drangiana y Aracosia, donde se detuvo en la primavera del año 329 a.C. antes de atravesar el Paropámiso y la cordillera del Hindu Kush. Sin que las imponentes alturas supusieran un obstáculo, llegó a Bactriana, el refugio del usurpador, que, sin embargo, se había dado a la fuga. Siguiéndole con tenaz empeño por el territorio de Sogdiana, Beso fue finalmente capturado y ejecutado.
Infatigable en su afán de conquista, Alejandro continuó con su ejército en Sogdiana, tomando la capital, Maracanda (Samarcanda). Una revuelta surgida en esta ciudad, encabezada por Espitámenes, fue sofocada con prontitud, con la consiguiente muerte del insurrecto. Se alcanzaba así el límite del Imperio persa en el río Yaxartes. Sin embargo, la búsqueda de un confín natural explica su posterior campaña en la India, en la región del río Indo, concretamente en la conocida como de los "cinco ríos" (Punjab).
Relieve del sarcófago de Alejandro Magno
En la primavera del año 326 a.C., llegó a las riberas del Indo, granjeándose pronto el apoyo del rey Taxiles y de otros príncipes de la región del río Hidaspes, incluso en su enfrentamiento con el rey Poros, que dominaba la región que quedaba comprendida entre el Hidaspes y el río Acesines. Finalmente alcanzó el río Hifasis, el más oriental de todos, obteniendo de esta forma la sumisión de la región. Disuadido, ante la negativa del ejército, de seguir avanzando hacia el este, y tras convertir este curso fluvial en el límite oriental del imperio, emprendió el regreso.
En la región del Hidaspes, donde se detuvo el ejército en el invierno de 325 a.C. para construir una flota, se produjo el enfrentamiento con los malios, en el que Alejandro resultó gravemente herido por una flecha. En el verano del mismo año se emprendió el retorno, dividiendo el ejército con el fin de seguir un doble itinerario, uno por tierra, a lo largo de la costa y bajo el mando de Alejandro, y otro por mar, con la flota construida para la expedición a través del océano Índico y del golfo Pérsico, dirigido por Nearco.
En el itinerario seguido por Alejandro, destaca su enconado empeño de atravesar el desierto de Gedrosia (Beluchistán), emulando al propio Ciro, pero con un elevado coste en vidas entre las filas de su ejército. En la primavera del año 324 a.C. llegaba a Susa, dirigiéndose durante el verano a la ciudad de Opis y llegando en el invierno del mismo año, por fin, a Babilonia, convertida en capital de su efímero imperio. Desde allí se afanaba en sus planes para preparar una amplia expedición de conquista a Arabia, que quedó truncada por su prematura muerte el 13 de junio del año 323 a.C., provocada por la fiebre, acaso originada por anteriores y crónicas afecciones nunca curadas.
LA SUCESIÓN DE ALEJANDRO Y LOS REINOS HELENÍSTICOS
Se cuenta que, a la pregunta hecha a Alejandro, antes de su muerte, sobre la sucesión del Imperio, respondió que lo dejaba "al más digno"; y se asegura igualmente que una de sus últimas frases fue que "sus funerales serían sangrientos". Los generales de Alejandro, en número de 34, se distribuyeron las satrapías del gran imperio, pero sus contrapuestas ambiciones determinaron una solución de compromiso, según la cual, quedó nombrado regente del Imperio un hermanastro de Alejandro, llamado Filipo Arrideo, hasta que llegara a mayor de edad el hijo del gran caudillo, cuyo nacimiento era inminente. Nació, en efecto, el único hijo de Alejandro, que recibió el mismo nombre y fue nombrado corregente hasta su mayoría de edad. Pero entre los generales -los llamados "diádocos" (sucesores o herederos)- pronto surgieron conflictos.
El papel más difícil correspondió, al principio, a Antípater, porque los griegos tomaron la muerte de Alejandro como señal de liberación, y dirigidos por Atenas intentaron la vuelta al particularismo. La reacción fue tan intensa en la gran ciudad ática que movió, como ya se dijo, a Aristóteles a buscar la salvación en Calcis donde murió al año siguiente de la muerte de Alejandro. En este mismo año 322 a. J. C. Antípater destrozaba a las ciudades confederadas en Crannón y Demóstenes, desesperando de conseguir la independencia de Atenas, se suicidaba.En 321 murieron Pérdicas y Crátero, Antípater ocupó su lugar, como más calificado general, pero dos años después moría también el viejo militar con lo que aumentaron las complicaciones, ya que el regente Filipo Arrideo murió asesinado juntamente con su esposa Eurídice. Antígono se alzó entonces con lo poco que quedaba del poder central y habiéndose apoderado del tesoro real, aspiró al mando único. Esta tentativa de unidad produjo la reacción de los demás generales que se coaligaron contra él dando comienzo a una larga y confusa lucha que duró casi medio siglo, hasta el año 281 a. J. C. en que murió el último general de Alejandro, Seleuco, el postrero de los diádocos. Episodio importante de esta lucha fue la batalla de Pisos, en Frigia, el año 301 antes de Jesucristo, en la que Seleuco y Lisímaco vencieron y mataron a Antígono, lo que dio paso a una primera división del imperio de Alejandro en cuatro reinos. Casandro se apoderó de Macedonia y Grecia muriendo cuatro años más tarde y siendo arrojados sus hijos del trono por Demetrio Poliorcetes, hijo de Antígono, que estableció en aquel país la dinastía llamada de los Antigónidas.
Seleuco originó otra dinastía llamada de los Seléucidas, a quien correspondió el mayor lote del formidable imperio alejandrino: un vasto territorio constituido por veinte naciones distintas en raza, lengua y religión que sumaban más de 30 millones de habitantes. Egipto, desde el año 306 a. J.C. constituyó un reino separado bajo el mando de otro "diádocos", Ptolomeo Lagos, fundador de la dinastía de los Lágidas, la cual rigió durante casi tres siglos el país hasta la dominación romana.Si la época de los diádocos fue turbulenta, no lo fue menos la llamada de los "epígonos" (los nacidos después), es decir, los sucesores de los generales compañeros de Alejandro que se habían repartido su imperio. El más estable fue el de Egipto. Alejandría, su capital, fue una de las columnas más firmes de la llamada cultura helenística. La Macedonia de los Antigónidas tuvo que luchar al principio en varios frentes: por el Norte, una invasión de galos o gálatas en 279 fue detenida por Antígono Gónatas, hijo de Demetrio Poliorcetes y su sucesor en el trono; por el Sur, con la Liga aquea que, en forma de organización religiosa intentaba vivificar el provincialismo de las antiguas ciudades griegas independientes. Rival de esta Liga aquea fue la Liga etolia, que entró en conflicto con la anterior, dando ocasión con ello a la intervención de Macedonia, siempre imperialista. Pero el enemigo más importante vino del Oeste, y fue Roma, que tras haber aniquilado a Cartago a finales del siglo III a. J. C. y haber organizado en su consecuencia el dominio del Mediterráneo occidental iba a lanzarse sobre el oriental. Los dos últimos reyes antigónidas fueron Filipo V, derrotado por los romanos en Cinoscéfalos (197 a. J. C.), y su hijo Perseo, asimismo vencido por el nuevo gran poder mundial en la batalla de Pidan (167 antes de Jesucristo), con la que desapareció Macedonia del concierto de las naciones libres. Fuera de este reino, hubo un fugaz Estado en el Epiro, bajo el gobierno del rey Pirro, que se decía descendiente de Aquiles. Los Seléucidas, cuyo imperio ya se ha dicho que fue el mayor de los formados a la muerte de Alejandro, gobernaron poco menos que los Lágidas (hasta el año 69 a. J. C.), pero salvo algunos grandes conquistadores, su reino se fue desmembrando dando lugar a Estadículos que resultaron fácil presa de los romanos. El fundador, el ya citado Seleuco, fue llamado Nikator (vencedor) y fundó una ciudad, Antioquia, así denominada en honor a su padre Antíoco, y que fue una de las tres ciudades de la cultura helenística. Su sucesor, Antíoco I Soter (Salvador), hubo de detener la invasión de los gálatas que, vencidos en Grecia, se habían trasladado a Asia Menor; pero esta invasión facilitó la formación de pequeños Estados independientes que se consolidaron en los reinados de los sucesores de Antíoco I: Antíoco II Teso (el dios), Seleuco II Pogon (El barbudo) y Seleuco III. Antíoco III (223-186), el Grande, fue un soberano importante que pensó en la restauración del viejo imperio alejandrino, pero si fue afortunado en sus campañas en Oriente y en sus luchas con los Lágidas, topó con los romanos, que ya se habían deshecho de su rival cartaginés, y fue vencido por éstos en las Termópilas (191 a. J. C.), y decisivamente en Magnesia (190), teniendo que aceptar la humillante paz de Apamea (188) que dejaba reducido su dominio a poco más de Siria. Un nuevo momento de esplendor se produjo en el reinado de Antíoco IV Epifanes (174-164), que intentó la helenización completa de su reino, engrandeció Antioquia y persiguió a los judíos sustituyendo el culto de Jahvé por el de Zeus, lo que provocó la larga guerra de los Macabeos. Antíoco VII Sidetes (138-129 a. J. C.) fue también un rey guerrero que recuperó su dominio de la Mesopotamia, pero fue vencido y muerto por los partos (sucesores de los persas) en un desfiladero del Zagros. El último rey de los seleúcidas fue Antíoco XIII Asiático (69-64 antes de Jesucristo), vencido por el general romano Pompeyo.
Los versículos del 9 al 14 Habla del surgimiento de el terrible Antíoco Epífanes que como leeremos es un tipo del anticristo que surgirá en los dias finales, entre las tantas abominaciones de este impío se cuenta que estando en el templo de Jerúsalen se auto proclamo como EL DIVINO e hízo matar a un cerdo y vertír su sangre sobre los utensilios sagrados judíos.
Aun se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos: Antíoco Epífanes fue un certero y dramático cumplimiento de esta profecía en la historia - tanto que los críticos insisten que el Libro de Daniel debió ser escrito después de este tiempo.
Antíoco Epífanes ejerció su dominio hacia el sur, y al oriente, y hacia la tierra de Israel.
Antíoco Epífanes asesinó a otros gobernantes y persiguió al pueblo de Israel (y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó).
Antíoco Epífanes blasfemó en contra de Dios y ordenó una adoración idólatra dirigida hacia él (se engrandeció contra el príncipe de los ejércitos).
Antíoco Epífanes detuvo los sacrificios del templo en Jerusalén (por él fue quitado el continuo sacrificio).
Antíoco Epífanes profanó el templo (el lugar de su santuario fue echado por tierra).
Antíoco Epífanes se opuso a Dios y pareció prosperar (echó por tierra la verdad, e hizo cuanto quiso, y prosperó).
Parte del ejército y de las estrellas echó por tierra: El ejército y las estrellas son símbolos utilizados en el Antiguo Testamento para ángeles, reyes y líderes, o el pueblo de Dios en general. Esta predicción fue cumplida en Antíoco Epífanes y en sus ataque en contra de los gobernantes y en contra del pueblo de Dios en general.
Los términos estrellas del cielo (Génesis 12:3 y 15:5) y las huestes de Jehová (Éxodo 12:41) son a veces utilizadas para el pueblo de Dios en general.
"Sin lugar a dudas el diseño aquí es para describir el orgullo y la ambición del [‘cuerno pequeño’], y para mostrar que él no pensó en nada que le excediera para sus aspiraciones." (Barnes)
Y las pisoteó: Antíoco fue un infame perseguidor del pueblo Judío. Él quería que éstos se sometieran a la cultura y costumbres Griegas, y estaba más que dispuesto el utilizar asesinatos y violencia para obligarlos a hacerlo.
La supresión de los Judíos por parte de Antíoco llegó a su clímax en Diciembre de 168 A.C. cuando él regresó de una derrota de Alejandría. Él ordenó a sus generales que se apoderaran de Jerusalén en el Día de Reposo. Allí él puso un ídolo de Zeus y profanó el altar al ofrendar un cerdo, y al rociar los jugos del cerdo en el santuario. El sacrificio se detuvo porque el templo fue profanado.
Los versículos finales relatan una profecía para este tiempo final, y sobre el surgimiento del hijo de perdición.
Notas
domingo, 2 de agosto de 2015
sábado, 1 de agosto de 2015
El libre albedrío - Evidencia escritural e histórica
Los cristianos primitivos creyeron firmemente en el libre albedrío. Por ejemplo, Justino propuso el siguiente argumento a los romanos: “Hemos aprendido de los profetas, y lo afirmamos nosotros, que los correctivos, los castigos y los galardones se miden conforme al mérito de los hechos de cada uno. De otra manera, si todo sucediera sólo por suerte, no hubiera nada a nuestro poder. Porque si un hombre se predestinara a lo bueno y otro a lo malo, el primero no mereciera la alabanza ni el segundo la culpa. Si los hombres no tuvieran el poder de evitar lo malo y de escoger lo bueno según su propia voluntad, no fueran responsables por sus hechos, sean buenos o malos… Porque el hombre no sería merecedor de recompensa o alabanza si él mismo no escogiera lo bueno, o si sólo fuera creado para hacer lo bueno. De igual manera, si un hombre fuera malo, no merecería el castigo, ya que él mismo no hubiera escogido lo malo, siendo él capaz de hacer sólo lo que fue creado para hacer.”2
Clemente escribió de semejante manera: “Ni alabanza ni condenación, ni recompensa ni castigo, sería justo si el hombre no tuviera el poder de escoger [lo bueno] y evitar [lo malo], si el pecado fuera involuntario.”3
Arquelao, escribiendo pocos años después, dijo lo mismo:“Toda la creación de Dios, Dios la hizo muy bien. Y él ha dado a cada persona el poder del libre albedrío, y por la misma norma ha instituido la ley de juicio… Y por cierto todo el que quiera, puede guardar sus mandamientos. Pero el que los desprecia y se vuelve en contra de ellos, sin duda alguna tendrá que hacer frente a esa ley de juicio… No cabe duda de que cada persona, utilizando el poder de su libre albedrío, puede fijar su camino en la dirección que él quiera.”4
Metodio, un mártir cristiano que vivió cerca de los fines del tercer siglo, escribió de semejante manera: “Aquellos [paganos] que deciden que el hombre no tiene libre albedrío, sino afirman que se gobierna por las disposiciones inevitables de la suerte, son culpables de impiedad ante el mismo Dios, ya que le hacen la causa y el autor de las maldades humanas.”5
Los cristianos primitivos no creían en el libre albedrío sin base,sino se basaron firmemente en las siguientes Escrituras y otras semejantes:
· “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan3.16).
· “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro3.9)
·“Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera,tome del agua de la vida gratuitamente”(Apocalipsis22.17).
·“Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”(Deuteronomio30.19).
De esta manera, vemos que en el principio el mundo pagano,no los cristianos, creían en la predestinación. Mas, en una de las peculiaridades de la historia cristiana, Lutero apoyó a los romanos paganos y se opuso a los cristianos primitivos. No quiero decir que, en efecto, se hizo partidario de los romanos. Digo que literalmente se hizo su partidario. Por ejemplo, Lutero escribió lo siguiente acerca de la suerte y la predestinación:
“¿Por qué será tan difícil que nosotros los cristianos entendamos estas cosas? ¿Por qué se nos consideran irreligiosos, raros y vanos si discutimos estas cosas y las sabemos, cuando los poetas paganos, y todo el mundo, hablaban de ellas muchas veces? Hablando sólo de Virgilio [un poeta pagano romano], ¿cuántas veces habla él de la suerte? ‘Todas las cosas quedan fijas bajo ley inmutable.’ Otra vez: ‘Fijo está el día de todos los hombres.’ Otravez: ‘Si la suerte te llama.’ Y otra vez: ‘Si tú quieres romper lacadena de la suerte.’ La meta de este poeta es mostrar que la suertetuvo más que ver con la destrucción de Troya, y con la grandeza de Roma, que todos los esfuerzos unidos de los hombres… De eso podemos ver que todo el mundo tenía el conocimiento de la predestinación y de la presciencia de Dios igual como tenían el conocimiento de la existencia de la deidad. Y los que quisieron mostrarse sabios disputaban tanto que, siendo entenebrecidos sus corazones, se hicieron necios (Romanos 1.21-22). Negaron o fingieron no saber las cosas las cuales los poetas, y todo el mundo,y hasta sus propias conciencias, creyeron ser conocidas en todo el mundo, y muy ciertas, y muy verdaderas.”6
¿Cómo explicaron ellos los pasajes bíblicos que al parecer enseñan la predestinación?
De lo que yo puedo observar, muchos cristianos evangélicos—quizás la mayoría—dicen que creen en la predestinación. Mas, sus oraciones y sus acciones muestran que en realidad no creen. Otros se desesperan ante toda la confusión religiosa y admiten: “No sé qué creer”.
El problema consiste en que la Biblia nos dice: “Escoge, pues, la vida, para que vivas”; pero también nos dice que: “No depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”. Por una parte, dice que Dios es paciente, “no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3.9). Por otra parte, dice que Dios “de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer,endurece” (Romanos 10.18).
Yo he luchado con tales pasajes contradictorios, según parece, casi toda mi vida. Me dio bastante consolación hallar que los cristianos primitivos tuvieron explicaciones lógicas—y bíblicas—de estas aparentes contradicciones. En verdad, su manera de explicar la presciencia de Dios y el libre albedrío del hombre son de las más razonables que jamás he oído.
Por contraste, otra vez los gnósticos eran los que enseñaban que los humanos somos predestinados arbitrariamente o para la salvación o para la condenación. Recuerde que según ellos somos totalmente depravados porque fuimos creados por un Dios inferior. No es de extrañarse, entonces, que enseñaron que podemos ser salvos sólo si Dios nos escoge para la salvación.
“Una de las doctrinas enseñadas por la iglesia es la del juicio justo de Dios. Este hecho estimula a los que creen en él para que vivan piadosamente y que eviten el pecado. Reconocen que lo que nos trae o alabanza o culpa está dentro de nuestro poder.
“Es nuestra responsabilidad vivir en justicia. Dios exige esto de nosotros, no como si dependiéramos de él, ni de otro, ni de la suerte (como creen algunos), sino como si dependiera de nosotros mismos. El profeta Miqueas demostró eso cuando dijo: ‘Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia’ [Miqueas 6.8].Moisés también dijo: ‘Yo he puesto delante de ti el camino de la vida y el camino de la muerte. Escoge lo bueno y sigue en él’ [Deuteronomio 30.15, 19].
“Tome en cuenta cómo nos habla Pablo de manera que da a entender que tenemos libre albedrío y que nosotros mismos somos causa o de nuestra ruina o de nuestra salvación. El dice: ‘¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras; vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino obedecen a la injusticia’ [Romanos 2.4-8].
Pero hay ciertas declaraciones en el Antiguo Testamento como también en el Nuevo que pudieran hacernos concluir lo contrario: Que no depende de nosotros o el guardar sus mandamientos para ser salvos, o el desobedecerlos para perdernos. Así que, examinémoslos uno por uno.
“Primero, las declaraciones en cuanto a Faraón han causado dudas en muchos. Dios dijo varias veces: ‘Yo endureceré el corazón de Faraón’ [Éxodo 4.21]. Claramente, si Faraón fue endurecido por Dios y pecó como resultado de ese endurecimiento, él no fue responsable por su pecado. Y no tuvo libre albedrío.
“Vamos a añadir a este pasaje otro que escribió Pablo: ‘Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?’ [Romanos9.20-21].
“Ya que sabemos que Dios es tanto bueno como justo, veamos cómo el Dios bueno y justo pudo endurecer el corazón de Faraón. Tal vez por un ejemplo usado por el apóstol en la epístola a los Hebreos podemos ver que, en una sola obra, Dios puede mostrar misericordia a un hombre mientras endurece a otro, sin la intención de endurecerlo. ‘La tierra’, dice él, ‘bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa al agricultor, por la bendición de Dios. Pero la que produce espinos y abrojos no tiene valor, y está próxima a ser maldecida. Su fin es el ser quemada’ [Hebreos 6.7-8].
“Tal vez nos parezca raro que aquel que produce la lluvia dijera: ‘Produzco tanto los frutos como también los espinos de latierra’. Mas, aunque raro, es cierto. Si no hubiera lluvia, no hubiera ni frutos ni espinos. La bendición de la lluvia, por tanto, cayó aun sobre la tierra improductiva. Pero ya que estaba descuidada y no cultivada, produjo espinos y abrojos. De esta manera, las obras maravillosas de Dios son semejantes a las lluvias. Los resultados opuestos son semejantes a las tierras o cultivadas o descuidadas.
“También las obras de Dios son semejantes al sol, el cual pudiera decir: ‘Yo hago suave y hago duro’. Aunque estas acciones son opuestas, el sol no hablaría mentira, porque el calor que suaviza la cera es el mismo que endurece el lodo. Desemejante manera, por una parte, los milagros hechos por mano de Moisés endurecieron a Faraón a causa de la maldad de su corazón. Pero suavizaron a la multitud egipcia, que salió de Egipto con los hebreos [Éxodo 12.38].
“Veamos a otro pasaje: ‘Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia’ [Romanos9.16]. Aquí Pablo no niega que los humanos tenemos que hacer algo. Sino alaba la bondad de Dios, quien lleva lo que se hace a su fin deseado. El sencillo deseo humano no basta para alcanzar el fin. Solo el correr no basta para que el atleta gane el premio. Tampoco basta para que los cristianos ganemos el premio que da Dios por Cristo Jesús. Estas cosas se llevan a cabo sólo con la ayuda de Dios.
“Como si hablara de la agricultura, Pablo dice: ‘Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo da Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento’ [1Corintios 3.6-7]. Ahora pudiéramos decir con razón que la cosecha del agricultor no es trabajo sólo del agricultor. Tampoco es trabajo sólo del que riega. Al fin y al cabo, es trabajo de Dios. Así mismo,no es que no tengamos nada que hacer para que nos desarrollemos espiritualmente a la perfección. Mas, con todo, no es obra de sólo nosotros, porque Dios tiene una obra aun más grande que la nuestra. Así es en nuestra salvación. La parte que hace Dios es muchísimo mayor que la nuestra.”7
¿Puede Dios ver el futuro?
Aunque no creyeron en la predestinación, los cristianos primitivos creyeron fuertemente en la soberanía de Dios y en su habilidad de prever el futuro. Por ejemplo, entendieron que las profecías de Dios acerca de Jacob y Esaú (Romanos 9.13 y Génesis 25.23) resultaron de esta habilidad de prever el futuro, y no de una predestinación arbitraria de los hombres a una suerte fija. Vieron que hay una gran diferencia entre el prever algo y el causarlo.
I. El libre albedrío en los hombres y ángeles
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra ustedes, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia. Deuteronomio 30:19
Por cuanto aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospre-ciaron toda reprensión mía, comerán del fruto de su cami-no, y serán hastiados de sus propios consejos. Proverbios 1:29-31
Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, serán consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho. Isaías 1:19-20
Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios. Miqueas 6:8
No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Mateo 7:21
Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Mateo 7:24
Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios. Apocalipsis 3:10-12
Y así dice la Escritura: No se tienden injustamente las redes a los inconstantes. Lo cual quiere decir que con razón se perderá el hombre que, teniendo conocimiento del camino de la justicia, se precipita a si mismo por el camino de las tinieblas. Bernabé (70-130 d.C.)
Escribo a todas las iglesias, y hago saber a todos que de mi propio libre albedrío muero por Dios, a menos que ustedes me lo estorben. Ignacio (105 d.C.)
Por el contrario, cada uno camina, según el mérito de sus acciones, hacia el castigo o hacia la salvación eterna. Si todos los hombres fuesen conscientes de esto, nadie escogería la maldad por un momento, sabiendo que así emprendería la marcha hacia su condena eterna en el fuego, sino que por todos los medios se contendría y se adornaría con las virtudes, para alcanzar los bienes de Dios y verse libre del castigo. Justino Mártir (160 d.C.)
Por otra parte, si el género humano no tiene faculta para huir de las cosas malas y escoger lo bello, no es responsable de nada de lo que haga. Pero demostramos con el siguiente argumento que el hombre obra bien o mal por libre decisión del espíritu. Justino Mártir (160 d.C.)
El Espíritu Santo reprende a los hombres porque habiendo sido creados impasibles e inmortales a semejanza de Dios con tal de que guardaran sus mandamientos, y habiéndoles Dios concedido el honor de llamarse hijos suyos, ellos, por querer asemejarse a Adán y a Eva, se procuran a sí mismos la muerte... Queda así demostrado que a los hombres se les concede el poder ser dioses, y que a todos se da el poder ser hijos del Altísimo, y culpa suya es si son juzgados y condenados como Adán y Eva. Justino Mártir (160 d.C.)
No fuimos creados para la muerte, sino que morimos por nuestra propia culpa. La libertad nos perdió; esclavos quedamos los que éramos libres; por el pecado fuimos vendidos. Nada malo fue hecho por Dios, fuimos nosotros los que produjimos la maldad; y los que la produjimos, somos también capaces de rechazarla.” Taciano (160 d.C.)
El hombre fue creado racional, y por ello semejante a Dios, libre en sus decisiones y con un fin en sí mismo; y si alguna vez se convierte en paja y otra en trigo, es por su propia responsabilidad. Ireneo (180 d.C.)
Dios siempre ha protegido, por una parte la libertad y decisión del ser humano, y por otra su exhortación a él: por ello quienes no obedecen son justamente juzgados por su desobediencia, y quienes obedecen y creen reciben la corona incorruptible. Ireneo (180 d.C.)
Esta frase: “¡Cuántas veces quise recoger a tus hijos, pero tú no quisiste!,” bien descubrió la antigua ley de la libertad humana; pues Dios hizo libre al hombre, el cual, así como desde el principio tuvo alma, también gozó de libertad, a fin de que libremente pudiese acoger la Palabra de Dios, sin que éste lo forzase. Dios, en efecto, jamás se impone a la fuerza, pues en él siempre está presente el buen consejo. Por eso concede el buen consejo a todos. Tanto a los seres humanos como a los ángeles otorgó el poder de elegir, pues también los ángeles usan su razón, a fin de que quienes le obedecen conserven para siempre este bien como un don de Dios que ellos preservan. En cambio no se hallará ese bien en quienes le desobedecen, y por ello recibirán el justo castigo. Ireneo (180 d.C.)
Si, en efecto, unos seres humanos fueran malos por naturaleza y otros por naturaleza buenos, ni éstos serían dignos de alabanza por ser buenos, ni aquéllos condenables, porque así habrían sido hechos. Pero, como todos son de la misma naturaleza, capaces de conservar y hacer el bien, y también capaces para perderlo y no obrarlo. Ireneo (180 d.C.)
Y también: “Si el criado dice en su corazón: Mi amo tarda en venir, y empieza a golpear a sus compañeros, a comer, beber y emborracharse, cuando su amo llegue, en el día que menos lo espere, lo echará y le dará su parte entre los hipócritas.” Todos los textos semejantes a éstos, que muestran al ser humano como libre y capaz de tomar decisiones, nos enseñan cómo Dios nos aconseja exhortándonos a obedecerle y apartarnos de la infidelidad, pero sin imponerse por la fuerza. Ireneo (180 d.C.)
Por eso el Señor dice que el reino de los cielos es de los violentos: “Los violentos lo arrebatan,” quiere decir aquellos que se esfuerzan, luchan y continuamente están alerta: éstos lo arrebatan. Ireneo (180 d.C.)
Por su generosidad Dios dio a conocer al ser humano el bien de la obediencia y el mal de la desobediencia.... Por eso su conocimiento de ambas cosas va en los dos sentidos, a fin de que pueda elegir lo mejor con discernimiento… Aquellos, pues, que se han apartado de la luz del Padre transgrediendo la ley de la libertad, se han alejado por su culpa, pues se les concedió la libertad y el libre albedrío. Ireneo (180 d.C.)
Creer y obedecer está en nuestro poder. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Ni alabanza ni condenación, ni recompensa ni castigo, sería justo si el hombre no tuviera el poder de escoger [lo bueno] y evitar [lo malo], si el pecado fuera involuntario. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Dios no corona a aquellos que se abstienen de lo malo sólo por obligación. Es imposible que una persona viva día tras día de acuerdo a la justicia verdadera en contra de su propia voluntad. El que se hace ‘justo’ bajo obligación de otro no es justo en verdad… Es la libertad de cada persona la que produce la verdadera justicia y revela la verdadera maldad. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
El hombre fue hecho por Dios como ser libre, capaz de albedrío y decisión propia: precisamente es en esto donde más en particular se manifiesta que el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios…en aquello más esencial que procede del mismo Dios, esto es, el alma, que ha recibido el sello del ser divino en lo que se refiere a la libertad de albedrío y de decisión…. Dios llama, amenaza y exhorta al hombre que, dotado de voluntad y de libertad, es capaz de obediencia o de rebelión. Tertuliano (197 d.C.)
Le fue concedida plena libertad de elección al hombre en uno u otro sentido, para que siempre fuese dueño de sí para hacer libremente el bien y para evitar libremente el mal; pues, por otra parte, convenía que el hombre estuviera bajo el juicio de Dios y que fuese justo por sus méritos propios, es decir, libre. En efecto, no podía asignarse razonablemente una recompensa del mal ni del bien a aquel que fuese bueno o malo por obligación, no por voluntad propia. Para esto se dio la ley, la cual no anula, sino que pone a prueba la libertad con que uno o libremente se somete o libremente la transgrede. Por esto tenían que estar ambos caminos abiertos al libre albedrío... una reflexión sobre la libertad del hombre mostrará que él es el culpable de todo el mal que cometió. Tertuliano (197 d.C.)
Aquellos [paganos] que deciden que el hombre no tiene libre albedrío, sino afirman que se gobierna por las disposiciones inevitables de la suerte, son culpables de impiedad ante el mismo Dios, ya que le hacen la causa y el autor de las maldades humanas. Metodio (290 d.C.)
Toda la creación de Dios, Dios la hizo muy bien. Y él ha dado a cada persona el poder del libre albedrío, y por la misma norma ha instituido la ley de juicio… Y por cierto todo el que quiera, puede guardar sus mandamientos. Pero el que los desprecia y se vuelve en contra de ellos, sin duda alguna tendrá que hacer frente a esa ley de juicio… No cabe duda de que cada persona, utilizando el poder de su libre albedrío, puede fijar su camino en la dirección que él quiera. Arquelao (320 d.C.)
Notas tomadas de A Dictionary of early christians belief
Copyright © 2006, David W. Bercot www.scrollpublishing.com
Otras obras citadas
2. Justino, First Apology, capítulo 43.
3. Clemente, Miscellanies, tomo 1, capítulo 17.
4. Arquelao, Disputation with Manes, secciones 32, 33.
5. Metodio, The Banquet of the Ten Virgins, discurso 8, capítulo 16.
6. Lutero, Bondage, pp. 43, 44
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