sábado, 4 de octubre de 2014

Los discípulos siguen, los simpatizantes se van


atólicos romanos que añadían y substraían libremente de las escrituras.

Las iglesias bíblicas del siglo dieciséis constaron de discípulos —seguidores de Jesús— solamente. Los discípulos verdaderos siguen a Jesús todavía. Cada uno sigue donde Jesús lo guíe. Unos son quemados, unos ahogados, y unos decapitados. Unos testifican del evangelio en los palacios de reyes, mientras que otros predican en los talleres sucios de trabajo. No sabemos a dónde el Señor nos va a llevar en la tierra, pero sabemos que si le seguimos fielmente, al fin llegaremos a las glorias del reino nuevo. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8.18).

Tomado del libro “LA FE POR LA CUAL VALE LA PENA MORIR” de Dallas Witmer
© 1989 Publicadora Lámpara y Luz
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