Testimonio de la tortura y muerte del Hermano Dirk Willemsz
El fiel hermano y seguidor de Jesucristo, Dirk Willemsz, demostró
en su vida el gran valor del mandamiento: “Amad a vuestros
enemigos, ... haced bien a los que os aborrecen, y orad por los
que ... os persiguen” (Mateo 5.44).
Las autoridades neerlandeses mandaron capturar a ese
hermano anabaptista en 1569. Al ver al cazador de ladrones
acercándose, el hermano Dirk huyó y escapó, cruzando un río
congelado. Siguiéndolo, el cazador de ladrones procuró cruzar
el mismo río, pero se quebró el hielo y él cayó en el agua helada.
Viendo que su perseguidor iba a ahogarse, Dirk volvió y lo
rescató. El cazador de ladrones, profundamente conmovido por esta demostración de amor, quiso librar al hermano, pero su jefe,
gritándole desde la otra orilla, no le permitió hacerlo.
Varias semanas después, cuando llegó el día de la muerte del
hermano Dirk, hacía mucho viento en las llanuras neerlandeses.
A causa del viento, las llamas del fuego no alcanzaron la parte
superior del cuerpo del hermano (quien estaba atado con cadenas
a una estaca para ser quemado vivo). Por esto, pasó largo
rato sufriendo mientras se quemaban sus piernas. En el pueblo
cercano de Leerdam le oyeron exclamar más de setenta veces:
“¡Oh Señor, mi Dios!”
El juez, montado a caballo, dijo al fin:
—Dale a ese hombre el golpe de gracia.
No sabemos, pues, la manera exacta en que murió, pero
sabemos que soportó con gran firmeza esa última prueba de su
vida, y seguramente recibió la corona de gloria eterna.
en su vida el gran valor del mandamiento: “Amad a vuestros
enemigos, ... haced bien a los que os aborrecen, y orad por los
que ... os persiguen” (Mateo 5.44).
Las autoridades neerlandeses mandaron capturar a ese
hermano anabaptista en 1569. Al ver al cazador de ladrones
acercándose, el hermano Dirk huyó y escapó, cruzando un río
congelado. Siguiéndolo, el cazador de ladrones procuró cruzar
el mismo río, pero se quebró el hielo y él cayó en el agua helada.
Viendo que su perseguidor iba a ahogarse, Dirk volvió y lo
rescató. El cazador de ladrones, profundamente conmovido por esta demostración de amor, quiso librar al hermano, pero su jefe,
gritándole desde la otra orilla, no le permitió hacerlo.
Varias semanas después, cuando llegó el día de la muerte del
hermano Dirk, hacía mucho viento en las llanuras neerlandeses.
A causa del viento, las llamas del fuego no alcanzaron la parte
superior del cuerpo del hermano (quien estaba atado con cadenas
a una estaca para ser quemado vivo). Por esto, pasó largo
rato sufriendo mientras se quemaban sus piernas. En el pueblo
cercano de Leerdam le oyeron exclamar más de setenta veces:
“¡Oh Señor, mi Dios!”
El juez, montado a caballo, dijo al fin:
—Dale a ese hombre el golpe de gracia.
No sabemos, pues, la manera exacta en que murió, pero
sabemos que soportó con gran firmeza esa última prueba de su
vida, y seguramente recibió la corona de gloria eterna.
—de Martyrs Mirror, páginas 741–742
Testimonio de la tortura y muerte del Hermano Dirk Willemsz
El fiel hermano y seguidor de Jesucristo, Dirk Willemsz, demostró
en su vida el gran valor del mandamiento: “Amad a vuestros
enemigos, ... haced bien a los que os aborrecen, y orad por los
que ... os persiguen” (Mateo 5.44).
Las autoridades neerlandeses mandaron capturar a ese
hermano anabaptista en 1569. Al ver al cazador de ladrones
acercándose, el hermano Dirk huyó y escapó, cruzando un río
congelado. Siguiéndolo, el cazador de ladrones procuró cruzar
el mismo río, pero se quebró el hielo y él cayó en el agua helada.
Viendo que su perseguidor iba a ahogarse, Dirk volvió y lo
rescató. El cazador de ladrones, profundamente conmovido por esta demostración de amor, quiso librar al hermano, pero su jefe,
gritándole desde la otra orilla, no le permitió hacerlo.
Varias semanas después, cuando llegó el día de la muerte del
hermano Dirk, hacía mucho viento en las llanuras neerlandeses.
A causa del viento, las llamas del fuego no alcanzaron la parte
superior del cuerpo del hermano (quien estaba atado con cadenas
a una estaca para ser quemado vivo). Por esto, pasó largo
rato sufriendo mientras se quemaban sus piernas. En el pueblo
cercano de Leerdam le oyeron exclamar más de setenta veces:
“¡Oh Señor, mi Dios!”
El juez, montado a caballo, dijo al fin:
—Dale a ese hombre el golpe de gracia.
No sabemos, pues, la manera exacta en que murió, pero
sabemos que soportó con gran firmeza esa última prueba de su
vida, y seguramente recibió la corona de gloria eterna.
en su vida el gran valor del mandamiento: “Amad a vuestros
enemigos, ... haced bien a los que os aborrecen, y orad por los
que ... os persiguen” (Mateo 5.44).
Las autoridades neerlandeses mandaron capturar a ese
hermano anabaptista en 1569. Al ver al cazador de ladrones
acercándose, el hermano Dirk huyó y escapó, cruzando un río
congelado. Siguiéndolo, el cazador de ladrones procuró cruzar
el mismo río, pero se quebró el hielo y él cayó en el agua helada.
Viendo que su perseguidor iba a ahogarse, Dirk volvió y lo
rescató. El cazador de ladrones, profundamente conmovido por esta demostración de amor, quiso librar al hermano, pero su jefe,
gritándole desde la otra orilla, no le permitió hacerlo.
Varias semanas después, cuando llegó el día de la muerte del
hermano Dirk, hacía mucho viento en las llanuras neerlandeses.
A causa del viento, las llamas del fuego no alcanzaron la parte
superior del cuerpo del hermano (quien estaba atado con cadenas
a una estaca para ser quemado vivo). Por esto, pasó largo
rato sufriendo mientras se quemaban sus piernas. En el pueblo
cercano de Leerdam le oyeron exclamar más de setenta veces:
“¡Oh Señor, mi Dios!”
El juez, montado a caballo, dijo al fin:
—Dale a ese hombre el golpe de gracia.
No sabemos, pues, la manera exacta en que murió, pero
sabemos que soportó con gran firmeza esa última prueba de su
vida, y seguramente recibió la corona de gloria eterna.
—de Martyrs Mirror, páginas 741–742
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