sábado, 30 de mayo de 2015

¡Consecuencias del descuido espiritual! La caída de los siervos de Dios


 No des sueño a tus ojos,  Ni a tus párpados adormecimiento;   Escápate como gacela de la mano del cazador,  Y como ave de la mano del que arma lazos. / Proverbios 6:4-5


La enfermedad mas terrible que puede enfrentar el creyente o la iglesia en general es el descuído espiritual; la apostasía, el descarrío, la desobediencia y otros males espirituales son consecuencias del descuído en la oracíon, la lectura de las escrituras y la meditación en ella. Aún en los dias del antiguo testamento siervos de Dios escogidos por El Señor como instrumentos poderosos para ser usados con gloria fueron víctimas de este mal. Para ilustrar el mensaje tomaremos un ejemplo.


SANSÓN, DE GUERRERO DE DIOS A JUGUETE DE SUS ENEMIGOS:

 "Y aconteció que cuando sintieron alegría en su corazón, dijeron: Llamad a Sansón, para que nos divierta. Y llamaron a Sansón de la cárcel, y sirvió de juguete delante de ellos; y lo pusieron entre las columnas."Jueces 16:25  

Sansón es un trágico ejemplo del descuído espiritual, aquel Nazareo que desde cuando estaba en el vientre de su madre recibió la promesa de ser salvador de su pueblo contra los filisteos (Jueces 13:5) terminó siendo el hzme reír de estos paganos. Aquel hombre dió su primer mal paso cuando estando en la región de Timnat (Jueces 14) se fijó en una mujer filistea, esto sin tomar en cuenta la orden de sus padres y el precepto divino de que ningún israelita debería tomar por mujer a ninguna habitante de pueblos vecinos.

En el capítulo 16 del libro de los Jueces se nos relata el desenlace de esta historia, pero hay tres aspectos que quiero destacar.

Al príncipio narra que en diversas ocasiones Dalila intentó destruír a Sansón, esto nos dice que el enemigo atacara y atacara en varias oportunidades; la vida cristiana al contrario de loq hoy se quiere enseñar es un caminar pedregoso, rodeado de luchas, pruebas y tentaciones; y nuestra batalla es contra un poderoso enemigo y todo un reíno espiritual, pero con nosotros está el poderoso rey del universo y del El es la victoria. El detalle está en que un Sansón confíado, que pensó que porque había escapado de la mano de los filisteos varias veces no identificó el peligro de jugar con el pecado y el último ataque enemigo lo encontró confíado en sus propias fuerzas y descuídado y allí llegó su derrota. El hombre que Dios había levantado como libertador ahora estaba encarcelado en territorio enemigo debodo a su descuído espiritual. Asimismo acontece con el creyente, quizás ha ganado muchas batallas espirituales, pero cuando viene el descuído y la confíanza en sus propias fuerzas aquellos ataques que antes resisitió hoy lo están venciendo. Las ataduras que fueron rotas ahora lo tenían amarrado y preso.

El segundo aspecto lo encontramos en el versículo 19 dice así "Y ella hizo que él se durmiese sobre sus rodillas".  Antes del enemigo lanzar su última emboscada se aeguro de que el hombre de Dios estuviese dormido sobre sus rodillas, es una analogía sobre la falta de oració, la vida de oración descuídada. TODA FALTA PROVIENE DEL DESCUÍDO EN ORACIÓN. Cuando la tentación venga el escudo protector no estará, es un grave error creer que con nuestras fuerzas pdemos hacerle frente al enemigo.


El tercer aspecto se encuentra en el versículo 21, dice que a Sansón le sacaron sus ojos físicos, pero claramente este hombre había perdído mucho antes su visión espiritual. Cuando se pierde la visión y el propósito de lo que Dios quiere para nuestras vidas se cae en conformismo y este conformismo nos lleva a descuídarnos espiritualmente.


Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies,para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado.  
Hebreos 12:12-13


Yiye Ávila: ¡"No todo el que me dice ‘Señor, Señor’ ! / Mensaje de fuego

domingo, 17 de mayo de 2015

¿Cómo oraban los predicadores?


EL PUNTO DE LA AVANZADILLA

“...tú, brazo de ellos en la mañana, sé también nuestra salvación en tiempo de la tribulación.”  Isaías 33:2
“Hazme oír por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; Hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado me alma.”  SA 143:8
            Los santos combatientes de todos los tiempos están de acuerdo que la manera más confiable para asegurar un día de conquista y victoria es madrugar, muy de temprano.  Las primeras horas de la madrugada son el punto inicial para la avanzadilla o vanguardia, para iniciar el día con templanza, obteniéndola al negarse a sí mismo para Dios, dando al alma una ventaja sobre el enemigo; No pudiéndose obtener de otra manera.  -seleccionada
            El señor Floyd Banker, misionero en Gujerat (un estado de la India), experimentó el avivamiento en su campo de labor.  Descubrió que las presiones sobre un misionero son muchas y hay una tendencia a ser negligente en lo tocante al matutino velar.  El señor Banker nos comparte el secreto para vencer que aprendieron él y su esposa, en lugar de tener tantos fracasos, como antes.
            “Alguien podría preguntar, ¿Qué pasó cuando se durmieran hasta tarde o que el despertador no funcionara?  ¿Hay excusas, a veces, por no orar temprano?’  Quiero compartirles un remedio secreto, que se ha vuelto una regla muy sencilla en nuestras vidas; se dice en cuatro palabritas: No-oración, no-desayuno.”
            “Llegamos a esta regla tempranamente en la vida de oración, como consecuencia de una experiencia muy extraña.  Sucedió una mañana cuando el despertador falló y nos dormimos hasta tarde.  Pasamos a desayunar, pensando que más tarde encontraríamos tiempo para orar privadamente, pero los afanes y cargas del trabajo urgían, y el orar se olvidó.  El siguiente día madrugamos, y fuimos a nuestros lugares para la hora de oración, y, nos aconteció lo mismo a ambos.  Al llegar a nuestros lugares de oración, fue como si Cristo ya estaba allí para darnos la bienvenida, pero con cara triste mientras nos decía: —Te esperé durante 24 horas.” 
            “Cómo un electrochoque del cielo, esta nueva verdad impresionó nuestras mentes: Habíamos robado de Él el compañerismo que Le encantaba tanto.  No sólo nos aprovechaba orar en privado, sino Él también recibió provecho y gran placer.  ¿Ya no te es extraña nuestra regla, “no-oración, no-desayuno?”   -usado con permiso, publicado como en Wesleyan Methodist.

En un nuevo libro, Peace Like A River (Paz como un Río), Sallie Chesham narra la historia de una lucha que Samuel Brengle tenía al querer establecer el hábito de madrugar para orar y sobre la gran importancia que él puso en este sagrado tiempo para iniciar un nuevo día.  “En cierta ocasión, Brengle fue preguntado: —¿Cuáles son tus tentaciones más temerosas: las más sutiles, las más violentas?”
“Dio la respuesta:  —Es tentación empezar mi día sin antes invertir tiempo a solas con Dios, en oración y la lectura de su Palabra.”
            “Sin embargo, antes de responder, les sostenía a sus interrogadores en suspenso por decir primero: —Por treinta años tenía yo sólo una tentación que me preocupaba grandemente.  Pero por treinta años, por la gracia de Dios, la he vencido.  Y, por esto, ninguna otra ha podido penetrar mi armadura.  Con todo, antes de treinta años atrás, a menudo me venció esta tentación.  Y, cada vez que me vencía ella, al momento estaba indefenso a otras diez mil.”

¡Un tiempo de peligro es la mañana!
No hay nada que temer por la noche;
Con calma se cierran los ojos,
Cansados de la luz urgente;
El cuerpo se sana al dormir,
Cesan la labor y trabajo,
El alma está segura en el cuidado de Dios,
El corazón está en paz perfecta.

Pero, ¿Quién puede predecir
Cuán feroces las pruebas serán?
¿Cuáles sendas difíciles habrá?
¿Cuáles penas me compasarán?
Brilla el sol para todo el mundo;
Pero no veo lo que pasará,
Cuáles peligros o penas extrañas
En el futuro me rodearán.

O, háblame en las mañanas,
¡Señor, en cada uno de mis días!
Tú eres mi gran Director
Mientras paso las sendas escondidas;
Si escucho tu voz en la mañana,
Abro el día con canción,
A vencerlo voy,
Tu presencia me fortalece.
                                                                                                            -Marianne Farningham

            “Guarden todos la velada matinal.” instruyó J.R. Mott, un viajero de todas las partes del mundo.  “¿Qué expresa esta costumbre?  Quiere decir, comenzar cada día en aislamiento con Dios, leyendo las Escrituras meditativamente, orando, y estando en silencio ante de Dios.  Fíjate, quiero decir, comenzar cada día de esta manera, no, un día sí y otro no, ni solamente cuando te convenga hacerlo.  Hemos encontrado que los días que fueron los más difíciles para comenzar esta práctica, fueron los mismos días que más necesitaba de esa ayuda especial, que proviene de tal práctica.”
            “A la luz de la experiencia y observación, se puede decir con convicción, que no hay hábito más potente para conservar una fe real, para mantener y aumentar el nivel de energía espiritual, para prepararse para identificar y actuar ante los peligros y todas las oportunidades que él nos da; cuando comenzamos cada día velando ante Dios.”

            Muchos de nosotros tenemos una deuda de gratitud por la ayuda que hemos recibido de los escritos de Osvaldo Chambers.  De la reseña hecha por la sobrina del Sr. Chambers, saque una lección. Dijo la sobrina:
            “‘Él tuvo por costumbre madrugar, levantándose muy, pero muy temprano.’  A veces, cuando ella bajaba a gatas las escaleras, a las 6 de la mañana, lo encontró en la cocina, envuelto en su manto (la tetera siempre la tenía cerca) leyendo o escribiendo- a veces arrodillado.  Sin mostrar cualquier desagrado al ver a su pequeña- y muy habladora- sobrina, siempre le mostró una sonrisa. La ponía en un rincón con un libro, donde se quedaba sentada, feliz y contenta, sólo por estar con él.”

             Osvaldo Smith da la siguiente observación: “Durante más de cuarenta años, he cuidado el velar matutino de tres maneras:  Empiezo leyendo la Palabra de Dios, acordándome de las palabras “desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación,” (1 Pedro 2:2)  Segundo, en obediencia al Salmo 5:3, “Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; De mañana me presentaré delante de ti, y esperaré”, yo oro.  Tercero, tocante a la somnolencia: antes yo siempre estaba con somnolencia cuando quería orar.  La causa era porque tenía la costumbre de arrodillarme, cerrando los ojos y bajando la cabeza a mis brazos.  Desde hace años que tomé la costumbre de orar andando.  Andando de aquí para allá, nunca me da somnolencia.  Puedo estar alerto.”
            “Descubrí que al arrodillarme y orar en voz baja, diez minutos me parecían mucho tiempo, pero al orar en voz alta y caminar, el tiempo pasaba rápidamente.  Al acostumbrarme a este método, he podido orar durante horas seguidas y he encontrado el velar matutino ser como mi fortaleza y sustento.  Los problemas se resuelven antes de que los encuentres.  Dios oye y responde.  En lugar de permitir que las circunstancias me venzan o me manden al sanatorio por crisis nerviosa, puedo ganarlas.  No conozco una emoción más agradable que la emoción conmovedora del velar matutino.”

            Hay algo inexplicable tocante a la fuerza que se vierte en un hombre o una mujer que conserva el velar matutino, no solamente apartando apuradamente unos veinte minutos, sino gozando de quietas horas calmamente, mientras el día está sin mancha, fresco y quieto.  Juan Wesley se levantó a las cuatro de la mañana y predicó dos veces al día durante cincuenta años.
            Cristo nos dio un ejemplo cuando “levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro,” estaba con Su Padre esforzándose para el día.  Fue el único tiempo para estar a solas con Su Padre, porque al salir el sol la muchedumbre lo apretaba durante todo el día y sus discípulos querían de Su compañerismo.

            E.M. Bounds, cuyos libros sobre la oración han traído gran bendición y siguen imprimiéndose, enseñó unas apreciadas lecciones a muchos otros ministros en cuanto al madrugarse.  Uno de estos ministros, el Rev. Hodge, quien estimó grandemente al Sr. Bounds, nos comparte unas de estas lecciones, las cuales se nos aplican particularmente, a causa del tiempo complaciente en que vivimos.
            “Al comienzo, el hombre físico se rebela en contra de ella (la oración matutina); el cuerpo, consentido y cuidado por años, rehúsa responder a las demandas del alma; el diablo no lo permite.  Los hombres no la toleran.  Todas las cosas en la tierra y el infierno protestan contra el alma.  Noventa ministros de cada cien te dirán que es tiranía impuesta sobre ti mismo.  ¡Oh, hombre de Dios, no les hagas caso!  La autocomplacencia es la ley de la muerte, la abnegación es la ley de la vida.  La familia murmurará en contra de tres o cuatro horas de oración matinales.  Las potestades de la oscuridad están opuestas a ti.  Pero no te desanimes.  ¡Dios está cerca!”
            “Si falla (la oración) por una mañana nomás, tu familia lo reconocerá y lo anunciará a los vecinos.  Quizá el hombre mismo que tratabas de animar a levantarse temprano, te llamará en esta misma mañana que no te levantaste a las cuatro de la mañana.  Y, te encontrará todavía dormido a las seis; te llamará hipócrita.  Sigue paciente.  Dios es bondoso y conoce tus buenas intenciones.  El perdona cuando los demás condenan.”
            “¡Mi alma por tu alma!  Si confías en Dios y lo haces (orar temprano), tendrás un deleite inmenso.  El gozo de estar con Dios durante horas seguidas, antes de que se despierte el mundo, te recompensará en todas tus pruebas y penas, y la gloria traída a Su nombre no se puede comprender.”
            “Yo no creo en el seguir ciegamente a los otros hombres.  El cuerpo humano necesita unas ciertas horas para descansar cada noche (para mantener la salud), y al probar a mi cuerpo, encontré que necesito siete horas, nada menos.  Si no puedo dormir esa cantidad en la noche, duermo el resto durante el día.  Juan Wesley dijo que su cuerpo necesitaba seis horas y media diariamente.  Dormía seis por la noche y treinta minutos después de almorzar.  Pero miremos a Cristo como ejemplo en la oración y no a los hombres en el asunto.”

            Si te has formado la regular costumbre de la real oración matutina y la retienes, has cumplido el aspecto casi más notable que un hombre o una mujer es capaz de hacer.  No solamente glorificas a Dios y animas a otros, sino que también tienes un buen comienzo para la eternidad.  Muy seguramente te establecerás en Dios, pero faltar a esta práctica, y seguir faltando, es igual que faltar por completo hasta el fin.  No se piense que el que ora poco ha ganado mucho.  Cuídate de las charlitas con Jesús si realmente conoces al Señor.  Orar poco es a veces peor que no orar; es un apaciguamiento a tu conciencia y un insulto a Dios, Quien te dio la existencia, la fuerza y el tiempo.  ¿Para qué te los dio?                                 -C.T. Pike

¿Has encontrado a tu Señor esta mañana,
Antes de ver otra cara humana?
¿Has mirado su belleza,
Por su gracia sobreabundante?

¿Te inclinaste en oración ante Él
Antes de irte en tu camino?
¿Has pedido poder llevar
Todas las cargas del día?

¿Has visto su voluntad al leer
Algo de Su Santa Palabra, y tomaste
De Sus promesas una porción,
Bendita con Su amor, por Su nombre?

Oh, tan débil e indignos somos,
Y nuestros espíritus tiemblan adentro
Si no buscamos a nuestro Maestro
Antes de empezar la senda.

¡Cómo espera por derramar Su bendición
Sobre nuestras vidas al otro día!
Cristianos, nunca empiecen sin Él;
Debes hablarle y luego, obedecer.
                                                                                    -de una publicación de Union Gospel Press



GÁNESE LA MADRUGADA

Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; Me levantaré de mañana.  Te alabaré entre los pueblos, oh Señor; Cantaré de ti entre las naciones.  (Sa.  57:8,9)
Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan.  (Pr. 8:17)
            Por leer intensamente las biografías de hombres de oración, mientras se escribía el libro Royal Counsel (Consejo Real), mi esposo y yo fuimos convencidos, por completo, que los que por largo tiempo oraban y meditaban en la Palabra se dotaron con poder más que sus contemporáneos que no lo hicieron.  De ahí en adelante, la Biblia se nos puso como una prioridad, como nunca antes lo había sido.  Antes, invertíamos mucho tiempo en ella; pero, ahora nos hemos convertido en amantes de la Palabra.  Esto pasó al ser convencidos de que hay una fuerza sobrenatural, tanto por lo físico como a lo espiritual, que sale al leer lenta y atentamente la Palabra, en lugar de pasar de prisa nuestra porción del día.
            Los que en su llamado lograron mucho de Dios en sus vidas personales, fueron los que madrugaron, preparando sus corazones para los sucesos del día.  Animemos a los que han perdido la batalla contra el velar matutino.  Lo has intentado, pero has quedado vencido.  Fijémonos en los ejemplos de los que han cumplido con sus citas y notemos su capacidad de perseverar y ganar.
            Al estudiarlos, una ley se destaca y es ésta: las personas que invierten mucho tiempo en las mañanas, orando y estudiando la Biblia, siempre son potentes en sus oraciones y exitosas en sus labores.  Estos éxitos no siempre se manifiestan materialmente en estos hombres, pero podemos estar seguros que recibirán su recompensa en la eternidad.
            La persistente costumbre de Guillermo Carey era empezar cada mañana leyendo un capítulo de la Biblia, primero en inglés y luego en cada uno de los seis idiomas que sabía.   Aunque fue un hombre común, Guillermo Carey consiguió mucho para la India al haber traducido la Biblia a varias lenguas y dialectos.  Las horas de la madrugada fueron siempre, sin duda, uno de los secretos para sus gigantescas contribuciones al bienestar espiritual de la población india.  Porque, el que le da una Biblia a un pueblo, le regala una herencia de bendición a esa nación.
            Ebenezer Erskine, famoso en la historia de la Sucesión Escocesa de la Iglesia, tenía la costumbre de levantarse a las cuatro de la mañana para orar.
             Jorge Whitefield dijo tocante al velar matutino: "Se dijo de los santos del Antiguo Testamento, que se levantaban temprano de mañana; y en particular de nuestro Señor, que se levantó muy de mañana, siendo aún oscuro para orar.  La mañana brinda amistad a la devoción; y si no se puede negar, tan sólo para levantarse a orar, no sé cómo podrá morir al aguijón por Jesucristo."

Llegó a mi corazón como una lección,
Mientras salía el sol,
El día, con sus afanes, pruebas
Y bendiciones marchaba adelante.
Jesús, Redentor del mundo,
Se levantó antes del día
Y sintiendo su debilidad humana,
Buscó un lugar secreto para orar.

Ni siquiera los tres discípulos
Quienes siguieron al Señor más fielmente
Estaban a su lado en ese santuario;
Durmieron como los demás.
Y, sólo las estrellas del cielo
Con, tal vez, la luna plateada
Alumbraban a su Creador,
Quien pronto sufriría y moriría.

Si Jesús, el Rey de gloria,
Comandante de las huestes de las alturas,
Tuvo que pedir por su poder diario,
¿Qué de tal gusano como yo?
Descanso tranquilo en la mañana,
Viene un día de perplejidad;
No sé cómo enfrentarlo,
Pero sé que mi Salvador se levantó para orar.

¡Cuán tonta es nuestra humana ceguera!
¡Cuán duros nuestros corazones de piedra!
¿Por qué no nos levantamos en la mañana,
Y oramos a Dios a solas?
Hay ayuda para los deberes diarios,
Y por la fuerza y el poder espiritual.
Hay victoria para la lucha,
Ganada en la hora matutina.

Si andamos en las huellas del Maestro,
Y seguimos la senda de él,
Hay que buscar, en la madrugada,
Un lugar tranquilo con Dios.
Hay que derramarle nuestros corazones
Y dejarlo entrar en nuestra vida
Si vamos a ganar
La victoria sobre la contienda.
                                                                                    -Minnie Embree Parker en "Biblical Evangelist"

            Barclay Buxton, líder de la "Banda Evangelística Japonesa", escribió a sus obreros cristianos y convertidos: “¿Se levantan temprano?  Ninguno esté acostado en cama después de las seis de la mañana, para tener, por lo menos, una hora quieta con Dios, orando y leyendo Su Palabra, antes de encontrarnos a otros y empezar la jornada.  Y en tiempos especiales, hay que invertir más, ¡pero el cristiano no debe invertir menos!”
            Estos misioneros en Japón vieron transformarse a pecadores por la gracia divina y cambiarse a santos.  Sin dudas, esto salió de la visión firme que fue mantenida durante mucho tiempo, estando a solas con Dios.  G.H. Lang se hizo un evangelista ambulante por todas las partes del mundo y fue muy usado por Dios.  Como un británico, no estaba acostumbrado al apuro de los misioneros americanos que trabajaban con él a veces.  Escucha lo que dijo: “La vida fue muy americana, un constante apuro todo el día, con visitantes, cartas, oraciones y las reuniones de cada noche en El Cairo, durante cinco días a la semana, en las cuales no volvimos a casa hasta las once de la noche.  La vida de la ciudad de Inglaterra, con su vida nocturna, me provocó a dejar el hábito de madrugar.  Ya si no recomenzaba, nunca más tendría tiempo para la muy necesitada intimidad con Dios, ni para la alimentación del alma.  Pero, ¿Cómo recomenzar a madrugar, con días tan cansados, y acostándome tan tarde?  Rogué al Señor que me ayudara, Quien en los días de su carne, se levantó muy de mañana (Isa. 50:4; Mar. 1:35), e inmediatamente encontré poder para levantarme a las cinco de la mañana.  Este ejercicio aprovechable ha continuado desde ese entonces.”
            Hablando más del levantarse temprano, el señor Lang sigue diciendo: “Antes era más fácil que hoy.  El entero modo de vivir del mundo moderno es diferente, y esto para el deterioro espiritual, por dos inventos- la locomoción rápida y las brillantes luces artificiales.  Por estas luces, la noche cambia al día; y el mundo sigue hasta muy noche y luego no pueden levantarse temprano.  Los hombres no obedecen la clara regla del Creador para sus criaturas y el resultado inevitable es que mientras las aves y los animales siguen sin crisis nerviosas, la raza humana sigue más y más neurótica e inconstante.”  -de An Ordered Life (Una Vida Ordenada) por G.H. Lang, con permiso de Paternoster Press, Exeter

            A un cristiano le fue mostrado el Faro Cabeza de Lagarto que está ubicado al final de la parte más austral de Inglaterra.  Entró al gran cuarto, el que contiene la maquinaría para controlar la sirena de cuando hay neblina, y luego ascendió la escalera que va a la lámpara.  El guardián del faro dijo algo que nunca olvidó el visitante: “Pulimos los reflectores cada mañana.”  “Despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios.” (Isa. 50:4)
            Juan Milton, quien dio al mundo las maravillosas obras maestras, Paradise Lost (El Paraíso Perdido) y Paradise Regained (El Paraíso Recobrado), se levantaba a las cuatro de la mañana durante el invierno y a las cinco durante el verano, para invertir estas horas matutinas, escribiendo su poesía inmortal.
            Juan Wesley dijo a sus predicadores que su primera ocupación era ganar almas y sólo por la labor continua y la perseverancia pudo librarse de la sangre de todos hombres.  Y, por fin les dijo: “¿Por qué no somos más santos?  ¿Por qué no vivimos para la eternidad ni andamos con Dios todo el día?  ¿Nos levantamos a las cuatro o las cinco de la mañana para estar a solas con Dios?  ¿Recomendamos y observamos la hora de oración a las cinco de la tarde?  Cumplamos nuestro ministerio.”
            J.D. Drysdale, un hombre de nuestra era, que hizo mucho para Dios en Gran Bretaña, fue un madrugador: “Durante cuarenta años,” dijo, “he mantenido la costumbre de pasar la vela matutina a solas con Dios.  Durante ese tiempo, he leído completamente la Biblia cada año, siguiendo el sistema de Roberto McCheyne, lo que quiere decir que cada año se leen por completo el Antiguo y el Nuevo Testamento una vez, y los Evangelios y los Salmos dos veces.  Y, más de esto, he estudiado en especial otros temas.”
            “Temprano en la mañana, empiezo a leer y llego a estar conciente que Dios, por medio de Su Palabra y Su Espíritu, me está hablando.  Luego, pronto me encuentro hablándole a Dios.  Cuanta bendición y fuerza nos vienen al comenzar el día así, al encontrar a Dios cara a cara, antes de salir a enfrentar al mundo; por leer y digerir Su Palabra antes de tocar nuestra correspondencia o el diario.”

            Alguien que ha calculado que el tiempo ganado del sueño por velar, dijo la siguiente: "La diferencia entre levantarse a las cinco de la mañana, a cambio de levantarse a las siete de la mañana, por el espacio de cuarenta años, suponiendo que siempre se acueste a la misma hora de la noche, es igual a añadir diez años a la vida de un hombre."

            Fijémonos en la vida de G.C. Bevington, un evangelista notablemente usado de Dios en los EE.UU.: “Hace unas semanas, al despertarme en la mañana, me sentía como bajo de una nube.  Un poco tieso, no parecía yo rebosándose de gozo; no escuché las campanas de alegría en mi alma.  Bueno, en dos o tres minutos entendí lo que hacía yo: estaba acercándome a la lobreguez de Satanás.  Eran las tres y media de la mañana, la hora acostumbrada para orar.  Pero, en lugar de orar, salté de la cama y dije, “Sí, buenos días, Jesús, ¡Qué bueno verte aquí!”  Le di la mano y alisté un asiento para Él, diciéndole que se sentara.  Mientras me vestía, me lavaba y desayunaba, yo Le hablaba en voz alta como te hablaría a ti si estuvieras conmigo.  Bueno, al cumplir los quehaceres de la mañana y alistarme para escribir a máquina, te digo que no estaba tieso, ni tenía lobreguez, ni desánimo.  Y, las campanas de gozo estaban vestidas de lujo, tocando sus instrumentos.  Tenía que andar de aquí para allá por un rato bajo los gozos que inundaban a mi alma.  Ahora bien, supongo que si alguien hubiera entrado, sabiendo que yo vivía solo, hubiera pensado que en el asilo hubiera un lugar para mí.  Pero no debemos permitirle a Satanás que nos empuje y robe nuestra herencia a través de los pensamientos humanos.”
            El señor Bevington ofrece un consejo práctico de cómo vencer las asechanzas del diablo en las horas matutinas.  “Cuando te despiertas en la mañana, te sientes bien entumecido.  Es cuando debes poner en práctica la presencia de Jesús, inmediatamente, antes de que Satanás te ponga más de sus planes para el día.  Porque si puede embaucarte y fijar tus sentidos por cinco minutos, con eso te ha ganado mucho, lo suficiente para que tengas un día infructuoso.  Pero, al comienzo debes alabar a Dios.  Quizás algunos pregunten, —Hermano Bevington, ¿cómo puedo alabar a Dios cuando me siento tan miserable?  —Bien, podemos buscar a lo menos algo para alabarle si tenemos ganas de hacerlo.  Hay mucho material para hacer una muestra de alabanza, si miramos con los ojos abiertos.”

En la quietud del alba, quiero estar a solas con mi Amado;
La calma de Su presencia trae perfume de arriba;
Endulza todas las horas del naciente día ocupado;
Su fragancia calma mi inquietud, y ahuyenta mi temor.
Encuentro fuerza maravillosa para el deber, mientras miro a su faz.
Y entiendo que hay poder, conseguido en ese lugar secreto.
                                                                                                            -J. Charles Stern

            El biógrafo del comentador Adán Clarke nota su costumbre de levantarse temprano: “Hay que recordar siempre que el señor Clarke fue, desde su juventud, muy madrugador; muy pocas veces se encontró en la cama después de las cuatro de la mañana.  Así no solamente ganó para sí una gran cantidad del tiempo que muchos gastan durmiendo, sino también ganó más de la elasticidad mental que tiene la mente después de descansar.  También ganó la colectivización de ideas y la frescura de sentimientos, los que aún los eventos del día no han molestado.  No sólo ganaba tiempo por la costumbre de levantarse temprano, sino también ganaba más, por no aceptar invitaciones a banquetes.  Cuando comió afuera de su hogar, casi siempre fue acompañado por su esposa y volvieron a casa tan pronto como pudieron.”
            El piadoso Samuel Rutherford de Anwoth, Escocia, se levantó a las tres de la mañana y sus cartas y sermones exhalan un amor íntimo para el Señor Jesucristo, lo cual ganó por medio de ese largo tiempo de comunión.  “Mas el pueblo que conoce a su Dios, se esforzará y actuará.” Dn. 11:32
            C.T. Studd, también guardaba la costumbre de madrugar, y a sus 52 años, con una enfermedad dolorosa, invadió a África para Cristo.  Su biografía, C.T. Studd, Cricketeer y Pioneer (C.T. Studd, Jugador de Vilorta y Pionero), contiene un vistazo de su rutina matutina cuando estaba en África.
            “Al pie de la cama estaba un fuego encendido, encima del piso de barro.  Por la noche una figura negra se veía encima de su colcha de bambú, retorcida muy cerca del fuego; porque ésta era su única frazada.  Esta silueta era su “niño”.  Durante de unos años el “niño” realmente era un hombre adulto que le atendía a Studd, con la devoción de una mujer.  Este ayudante tenía una pierna rígida y por esto se llamaba ‘Una Pierna’.”
            “A las dos y media o tres de la mañana se escuchaban movimientos.  ‘Una Pierna’ se despertó con la regularidad de un reloj y el primer sonido fue el golpe de los leños cuando los echaba entre los tizones, y luego el largo puu-u-u, mientras soplaba las chispas de unas brazas, haciendo llamas de la experta manera de los nativos.  Luego, puso la tetera encima y pronto estaba lista la taza de té.  Ahora Bwana (como se llamaba Studd allá) estaba despierto.   Él toma del té y el “niño” se volvía a dormir.  Bajaba una Biblia del estante y Bwana está a solas con Dios.  ¿Qué pasaba entre los dos en esas horas quietas?  Se revelaría lo sucedido, unas horas después, a todos los que tuvieran deseos de oír.”
            “En la reunión con los nativos, durante la mañana, la que raras veces duraba menos de tres horas, cuando la dirigía Bwana; y en la reunión de oración con los blancos, la que duraba desde las siete de la noche hasta las nueve o diez de la misma, se vertía lo que visualizó y escuchó cuando estuvo orando a Dios por la madrugada: Todo esto partiendo de un corazón ardiente para la salvación de los hombres y de unos labios que fueron tocados como por un carbón encendido.  Nunca necesitó más preparación para esas reuniones que la de aquellas horas matutinas... le hablaba a Dios y Dios a él, e hizo Su Palabra viva en él.”
            Juan Sung, a veces conocido como “el Wesley de China”, fue también un hombre que inició el día en comunión con el Padre Celestial.  Levantándose entre las cuatro y las cinco de la mañana, tenía suficiente tiempo para alimentar a su alma con los once o doce capítulos que leía diariamente.  A sí mismo se negó a leer otros escritos y así podía hacer hincapié a la Palabra Viva.  Este hombre ‘de un solo libro’ tocó los corazones de sus oidores con la verdad de las Escrituras, predicando con poder.
      El biógrafo del Sr. Sung: Leslie Lyall, dice que “una larga lista de sus convertidos y, de ser posibles, sus fotos a lado, fueron sus compañeros inseparables, y oraba por todos ellos con regularidad, muchas veces con lágrimas.  Por todas partes, hizo hincapié a la necesidad urgente de orar.  El hecho que la iglesia china actual es una iglesia orante, se puede atribuir, en parte, a la influencia y al ejemplo de este hombre devoto a la oración.


EL COMPLETO REPOSO DE LA MAÑANA
“Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela...” Salmo 63:1

            Jorge Müller nos compartió su historia de cómo logró la costumbre de levantarse temprano, aunque estaba mala salud cuando Dios le habló que añadiría tal práctica a su vida.  Su historia será interesante para todos nosotros, al saber que Dios lo usó hasta en los días finales de su vejez.
            “Durante mi estancia en Plymouth, me incitaba de nuevo a levantarme temprano, y fue una bendición de la que no he perdido los buenos resultados hasta ahora.  Lo que me guió a hacerlo fue el ejemplo del hermano donde me alojaba y un comentario que el mismo dio referente a los sacrificios, basado en el libro de Levítico: “Tal cómo no se debe ofrecer el estiércol, así lo mejor de nuestro tiempo sea en especial para la comunión con el Señor.”
            “Yo estaba, grandemente, entregado a la costumbre de madrugar durante los años anteriores.  Pero, puesto que tenía los nervios tan débiles, pensé que tenía solo fuerza para las actividades del día, mejor sería no madrugar, para que mis nervios estuvieran más tranquilos.  Por esto, me levanté a lo más entre las seis o las siete, y a veces después de las siete.”
            “Por la misma razón, me propuse acostumbrarme a dormir un cuarto de una hora, o media hora tal vez, después de almorzar; pensando que calmaría, con esto, un poco más mis nervios.  Con todo esto y no obstante, mi alma con regularidad sufría a cada día y a veces mucho, pues inesperadamente me llegaban trabajos urgentes quitándome el tiempo para orar y leer la Palabra.”
            “Por la gracia de Dios, después de escuchar aquel comentario que mencioné anteriormente, me propuse que, no importaba que sufriera mi cuerpo, nunca más perdería el tiempo más precioso acostado en la cama.  Por la gracia de Dios, pude aquel mismo día levantarme más temprano y así lo he hecho desde entonces.”
            “Me permito ahora más o menos siete horas de sueño, lo que basta para refrescarme, aunque sigo débil y tengo mucho cansancio mental.  Sumado a esto, he olvidado la siesta de la tarde.  El resultado es que he podido procurar más tiempo para los períodos preciosos de oración y meditación antes de desayunar.  De esta forma descanso mi cuerpo y más particularmente, mis nervios.  Ahora he estado mejor.”
            “Si Ud. se pregunta, ¿por qué debo madrugar temprano?  La respuesta es que quedándose demasiado tiempo en la cama:

            1. MALGASTA EL TIEMPO, lo cual es impropio a un santo, quien fue comprado con la preciosa sangre de Cristo, juntamente con su tiempo y todo lo que tiene, para el uso del Señor.  Si dormimos más de lo necesario, pensando fortalecer el cuerpo, es un malgasto del tiempo que Dios nos ha fiado como un talento, para usarlo en el desarrollo de Su gloria, para nuestro beneficio, para el beneficio de los santos y también para el beneficio de los infieles, que están alrededor nuestro.

            2. QUEDARSE DEMASIADO EN LA CAMA DAÑA EL CUERPO.  Igual de comer demasiado, el dormir demasiado nos daña.  Los médicos dicen que el quedarse en la cama más de lo que es necesario, pensando con esto cuidar más el cuerpo, no lo ayuda, más bien lo debilita.

            3. DAÑA EL ALMA.  Estar acostado en la cama no sólo nos impide dar la parte más preciosa del día a la oración y meditación, sino que también nos guía esta pereza a muchas otras maldades.”
            “Para saber del efecto positivo que el madrugar trae al interior y exterior del hombre, sólo necesita experimentar invirtiendo una, dos o tres horas diarias en el orar o meditar antes de desayunar, o haciendo esto en tu cuarto o en el campo abierto, con la Biblia en tus manos. Ruego a todos los que leen esto y que no están acostumbrados a madrugar desde muy temprano, que lo prueben, y van a alabar al Señor al hacerlo.  No se desanimen por sentirse cansados y amodorrados a causa de madrugar.  Pronto se irá eso.  Después de unos días, se sentirán más fuertes y frescos que cuando se quedaban en la cama una o dos horas más de lo que necesitaban.”

            El Dr. A.T. Pierson en su libro George Müller of Bristol (Jorge Müller de Bristol), revela cómo pesó más la convicción acerca de la importancia de la oración, al Sr. Müller.
            “En el año 1837 el Sr. Müller, teniendo 32 años, sentía una creciente convicción que le faltaban dos cosas para que él creciera en gracia: piedad y poder para servir.  La primera era más aislamiento para tener más comunión con Dios, aunque se perdiera algo de su obra pública, y la segunda era ampliar más la provisión para la supervisión espiritual del rebaño de Dios.”

            “La primera de estas convicciones tiene un énfasis que toca la vida de cada creyente en su centro vital.  Jorge Müller estuvo consciente de estar demasiado ocupado en sus quehaceres para orar como se debía.  Sus actividades fueron demasiado pesadas, como para que le quedara tiempo para reflexionar interiormente.  Y, vio que había riesgo de perder la paz y el poder, y que la actividad, aun en los quehaceres sagradísimos, no debe ser tan absorbente que impida la santa meditación en la Palabra y la suplica ferviente.  El Señor primero dijo a Elías, “Apártate... y escóndete”, luego, “Ve, muéstrate” (1 Reyes 17 y 18).  El que no se esconde a sí mismo primero en un lugar privado, para estar a solas con Dios, no está preparado para mostrarse en un lugar público para obrar entre los hombres.”

            “El Sr. Müller posteriormente tuvo por costumbre decirles a los hermanos con ‘mucho quehacer’, que invirtieran el tiempo debido a Dios. Les explicaba que cuatro horas de trabajo con una hora de oración en la madrugada es mejor que cinco horas de trabajo sin orar; también les decía que nuestro servicio al Maestro es más aceptable y nuestra misión al hombre es más provechosa, cuando estuviera empapado de la humedad de las bendiciones de Dios- el rocío del Espíritu.  Lo que se gana en cantidad se pierde en calidad, cuando un compromiso sigue a otro sin intervalos para refrescar y renovar la fuerza de la fe en Dios.  Quizás ningún hombre desde Juan Wesley realizó tanto en su larga vida como Jorge Müller, no obstante, pocos se han retirado tantas veces y por tan largos tiempos al pabellón de la oración.  De hecho, desde cierto punto de vista, su vida parece más dada a la suplica e intercesión que al mero actuar u ocuparse entre hombres.”
            El Dr. Pierson también ha registrado el amor de Müller para la Palabra de Dios.  “A sus 92 años, Jorge dijo: —Por cada página leída de otros escritos, estoy seguro que leía diez de la Biblia.  —Durante los últimos veinte años de su vida, la leía completa y cuidadosamente cuatro o cinco veces al año, consciente del rápido crecimiento en el conocimiento de Dios al hacerlo.”

Todo el día, quizás, tus pies tienen que pisotear el valle,
Todo el día la muchedumbre se apura alrededor-
Agolpándote demasiado incesantemente
Con voces fuertes de dolores, peleas o canciones.

Antes la muchedumbre, antes el valle
Antes de la labor que te afana, corazón y manos,
Alístate, en la primera y fresca hora matutina.
Allá en el monte, a solas con Dios estar.

¿Qué, pues? Oh, Él te espera allí-
Para revelarse a Sí, su hermosura extraña y dulce;
Para tener comunión contigo a solas-
Para levantarte arriba de las sombras terrenales, hasta la realidad.
                                                                                                                        -E.H. Divan

            Guillermo Bramwell, un hombre usado poderosamente por Dios en Inglaterra, tuvo muy firmes convicciones acercas del madrugar para orar y leer la Biblia.  “Su costumbre fue levantarse a las cuatro de la mañana en el verano y a las cinco en el invierno.  Si estaba en un lugar donde la gente empezaba a trabajar antes de estas horas, se levantaba más temprano, a menos que no pudiera, pues no podía soportar la idea de que alguien se ocupara en trabajos mundanos antes de que él entrara a servir al Padre Celestial.  Ese tiempo reconquistado del sueño fue añadido con diligencia al orar, leer las Escrituras y estudiar.  Encontró que aquellos días que comenzaban con oración insistente, pasaban en alabanzas gozosas y acciones de gracias.  Por lo general, su plan era orar fervientemente por un rato, luego leer uno o más capítulos de la Biblia, y luego acercarse otra vez al trono de gracia.  Estos ejercicios alternativos se repetían varias veces en la mañana.  Él dijo: —Me gusta llenar mi alma de Dios en la mañana, entonces logro vivir en el Espíritu todo el día.”
            “Varios de sus amigos, con quiénes se alojaba en el campo, testificaron que por la mañana, cuando salía de su cuarto para desayunar, su cabello estaba empapado de sudor, como que si hubiera estado trabajando rigurosamente con su fuerza bruta.  Estos esfuerzos produjeron los resultados deseados y tal Jacob luchador llegó a ser un Israel dominante.”
            “Muchas veces se levantaba a medianoche para orar y sus amigos lo encontraban a veces arrodillado y envuelto en una frazada, cumpliendo su ejercicio encantador.”
            Escribiéndole a un amigo, le aconsejó, “Oh, cuánto Satanás te tentará para que te quedes en la cama en esas mañanas frías, cuando debieras ocuparte en orar y estudiar en cada una de ellas, levantándote a las cinco o antes.  Si practicaras esto, ¡Cuántas maravillas haría Dios con su Palabra en tu alma y tu familia!”
            En otra ocasión él escribió, “Si recibes lo que llamo ‘el completo reposo’ por la mañana, con la mente fija en Dios, el descanso tranquilo; esto te llevará encima de tus pequeñas preocupaciones con la mejor paciencia, tal cual águila sobrevolando la tormenta, y la cruz diaria será la bendita forma para llevarte al cielo.  Y esto es un cielo constante; es tu morada- es tener a Dios como tu Todo.”
            Un hombre con tales y consistentes costumbres de orar está seguro de ver el poder de Dios obrar por medio de él, en cualquier circunstancia de su vida.  
En una ocasión, Guillermo oró por un niño ciego, mientras se preparaba para irse; lo cual pasó a ser un milagro de sanidad, y que si hubiera pasado en el tiempo actual, se proclamaría por todo el mundo. Parecía al Sr. Bramwell como la única cosa anticiparse cuando se descubría el propósito de Dios.  Citamos el acontecimiento como se escribe en Striking Incidents of Saving Grace (Incidentes Notables de la Gracia Salvadora) por Enrique Breedon:
            “Cuando Guillermo Bramwell viajaba en el circuito de Nottingham e iba a predicar en las cercanías de Watnall, siempre se iba a pasar las noches a la casa del Sr. Greensmith.  La última vez que estaba en dicha casa, antes de salir del circuito de Nottingham, la maravillosa curación aconteció.”
            “Esa mañana el Sr. Greensmith se había ido muy temprano a su trabajo, y el Sr. Bramwell desayunó solo con la señora y los dos niños.  Después de desayunar, el ministro oró con los niños, como se ora en una oración familiar; y fue así, pues fue su última visita, la hizo fervientemente por ellos.  Luego, listo ya, se preparó para montar el caballo para irse a la próxima cita.  Pero antes de irse, preguntó, —¿Dónde está el niño ciego?”
            “La respuesta fue, —Detrás de la puerta.”
            “Entonces el cieguecito Guillermo salió de la casa hacia donde estaba el otro Guillermo, el Sr. Bramwell, quien puso las manos sobre la cabeza del cieguito.  Se quedo parado, poniendo las manos sobre el niño por un rato, en oración mental, dando profundos gemidos.  Después de un rato, terminada su oración por el niño, le dio la mano al cieguito y a los otro dos, pasó de la puerta a su caballo parado allí, lo montó y se fue siguiendo su viaje.”
            “Apenas había salido a la calle cuando el cieguito gritó en voz alta, —¡Oh!  ¡Nuestro Bess!  ¿Dónde está el Sr. Bramwell? ¡Puedo ver!  ¡¡Puedo ver!!  ¡¡¡Puedo ver!!!  —Luego todos los muchachos empezaron a gritar y a correr maravillados en pos del hombre de Dios, clamando, —¡Señor Bramwell!  ¡Señor Bramwell!  ¡Puede ver!  ¡Puede ver!  ¡Puede ver!  —Entonces el buen hombre esperó para escuchar el suceso, se regocijó con ellos, les bendijo otra vez y se fue.”
            “Y Guillermo Greensmith, el cieguito que fue sanado, a quien conocí durante los últimos cincuenta años, vivía después en Harrogate hasta la edad de casi ochenta años, ¡siempre con la mejor vista, hasta el día de su muerte!”

Pues nunca duermas mientras amanece; a la oración te debes
Levántate con el día; estas horas son puestas como importantes
Entre el Cielo y nosotros: el maná se hizo mal
Después del amanecer; porque el día empaña las flores:
Levántate y gánate al sol; el sueño abunda el pecar,
Y las puertas de los cielos están abiertas; cuando las del mundo están cerradas.

            Juan Eliot, uno de los primeros pobladores de Nueva Inglaterra, EE.UU., se ocupaba plenamente entre los nativos de esa región.  Cotton Mather escribió acerca de los ejercicios de ese misionero pionero: “El sueño que él se permitió nunca le robó las horas matutinas; sino que tomó a la mañana nada menos que como amiga de sus meditaciones.  Aconsejaba a los estudiantes: —Los ruego, estén atentos a ser pájaros del alba.  —Y durante más de veinte años antes de su muerte, se alojaba en la sala de estudio para poder estar solo, para disfrutar las madrugadas sin hacer ningún ruido que molestara a sus amigos, quienes al darse cuenta de su denuedo, le decían: —Maestro, ¡ten misericordia de ti mismo!”

Oh hermano; en estas horas quietas
Los milagros de Dios se hacen;
Les da a Sus amados en el sueño
Un tesoro no buscado.

Me siento a sus pies como un bebé,
Donde los momentos me enseñan más
De todo trabajo y de todos los libros
De todos los siglos atrás.
                                                                                                            -Gerardo Tersteegen


PREDICADORES INGLESES

“He estudiado la Biblia y la historia cuidadosamente, y me he dado cuenta que dónde se encontró un hombre poderoso, existió un hombre orador.”  Tal fue la profunda conclusión del obispo J.C. Ryle.  Nuestra propia indagación sobre las biografías religiosas igualmente nos han convencido que los hombres y las mujeres del pasado y del presente que marcaron, y van marcando, a sus generaciones con una marca indeleble, fueron y aún son, siempre y cada vez, personas oradoras.  Estos guerreaban contra el reino del diablo; hicieron justicia; hicieron llegar el reino de Dios, echando afuera el reino de la oscuridad; todo esto por medio de la oración.  Aun los más orantes de hoy en día se sienten muy contentos al comparar su vida devocional, tomando como punto de referencia los escasos y flaquitos momentos dedicados a la devoción a Dios (a Quién se dicen servir), esto de acuerdo a la mayoría de los cristianos evangélicos.
            La realidad por la que fracasamos en no bajar en nada las estadísticas del crimen, la borrachez, la inmoralidad, la iniquidad y la violencia, hace mentirosa la idea que estamos forjando a muchos convertidos del modo que lo hizo la iglesia primitiva, que cambiaban al mundo.  ¿Puede Dios ser Dios y a la vez dar a nuestra ligera, entretenida y barata evangelización de hoy en día su ayuda sobrenatural, que los hombres del pasado consiguieron con dolor y agonía del alma, con vehementes oraciones y abnegación?  Algunos se ríen acerca de este tipo de severidad y creen que sólo con imitar a los hombres mundanos que queremos ganar, vamos a tener éxito.  Pero, el carácter de Dios no cambia para agradar a un cristianismo adulterado.
            Lo más saludable que podemos hacer es estudiar las fervientes vidas orantes de los fructuosos ganadores de almas.  ¿Cómo oraban?   ¿Cuánto tiempo oraban?  Sin hacer cuenta de nuestra profesión, no temamos medirnos con respecto a ellos de acuerdo a nuestro propio orar, aunque nos lleve al arrepentimiento y lágrimas.
Jorge Fox
            Los primeros cuáqueros fueron gente muy orante.  Guillermo Penn dijo tocante a Jorge Fox, “Sobre todo, Jorge Fox sobresalió en el orar.  Lo interior y la luz de su espíritu, la reverencia y la solemnidad de su hablar y comportarse y, la escasez y el peso de sus palabras, muchas veces han tocado aun a desconocidos, dejándolos admirados, pues esas palabras fueron usadas por Dios, para alumbrar a los oyentes.  Tengo que decir que fue la más tremenda, viva y reverente disposición para orar que he visto y sentido, esto era cuando él oraba.  Él conocía y vivía más cerca de Dios que otros hombres.”
            Si pudieran las paredes de las cárceles grabar las oraciones de los cuáqueros, tendríamos un poderoso recuerdo de esa oración prevaleciente, porque vivieron muchos años de sus vidas en esos lugares malsanos; y aun así, preservaron la fe en Dios.
José Alleine
            Los puritanos también eran gente muy oradora.  José Alleine, quien escribió su libro Alarm to the Unconverted (Aviso a los Inconversos) mientras estaba encarcelado, fue expulsado de su hogar y púlpito en aquel tiempo, en Inglaterra, cuando más de dos mil ministros rehusaron someterse al estado, quedándose fieles a Dios y a sus propias convicciones interiores.  El Sr. Alleine respiraba el ambiente del otro reino.
            “Aunque la situación es apta para estar perturbado y molesto” él dijo, “creo que igual a un pájaro, fuera de su nido, nunca estoy contento hasta tener otra vez la comunión con Dios; como la aguja de la brújula, que está inestable hasta que descansa señalando el norte.  Puedo decir, por la gracia, con la iglesia, ‘Con mi alma te he deseado en la noche, y en tanto que me dure el espíritu dentro de mí, madrugaré a buscar:’ (Isa. 26:9).  Mi corazón está temprano y tarde con Dios; la ocupación y el encanto de mi vida es el buscarle a Él.”
            “Derramaba su corazón mismo al orar y predicar” dijo el biógrafo del Sr. Alleine.  “Sus súplicas y exhortaciones eran tan íntimas, tan llenas de santo celo, de vida y de vigor que vencieron a los oyentes; apaciguó, desheló y a veces deshizo los corazones más duros.”
            Su esposa comentó que cuando él estaba de buena salud, “Se levantaba con constancia a las cuatro de la mañana o antes y se perturbaba si oía a los herreros u otros trabajadores en sus puestos antes que él estuviera en su lugar de comunión con Dios, diciéndome muchas veces, ‘Cómo me avergüenza ese ruido.  ¿No merece más mi Maestro que él de ellos?’  Desde las cuatro a las ocho oraba, contemplaba, y cantaba salmos; los cuales le encantaban mucho, los entonaba solo y con la familia.  A veces cambiaba la rutina de sus trabajos parroquiales e invertía días enteros en esos ejercicios privados en una casa vacía, a solas o en un lugar apacible de algún valle.  Allí oraba y meditaba en Dios y en el Cielo.
Carlos Simeón
            Había hombres piadosos en la Iglesia Anglicana, entre tales estaba uno llamado Carlos Simeón, un hombre profundamente espiritual.  Su biógrafo escribió: “Sin vacilar, el Sr. Simeón se levantaba cada mañana a las cuatro, aunque fuera invierno.  Después de encender el fuego, invirtió las primeras cuatro horas del día en orar en secreto y en estudiar devotamente las Escrituras.  Luego de esto, tocó su campana y llamó a su amigo y a su sierva, orando con ellos, en lo que llamó su ‘Oración Familiar’.  Aquí estaba el secreto de su gran gracia y fuerza espiritual.  Sacando instrucción de tal fuente y buscándola con diligencia, se consolaba en todas sus pruebas, y se alistaba para cada deber.”
            “Este madrugar no era tarea fácil para él; era una costumbre por la cual tenía que luchar para adquirir.  Sabiendo que amaba demasiado su cama, se impuso la pena de una multa por cada tropiezo, dándole a su sierva una moneda (una media-corona).  Una mañana, mientras yacía calientito y cómodo, se encontró a sí mismo razonando que la viejita sierva que tenía era pobre y la media-corona le serviría a ella de mucho.  Pero este escape práctico no se lo permitió; si se levantaba tarde otra vez, caminaría hasta el río Cam y echaría una guinea al agua.  Y así hizo, pero no sin una gran lucha, porque las guineas no eran abundantes en su bolsillo, además había aprendido a contar las monedas como si fueran ‘del Señor’.  Pero por Su Señor la moneda fue echada al agua y todavía está allí, sin duda, en lo hondo del río.  Nunca más pecó el Sr. Simeón en este asunto.
            Una ventana del segundo piso tenía vista hacia una sendita poco usada en aquellos días.  Y, solamente el Dios de este anciano hombre pudo decir cuantas veces la andaba de aquí por allá, confesando, pidiendo, consultando, alabando y adorando.  Creo que la sendita muchas veces fue mojada con las lágrimas de él, y fue endurecida por sus rodillas, mientras Carlos se paraba en un tiempo de adoración; porque pocos han sentido más profundamente que Carlos la bendición y el deber de la adoración.  Le encantaba hablar acerca de aquella visión del profeta, la de los serafines de seis alas, que vuelan con dos y se cubren con las demás, ante la gloria eterna…”
            Enrique Martín, un hombre convertido por la influencia de Carlos, dijo tocante al señor Simeón: “Nunca vi tal firmeza y realidad de devoción; tal ardor de piedad; tal celo; tal amor.  Debo a ese gran santo una deuda de gratitud, lo que no se puede cancelar.”  E igualmente la India debe a Carlos una deuda de gratitud por darle a tan consagrado misionero y traductor de la Biblia como Enrique Martín.
Juan Wesley
            Juan Wesley también fue un hombre de la Iglesia Anglicana quien, aunque guiaba a los metodistas, nunca salió del seno de la iglesia establecida.  Es difícil hallar a otro igual, en cuanto a su celo y oración.  Wesley no valoraba a otro cristiano que no orara por lo menos cuatro horas cada día.
            Encontramos en su diario personal este propósito: “Dedicaré una hora, mañana y tarde (sin excusa, razonamiento o pretexto), a la oración: cada una de estas horas con seriedad, fervientemente y con resolución.”  Y durante cuarenta años, día tras día, su diario comienza con la palabra “Oré”.  También terminaba con oración y durante el día la consideraba bastante importante, porque recordaba cuantas veces había orado cada día, sea cuatro o cinco o aun seis.  En sus numerosos viajes, en los cuales le organizaron muchas visitas, se negó a sí mismo de los tiempos sociales, los cuales según él podían hacer malgasto de su tiempo; se permitió, en estos asuntos, solamente una hora durante cada día y este tiempo fue de carácter tan espiritual que casi parecía una ‘reunión de clase’ metodista.
            A pesar de que estuvo muy envuelto en los deberes públicos, fue a la vez un hombre muy aislado.  Él dijo que a causa de tanto viajar montado “estuve aislado, a veces, durante diez horas de continuo en un sólo día, como si hubiera estado en un desierto.”  Y así, pocos hombres se mantienen tan aislados de sus compañeros, como él lo estaba.  Aun así, se levantaba a los cuatro de la mañana para tener más tiempo a solas con Dios.
Juan Fletcher
            Juan Fletcher, miembro de la Iglesia Anglicana y socio de Juan Wesley, se volvió miembro de la iglesia metodista por esta cualidad- la mucha oración entre ellos.  Su inicio fue de una manera extraña.  Fue reprimido por su patrona, la señora Hill, porque copiaba música por las tardes en el ‘día del Señor’.  Y por esta razón, se dedicó a sí mismo a los deberes religiosos.  Un día, la señora Hill dijo que ella pensaba que Juan Fletcher se haría un metodista.  Él dijo:
            —¿Metodista?  Señora, dígame, ¿Qué es eso?
            —Pues, los metodistas son gente que no hace nada, solamente oran, oran todo el día y toda la noche.
            —¿Así son?  Entonces, Dios mediante, los hallaré, si viven en la tierra.
            No es extraño, entonces, que el señor Fletcher llegó a ser uno de los más píos de su época.  Pasado un tiempo de unos cuantos meses, rebosaron tales súplicas y ruegos, que las paredes de su cuarto testifican de la carga de su corazón y quedaron manchadas por las respiraciones de sus súplicas.
            Su esposa era de una familia adinerada y aunque nunca dejó la Iglesia Anglicana, ayudaba a Juan Wesley a promover el metodismo.  Ella Dijo: “He recibido maravillosas respuestas en la oración.  Esta tarde estuve dos horas retirado en oración, y las hallé como las mejores del día.  Dios, ¡Dame un espíritu orante!”  De igual modo, en otra ocasión escribió, “Encontré [los últimos] tres años compuestos de la oración.  Nunca he conocido tales sufrimientos, pero tampoco he conocido tales tiempos de bendita oración.”
Juan Nelson
            Al leer los anales de la Iglesia Metodista, encontrarás que este grupo produjo gente muy orante.  Un líder orante produce predicadores y laicos orantes.
            Uno de los ayudantes de Wesley: Juan Nelson, dijo, “Si inviertes varias horas en la oración diariamente, verás cosas maravillosas.”   Resolvió levantarse de la cama cada medianoche y sentarse hasta las dos de la mañana, orando y charlando con Dios.  Luego, dormía hasta las cuatro, a tales horas siempre se levantaba para empezar el día.  Podemos decir al igual que L.M. Montgomery, “¿No es hermoso que existan los amaneceres?”

Guillermo Bramwell
            Guillermo Bramwell existió en Inglaterra como una genuina llama de fuego.  Ganó a las almas por miles, pero detrás de la escena había agonizantes luchas e incesantes oraciones.  Su biógrafo dijo: “Se mantenía arrodillado durante horas.  Casi vivía así.  El fuego del Espíritu que tenía fue aprehendido por medio de las horas invertidas en la oración.  Muchas veces estaba hasta cuatro horas seguidas, retirado a la oración.”
            “Después de doce horas de gemidos, ocupando todas las maneras, Dios ha abierto los ojos de los ciegos.  Nunca vi el poder de Dios tan visiblemente manifestado; cualquiera que fueran los resultados, Dios fue quién los produjo.”
            Guillermo buscaba con diligencia renovadores bautismos del Espíritu Santo, ayunando y orando.  Dijo: “Estoy bebiendo del Espíritu mucho más profundamente hoy: a través del orar sin cesar, recibiré la plenitud de Dios.  Más que nunca, tengo vergüenza de la incredulidad.  Oh, ¡Cuánto ella deshonra a Dios y Su verdad!”
            “Veo más claro que antes que los que están rendidos a Dios en oración continua, son gente de acción, en la tierra y en el cielo.  Pasan por el mundo con serenidad, son obedientes a llevar la cruz y se glorían más entre más pesada fuera la cruz..  De otra manera, si no están rendidos a Dios en oración, cada cruz les traerá una mayor perplejidad y les roba el poco amor y gozo que tienen.  Estar vivo en Dios en todo, es como tener dos cielos; estar inestable y de medio corazón, es cómo tener dos infiernos.”
            Bramwell aconsejó a otro ministro: “Oh hermano mío, proponte madrugar, no dejes que carne y sangre te lo impidan; gana en este punto y todo lo conquistarás.”  A otro escribió: “La oración constante traerá la gracia para sus propósitos.  Toca la puerta con persistencia, toca fuertemente y acércate seguro de lo que tienes.  No digas, ‘He orado, mañana y tarde’, sino hazlo varias veces al día.  Sí, siete veces al día llámale.  Oh, ¡esta oración, esta fe, este Dios, este cielo!”
            También nos compartió de sus luchas: “Mi guerra es continua.  Por todos lados están los poderes de las tinieblas.  Las tentaciones por mi flaqueza, desánimo, por poner a un lado la predicación y la oración, son tan grandes como nunca antes, sí, quizás sean aun mayores.  Las invitaciones a banquetes por muchos amigos de ese lugar, que eran adinerados y muy amistosos, eran más numerosas que antes; y esas invitaciones tienden a producir efectos negativos.”
            De esa forma, se negó a sí mismo las largas pláticas con hombres.  Y, cuando charlaba con otros, dejó la política a los políticos, el negocio a los negociantes y puso énfasis en la importancia del alma y su necesidad de Dios, ¡AHORA!
            Alguien que se alojaba con el señor Bramwell decía: “Él tenía la costumbre de enclaustrarse [en un cuarto especial] e invertir hasta dos, tres, cuatro, cinco o aun, a veces, seis horas en la oración y meditación.  A menudo entraba al cuarto a las nueve de la mañana y salió hacia las tres de la tarde.  Los días de sus más largas visitas con Dios fueron, yo creo, los días de ayunos.  En esos días rehusó cualquier refresco y dijo al entrar al cuarto: —Olvídate ya de mí.”

Juan Smith
            “Dios hará maravillas en la vida de otros, como respuesta a nuestras oraciones” dijo Juan Smith, ministro usado por Dios de una manera extraordinaria, durante los primeros años del siglo XIX.  Pocos han alcanzado la estatura de este hombre.  Cuando sus amigos se quejaron de sus excesivos esfuerzos por ganar almas, lloró por sus regaños, diciéndoles que un alma valía tanto que no le importaba su propia vida, ni la vida de su esposa e hijos.  Nada podía desviarle ni hacer que él cesara sus arduas y esforzadas labores por la salvación de tales almas.
            En una biografía de él, Ricardo Treffrey nos da un pequeño vistazo de las horas que ese hombre estaba orando.
            “Los tiempos de cultos familiares a menudo fueron ocasiones para un gran derramamiento del favor divino.  ‘Anoche en el culto familiar tuvimos un bendito bautismo del Espíritu, nos consagramos de nuevo a Dios y Él nos aceptó’ escribió Juan.  Su impresionante y tocante piedad se mostraron más cuando este esposo, padre, maestro y amigo estuvo acompañado por los miembros de su familia.  Las observaciones del señor Smith sobre las Escrituras (tales lecturas fueron una parte regular del culto), la especial dulzura de la música de la familia, seguido por la poderosa y apropiada oración, no podían dejar de afectar la mente religiosa.”
            “Después del culto familiar de la mañana (antes del cual, el señor Smith se preparó en unas horas de devoción privada), se volvió a los ejercicios de su aposento, y a veces arrodillado o postrado, luchaba con Dios, como lo hizo Jacob, hasta que una gran parte del piso estaba mojada con sus lágrimas.  En una charla íntima con su amigo: el señor Clarkson, dijo que a veces oraba unas dos o tres horas, antes de poder encontrar la comunión sin restricciones con Dios, la cual siempre buscaba y que en la mayoría de veces la obtuvo.”
            “Frecuentemente,” dijo un amigo de Smith, “cuando yo llevaba a su casa a alguna persona que buscaba la salvación, interrumpí sus devociones, las cuales él hacía durante siete u ocho horas de continuo.  Algunas veces estaba en oración toda la noche, y a veces, pasaba así varias noches seguidas, por lo menos la mayor parte de ellas, orando.  Y, cuando visitaba otros hogares, los miembros de la familia donde se alojaba eran despertados, a diferentes horas de la noche, por sus gemidos.  Sus deseos fueron demasiados grandes y sus emociones demasiadas fuertes para controlarse.”
            “De sus oraciones públicas y sociales, que fueron sencillas y genuinas, muchos han testificado que la influencia divina mezclada con ellas fue más sublime que cualquier otra cosa experimentada en el pasado.  El mismo autor de este libro, al igual que muchos otros, ha visto a personas tan tocadas por ellas, que se desmayaron y fueron sacados del lugar de acción en estado inconsciente.”
            Una vez, mientras predicaba en el circuito de High Wycombe, la congregación estaba reunida, esperando al predicador: Juan Smith, pero no se encontraba en ningún lugar.  Después de un rato, le hallaron en un lugar recluso afuera, tan completamente absorto en su intensa oración que se distraía del paso de las horas, olvidando por completo su cita para predicar.  No es una maravilla entonces, que muchos fueron bendecidos, justificados y santificados.  Por dondequiera que iba, había resultados que le seguían.  Pero, su cuerpo no pudo aguantar tales demandas intercesoras y, a la temprana edad de 37 años, falleció; todavía maravillado con el pensamiento del valor de las almas y la magnitud de la redención.  Oh Dios, ¡dale a tu iglesia más hombre como él!
Samuel Bradburn
            Samuel Bradburn fue otro de los predicadores de Juan Wesley, y posteriormente llegó a ser el presidente de la conferencia metodista.  Las revelaciones privadas de su alma manifestaron tal cómo era él.  Dijo él: “Me culpo a mí mismo en muchas cosas, en particular, de no vivir más en un espíritu de oración.  Pero bendigo a Dios por hacerme ver esa falta y por sentir un avivamiento en este momento, con una determinación para comenzar de nuevo.”  En una exhortación dada por uno de sus superiores, le dijo: “Acuérdate que te toca ganar almas y si no haces esto, tu leer, orar, estudiar y predicar es en vano.  Invierte por lo menos ocho horas diariamente en este trabajo, estando tú solo.”
Juan Oxtoby
            Juan Oxtoby era un hombre común en cuanto a los dones personales de inteligencia y en habilidades; pero, en cuanto a la oración era un gigante.  Uno que viajaba con él en el circuito de Halifax, Inglaterra, dijo: “Durante el tiempo de su estancia a Halifax, se dedicó mucho a la oración y regularmente invirtió casi seis horas arrodillado, rogando fervientemente a Dios por sí mismo, por la iglesia y por los pecadores, para quiénes él deseaba ardientemente la salvación.”
            Al encontrar con un problema raro o un campo difícil, acudió a la oración, a veces por unos días y noches enteras.  Dios no podía ignorar tales importunidades, y congregaciones enteras fueron movidas por el poder del Espíritu Santo a través de ellas.

Tomás Champness
            Tomás Champness, el redactor en otrora de Joyful News (Noticias Gozosas), la revista de Cliff Collage (Colegio de Cliff) en Inglaterra, conoció íntimamente la vida de oración.  Se adelantó en fe e inició un curso de seis meses de duración para entrenar a los laicos que hubieran deseado ministrar con dedicación exclusiva, pero no pudieron por razón de tener que trabajar para el cuidado de sus familias o de falta de recursos financieros.  Este curso se desarrolló en la muy conocida institución, Cliff Collage.  “Siento” dijo él, “si los metodistas no orarán, tendríamos que admitir el fracaso.  La oración que se sacrifica y agoniza más y más, ésta prevalecerá.  … Parece que algunos de los hermanos no les gustó lo que dije acerca de la abnegación, que ésta abrió los labios del Espíritu Santo y que la auto-indulgencia los cerró.  Pero, ¡es verdad!”
            Asimismo este campeón de la oración comentó: “Un hombre común dijo en presencia mía, —Tienen que levantarse temprano, por la mañana, si quieren navegar con las velas llenas del Todopoderoso.  Ese hombre habló la verdad.”

Samuel Chadwick
            Samuel Chadwick, también usado poderosamente por Dios y presidente de Cliff Collage en antaño, a menudo tenía tiempos cuando la enfermedad lo forzó a descansar de todo trabajo duro.  Nombró a estos tiempos de descanso “El Valle Soñoliento”, en donde siempre le fue dada una visión más amplia, para ponerla en práctica cuando volviera al ministerio activo.
            “Había ocasiones” escribió él, “cuando entré ‘Al Valle Soñoliento’ a escondidas, sintiendo vergüenza de estar allí.  Otras veces, me forcé por dar la vuelta y salir, como lo haría un culpable de delito.  Pero, al pasar los años, creí que yo debía quedarme allí más tiempo, para soñar y vagar.  Si llego al Trono de Juicio mañana, no tendré vergüenza de los días de sueños.  Porque, sí, he trabajado y no deseo haber hecho menos, sino que haberme quedado más en ‘El Valle Soñoliento’ para reforzarme con las bendiciones de allí.”
            Durante una conferencia a la que asistió, escribió, “Es un tiempo de felicidad.  Sin embargo, me siento faltando y anhelo volver a mi casa, pues hay pocas oportunidades aquí para leer en secreto y orar.  Para mí, no basta los sermones y cultos públicos.  Nunca prospero si no dedico mucho tiempo a solas con Dios.”
            En su niñez, Samuel comenzó la práctica de orar.  Tres veces al día, se retiró para orar.  Pero, después de siete años de predicar sin frutos y al llegar al fin de lo que la elocuencia y la lógica pudieron realizar, volvió a la oración.  Y pronto, treinta o cuarenta personas firmaron un pacto para orar diariamente por un avivamiento en la obra de Dios.
            Una porción de su diario nos revela un día típico de su vida.  “Dedico seis horas del día de hoy para los actos de la devoción.”  Y, en otra parte, “La mano dispuesta para responder espera la mano levantada del hombre, y el corazón que responde siempre, bendice más ampliamente que lo que el corazón rogante pidiese.”
            “Yo creía” dijo él, “que cuando un hombre hablaba a Dios, Dios le respondía y cuando Dios habla a un inglés, no le habla en holandés.  … ¡Cómo miraba yo a los hombres de más edad que estaban en el bar, abandonados por la iglesia y amigos como seres sin esperanza, y deseaba su salvación!”  Luego vino el avivamiento.  Los hombres malvados se rindieron.  “El fuego del Espíritu vino como respuesta a la oración de fe y de la obra incansable por la salvación de los perdidos.”
            En una de sus citas a Orkney, su alojamiento fue tal que no había lugar para orar en voz alta, sin molestar a otros.  Su biógrafo nos narra de cómo Samuel encontró un lugar apartado, en la cueva de una peña.  “Aunque él no lo sabía, había a unos que lo observaban retirarse para allí y se dieron cuenta que su evangelista frecuentemente invirtió muchas horas seguidas allí, en esa cueva fría de la costa, comunicándose con Dios.  A veces, pasó un día entero allí, en ayuno, en intercesión y en meditación.”
            Vale la pena meditar en el consejo que Samuel dio a los jóvenes ministros.  “Preparen bien el sermón antes del domingo, acuéstense temprano la noche del sábado y levántense temprano el domingo por mañana.  Inviertan tres horas a solas con Dios antes de salir al púlpito; Acudan a Él para leer, creer y orar acerca de su Palabra.  Háblale a Él hasta que Él te hable y te diga: —Ve con ésta tu fuerza.” (Jueces 6:14) 
            Cerramos este vistazo de la vida orante de Samuel Chadwick con unas palabras potentes, escritas por él en sus años más maduros: “Orar como Dios quiere que lo hagamos es una de las hazañas mayores en la tierra.  Tal oración nos cuesta y precisa mucho tiempo.  Oraciones hechas apuradamente y peticiones susurradas nunca producirán almas poderosas en la oración.  Los aprendices diaria y regularmente invierten horas, hasta conquistar su arte o trabajo.  Todos los santos que han sido orantes han invertido varias horas cada día en el orar.  En los días de hoy, no hay tiempo para orar, pero sin tiempo, mucho tiempo, nunca aprenderemos cómo orar.”
            Después que se escribieron estas palabras, la iglesia se ha alejado aún más allá de su posición de antaño.  Hoy las oraciones rápidas son muy comunes para el predicador apurado, quien trata de trabajar a todo tiempo en las cosas materiales y a la vez predicar, así como supervisar los muchos sociales de la iglesia.  O, si no está trabajando, tiene tantas citas y quehaceres que le resta tiempo de las ocasiones de tiempos largos y ensimismados, a solas con Dios, “cuando Dios se baja para encontrar al alma, y la gloria corona el propiciatorio.”


MAS PREDICADORES INGLESES

“Es triste que Dios tenga que esforzarse tanto para que alguien de aquí abajo Le preste atención.  Siempre está hablándonos, pero a pesar de que siempre hay algunos que tienen ganas de escucharle, los ruidos de este mundo bloquean nuestros oídos para que no llegue Su voz.  Dios habla a través de Su Palabra.  La mayor parte del conocimiento de Él proviene de ella.  La Biblia ya está impresa.  Fue inspirada por Dios y aún sigue inspirada.  Dios Mismo habla en ese libro.  Esto la pone en una lista separada, muy apartada de los demás libros.  Estudiándola detenidamente, con inteligencia y reverencia, la voluntad de Dios se revela.  Lo que Él dice cambiará por completo lo que tú digas.”
            Estas palabras fueron habladas por S.D. Gordon, quien escribió mucho acerca de la oración.  Nosotros, los autores, estamos de acuerdo con esto: que el leer y meditar sobre la Palabra de Dios es un aspecto de la oración.  Muchas veces acudimos a Él como bebés, o como cristianos carnales, pidiéndole cositas para nosotros mismos.  Los padres invierten mucho tiempo supliendo las peticiones de sus niños, cuando ellos están chicos.  —Mamí, ¿dónde está mi bolsita para la escuela? 
            —Mamí, ¡me lastimé el dedito! 
            —Mamí, no encuentro mi juguete. 
            —Papí, necesito dinero. 
            —Mamí, hoy hay exámenes en la escuela.  ¡Ora por mí, que yo los pase!
            Qué día tan alegre, para los padres, cuando su hijo ha madurado, viene y se sienta en gratitud y, en vez de pedir más para sí mismo, dice a sus padres: —Mira, papí y mamí, entiendo que ustedes ya están pasando tiempos difíciles y que hay problemas en su negocio.  ¿Qué puedo hacer para ayudarles?
            Hay tantos cristianos que nunca maduran y siempre están pidiendo para sí mismos.  No se dan cuenta que la Palabra dice que Cristo es Señor de la mies.  Él, Cristo, sabe donde está el lugar más necesitado para la cosecha.  Pero, tratamos de correr adelante de él, para cosechar donde nosotros pensamos que es mejor, quizás lo hacemos con sinceridad, pero a la vez equivocadamente.  Y, Él lo permite, hasta que nosotros, cansados de nuestros inútiles esfuerzos, acudamos a él, pidiéndole dirección.  Antes que pasara esto, siempre oramos: ‘Señor bendice lo que voy a hacer.  Bendice, por favor, el esfuerzo que nos proponemos.’  ¡Bendice, bendice, bendice!  ¡A mí, a mí, a mí, a mí o a nosotros, a nosotros, a nosotros, a nosotros!
            La verdadera oración es invertir mucho tiempo leyendo la Palabra de Dios, para descubrir lo que agrada a nuestro glorioso Señor; y luego, pedir para que podamos extender Su reino a Su modo, en vez de nuestro propio método pueril, que es tan limitado a causa de nuestra miopía.  Dios, sí, es muy paciente con Sus hijos; pero, nos preguntamos si Él está o no, muchas veces entristecido al ver tan pocos que verdaderamente se interesan en Sus deseos.
            Puedes decir, “Soy ministro en todo tiempo.  Pues, ¿se interesa Dios en mis esfuerzos?”  No: tal vez en algunos, sí, se interesa.  Pero la ambición personal, los deseos por un buen logro y la esperanza de satisfacción provienen del hombre natural y muchas veces se mezclan en nuestras oraciones.  Tan fácil es orar con mezquindad, “porque pedís mal, para gastar en vuestro deleites.” (San. 4:3)  Hay muchos que hacen mercadería con las almas de los hombres y mujeres.  En el Apocalipsis se habla de la caída de los mercaderes de Babilonia y la última en la lista de la mercadería es, “almas de hombres”.  (Ap. 18:13)  También, Jesús habló de los que dirán en el último día, “Señor, Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”  Y la sorprendente declaración será, “Nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad.”  (Mat. 7:22-23)
            Uno de los puntos notables del libro de los Hechos es que después del día de Pentecostés, Dios podía pedir que los hombres y las mujeres de ese entonces dejasen lo que hacían, y entrasen a Su obra.  Él tenía almas hambrientas, listas para la cosecha y también tenía a hombres tan maduros y sujetos, que se interesaban en lo del Señor y Maestro de los campos, blancos para la mies.  Y, seguirían “al Cordero por dondequiera que va”. (Ap. 14:4)
            Bendito día, cuando hayamos madurado y dejado atrás toda mezquindad, deseando compensar, por lo menos de manera pequeña, un poco de la bondad que recibimos durante nuestra niñez espiritual; y por fin, nos aquietamos ante de Su presencia, pidiéndole acerca de lo que es más precioso ante Sus ojos.  Cuánto más nos enriqueceríamos estudiando Su Palabra, permitiéndole hablarnos en cuanto a la maravillosa, perfecta y aceptable voluntad de Él.
            Hoy en día, se necesita de un cuantioso volumen de oración, basado en la Palabra de Dios.  Muchas veces Dios responde a nuestras pueriles peticiones, pero con consecuencias que nos fuerzan a nuestras rodillas en humildes súplicas; ya más sabio, entendiendo que es mejor no pedir algo contra las enseñanzas de Jesús.  ¡Cuídate de cómo oras!
            Juan Wesley les enseñó a sus rebaños que tendrían que alcanzar el balance con reproche.  Si tendrían gran bendición, ¡igualmente tendrían que recibir el odio, el abuso y la burla!  No solamente detrás del púlpito predicaba Juan Wesley; también, se hizo más vil ante los ojos de aquella gente, saliendo a los campos y mercados, predicando el evangelio para ganar las almas.
Roberto Hall
            Entre los primeros bautistas de Inglaterra, encontramos hombres de oración y muy prácticos.  Uno de tales fue Roberto Hall, quien maravilló a sus oidores, aunque de estos, no todos fueron agradecidos.  El secreto de su poder ante los hombres era que invertía mucho tiempo a solas con Dios, porque el que quiere recibir mensajes del Dios Eterno, no puede estar siempre con los hombres, para que no se empañe sus predicaciones con los sentimientos mundanos, que manchan el mensaje que proviene de Dios, para el espíritu del hombre.
            El biógrafo de Roberto dice la siguiente acerca de los devocionales privados de Hall: “Él casi totalmente estaba alejada de la sociedad.  Invirtió mucho de su tiempo en las devocionales privados y frecuentemente consagró días enteros a la oración y al ayuno; cual costumbre continuó hasta el fin de su vida, contándolo como un menester por al avivamiento y la preservación de la religión personal.  Cuando podía caminar, vagaba por los campos y buscaba refugio bajo los árboles frondosos; allí brotaron sus súplicas y agonías.  Con frecuencia, se mantenía tan absorto en éstas, que ignoraba el hecho que otros pasaban cerca, quienes recordaron con emoción el fervor y la importunidad de sus peticiones ante el propiciatorio, y de los gemidos indecibles.  Parece que toda su alma estaba en un estado de constante comunión con Dios.  Sus paseos por los solitarios campos produjeron esto, y esas sendas fueron mojadas por sus lágrimas en oración penitente.  Pocos hombres han invertido más tiempo que él en la devoción privada, y pocos se han retirado a la misma con más deleite.”
Antonio N. Groves
            El movimiento de ‘Los Hermanos’ se levantó en Inglaterra e Irlanda.  En esa época, Dios obraba en gran manera en los corazones de una muchedumbre.  El cuñado de Jorge Müller, Antonio Groves, no es tan conocido en general.  Con todo, era un hombre muy espiritual, impresionando grandemente a Müller.  Leyendo su biografía: Anthony Norris Groves, escrito por G.H. Lang, fuimos impresionado por la profundidad de su vida espiritual y la claridad de su entendimiento, las cuales se manifiestan en los extractos de su diario y sus cartas.
            “Cuán claramente vemos por todos lados,” aseveró él, “que la falta del placer espiritual en Dios y el encontrar toda suficiencia en Él son la base de toda pérdida espiritual: las aficiones espirituales necesitan cultivarse, porque no crecen sin el cuidado del agricultor.  Las cálidas y veraces emociones hacia Dios son, realmente, un manantial de puro gozo; pero, cuán poco se ponen en ejercicio vivo.”
            “Espera en Dios de continuo,” él escribió, “y el inicio de apartarse de Dios está en el esperarle de vez en cuando.  Hay algo en el corazón que nos avisa si estamos verdaderamente en comunión con Él; el alma que ha gustado de ésta no puede ser burlada por una visita fingida.  Una causa del desviar es el preferir otra cosa en lugar de la adoración a Dios, igual que los israelitas siguieron a los Baales.”
            “A menudo somos engañados a seguir lo mundano, pensando que podemos someterlo a la gloria de Dios, pero las cosas que pensamos doblegar, como arcos para tirar flechas contra los enemigos de Dios, se revierten y nos atraviesan con muchos dolores, desviándonos del camino de Dios.  Nada necesita más discernimiento que el descubrir las asechanzas del enemigo.  Con frecuencia, aparecen tan encubiertos que se piensa que son una guía de Dios.”
            Y, por fin, piensa en este tesoro dado por su biógrafo: “A nuestro mejor punto, necesitamos guardarlo continuamente, al igual que a lo más débil, o, como se dice, fallamos en nuestro punto más fuerte.  Moisés era un hombre muy manso, pero los israelitas enojaron su espíritu, y él habló lo indebido.  (Núm. 20:10; Sal. 106:33)  El señor Groves había sido un hombre de fe en comunión íntima con Dios, más profundamente que la mayoría de hombres.  Sin embargo, permitió que la vida externa sobrepujara a la interna.  ¿No es ésta una voz que llega a 10.000 de nosotros?  Un siervo, consagrado a Dios, me preguntó si él debía empezar otra empresa piadosa.  Le respondí, —Hazlo, si estás completamente convencido que tendrás bastante tiempo para orar por cualquier detalle de continuo.”  (Citas usadas con permiso de Paternoster Press, Exeter)

G.H. Lang
            El biógrafo del señor Groves, G.H. Lang, fue notado por su vida de oración.  Autor y evangelista ambulante entre ‘Los Hermanos’, era un hombre de aguda comprensión a causa de sus oraciones y conocimiento de la Palabra.  Unos cuantos libritos acerca de la oración, escritos por él, nos revelan los secretos descubiertos por él, durante su vida.  Al punto que dice en su auto-biografía, An Ordered Life (Una Vida Ordenada), se preocupaba por la infructuosidad en su ministerio y por esto, empezó a buscar a Dios.  Recibió su respuesta y nos explica cómo: “Cuando yo Le busqué acerca de este problema, Él respondió: —Los apóstoles dijeron, ‘Nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra.’ (Hechos 6:4)  Tú te has entregado a ti mismo para el ministerio de la Palabra y la oración.  Ponlos en mi orden y Yo obraré.  —[Esto es, poner la oración primero, no la predicación.]  Desde entonces puse yo en orden mi vida, para dar un día de la semana a la oración, con ayuno, y desde entonces en adelante Dios obró más poderosamente conmigo.  Los que esperan en el poderoso Jehová, cambian su fuerza humana al poder divino. (Isa. 40:29-31)  En cuanto a cómo procede esto, cesan de tocarse ligeramente los corazones humanos y empiezan a ser quebrantados como piedras golpeadas por un martillo; se tiene suficiente fuerza para atar a los malos espíritus que cautivan y entenebrecen a las almas, para que puedan ser librados los cautivos.” (Lu. 11:21-22) (Citas usadas con permiso de Paternoster Press, Exeter)
Haroldo St. John
            Haroldo St. John era otro evangelista de ‘Los Hermanos’ que viajaba por todo el mundo, dejando una influencia brillante.  Su hija, Patricia St. John, es muy conocida por sus excelentes libros para niños.  También escribió una biografía de la vida de su padre.
            “Tan íntima relación se necesita con Dios, para tener un santo ministerio,” dijo él, “y tan pronto se puede caer la flor.  Acuérdate que eres un vaso pulido, pero una sola respiración puede opacar el pulimento.  El crecimiento espiritual es gobernado por leyes fijas y tengo que obedecerlas— mucha oración, verdadero estudio de la Biblia, completo dominio de sí mismo, pleno manejo de los pensamientos.  Estas son las sendas de Dios para mí vida.”
            Otro comentario que hizo después de una predicación es citado a continuación: “Un día feo.  Una reunión de mucha gente, a llenar, pero totalmente sin vida.  No puedo discursar sobre la venida del Señor, porque ahora no lo vivo bastante.  Estuve errado en el alma, lejos y sin conexión.  Llegué a mi casa humillado, a pesar de que todos los demás estaban encantados del culto.”  ¿Cuántos evangelistas actuales llegarían a la misma conclusión, después de predicar a una gran multitud, seguidos de aplausos?  ¡Qué Dios profundice el ministerio de hoy en día!
            Hace años recortamos de una revista un artículo acerca de Haroldo St. John; pero, ahora, no recordamos quién fue el autor.  A continuación se da una parte de ese artículo:
            “Los maestros de la Biblia me aburrían.  ¡De hecho, algunos todavía lo hacen!  Sus discusiones sobre el significado de las palabras antiguas y de los rumbos teológicos me parecían tan irreales y sin significación actual.  Con todo, (como dice la Biblia) ‘hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan’, más precisamente, St. John.  ¡Pero por acá lo pronuncian: ‘Sinjun’!  Dios le usó para transformar mi vida, con respecto al estudio de la Biblia… Él era una exhibición viva del fogoso conocimiento.  Para mí, es una tristeza que él escribiera tan poco; pero, una biografía recién publicada (escrita por su hija, Patricia), preserva para nosotros algunas (¡ay, pero son tan pocas!), de las pepitas de oro, que él descubrió en su ‘Exploración Bíblica’.”
            “Yo siempre me maravillaba de la manera en que las palabras de la Biblia pasaban continuamente por su mente (¡me parecía que así era!).  Nos reunimos bastantes veces en la ciudad de Manchester para maravillarme en esto.  Por ejemplo, si yo estudiaba algunos meses sobre una profecía ininteligible, él me preguntaba durante el almuerzo: —¿Qué has encontrado?  —Entonces yo le explicaba lo que pensaba, diciéndole cosas que realmente no entendía muy bien.  Luego, sin mirar la Biblia, me daría un resumen completo de toda la profecía, citando capítulos y versos, los cuales yo sabía que eran correctos, porque ¡los estudiaba durante meses!  Pero, ¡él no tenía ninguna preparación o aviso antes de qué yo hablaría!  Esto pasó varias veces, las que puedo respaldar sobre lo que dijo el profesor F.F. Bruce, “Los hombres más jóvenes se refirieron a él como el maestro’”.  De igual modo, el señor Ford Mitchell de la Misión al Interior de China describió a Haroldo como ‘el hombre que conoció la Biblia mejor que cualquier otro en Bretaña’.”
            “Una cierta vez, se apagaron las luces en una gran reunión, mientras él leía un pasaje no muy conocido.  Con todo, el señor St. John siguió citando calmadamente el pasaje de memoria.  No es una maravilla que una mujer exclamara: —Yo daría el mundo, para conocer la Biblia, como tú la conoces.
            —Señora, —respondió este joven predicador, inclinándose con cortesía—, esto es exactamente lo que cuesta.”
            Unas cuantas citas de la biografía escrita por su hija, nos revelará de la íntima comunión que este guerrero de oración tenía con Dios por medio de Su Palabra:
            “Necesito ayudar a las almas, no solamente predicar.”
            “Un discurso desconsolador, a un puñado de gente apática.”
            “Un día ocupado, pero sin la plenitud del Espíritu Santo: lo confeso como pecado.”
            “Tengo que aprender a hablar solamente lo que he gozado de Dios.”
            “Él ha pasado por medio del fuego,” dijo con respecto a un hermano muy conocido, “yo he mirado hacia el fuego, no más.”
            “Antes de ser convertido, la pregunta es: ‘¿El cielo o el infierno?’  Después, la pregunta es: ‘¿El cielo o la tierra?’”
            “¿Edificas el carácter con piedra o ladrillo…?  Génesis 11:3, Isaías 65:3 e Isaías 9:10; estos versículos muestran como el ladrillo es un escape a los hombres para evitar una crisis, pero Dios usa piedras, piedras vivas: analicemos a 1º Pedro.”
            Ahora volvamos un momento al escrito anteriormente mencionado, para la palabra final: “¿Cuál es el secreto para encender el entendimiento?  ¡El Espíritu Santo! …La Palabra, la Palabra siempre, pero nunca la Palabra sin el Espíritu Santo…  ‘Más allá de la página sagrada, te busco, Señor.  ¡Mi espíritu te anhela, a ti, Palabra Viva!’”
            “Así era cómo crecía más fuerte, hasta el punto que estando moribundo, pudo susurrar una pregunta a su hija: —¿Has visto una vez a Dios?
            —No, papá —respondió ella.
            —Yo, sí. —replicó difícilmente—  Hace mucho tiempo.  No dije nada a nadie acerca de esto, pero después de descansar un ratito, te contaré…  —Pero nunca pudo revelar el secreto, sólo quedando como verdad sus dichos por medio del testimonio que manifestó ante todos: la realidad de su vida; especialmente cuando esperando la llamada final de Dios, expresó la eminencia de una vida que anda con Dios.  Dijo: —Mi cuerpo está desgastado por amarle tanto a Él, ahora sólo estoy yaciendo aquí, dejándole amarme a mí.”

¿Por qué nos maravillamos del volar
De un satélite nómada,
Cuando cada corazón adorante puede compartir
Un rico volumen de oración,
Que sobrevuele la tierra y alcance lejanías;
Más allá que la más fulgente estrella?
¡Más brillante que cualquier galaxia!
¡Más ancha que el infinito!
-Grace V. Watkins
Usado con permiso de Herald of Holiness (Heraldo de Santidad)

Roberto C. Chapman
            La piedad y devoción de Roberto Chapman fue como pocos.  Aunque se crió con una familia adinerada y culta, buscaba imitar el ejemplo del Señor Jesucristo; compró una casa humilde cerca de una tenería, en un distrito pobre de Barnstaple, Inglaterra.  Allí este soltero recibió a la gente de Dios como huéspedes, e insistía en lustrar los zapatos de ellos.  Aunque se quejaron porque lustrar zapatos era un trabajo deshonroso, el señor Chapman les explicó que ya no nos lavamos los pies [en aquella época y país no se necesitaba], y el dar lustre a los zapatos de los demás era algo muy semejante al ejemplo de nuestro Señor.
            Regalando la mayoría de sus riquezas a otros, vivía por fe, queriendo así estimular al pueblo de Dios a una vida de sencilla confianza ante las necesidades.  Su propia vida fue abnegada.  “A las cuatro de la mañana,” dijo su biógrafo Frank Holmes, “se le vio caminando hacia el campo.  Estos paseos de muy de mañana a veces le llevaron hasta Ilfracombe, para desayunar: 19 kilómetros, caminado sobre las colinas de Devonshire.   Una vez, por lo menos, caminó hasta Exeter —una distancia de 64 kilómetros— antes del almuerzo.  Normalmente, caminaba unos cuántos kilómetros, y al volver a la casa despertó a sus huéspedes y lustró sus zapatos.”
            “Por esto, se entiende que raramente se levantó después de las tres y media de la mañana.  A lado de su cama había una gran bañera cuadrada.  Cada noche, a las nueve en punto, dijo ‘buenas noches’ a sus huéspedes, se bañaba con agua caliente y luego se acostaba a dormir.  Cada mañana, mientras dormía el pueblo, se bañaba con agua fría y se cambiaba.  Una cierta vez le dijo a un visitante: —Oye, querido hermano, Dios nos ha dado un cuerpo apreciado y quiere que nosotros, como buenos obreros, lo guardemos en buena condición.  Abro los poros de mi cuerpo por la noche [en el agua caliente], y los cierro con un baño frío en la mañana.”
            “Hasta el mediodía, sea adentro o afuera de su casa, la mayoría de su tiempo lo invertía en la oración, la lectura de la Biblia y la meditación.  Se estima que por lo menos tenía siete horas de clara comunión con Dios antes de las doce.  Esto sin duda es el secreto de su poder espiritual.  La generación actual haría bien fijándose en su ejemplo.  La quietud del espíritu y la fuerza que viene del esperar en Dios por largo tiempo no son valoradas como se debe.  La actividad de la carne muchas veces sustituye el poder del Espíritu.  Una gran cantidad de trabajo se hace apuradamente; luego, se le pide a Dios que bendiga lo que se ha hecho, y se planifica con fervor para el día siguiente.”
            “Roberto Chapman realizó mucho trabajo, pero sin mucha turbación e intranquilidad.  Su vida era más como un ancho y gran río, que una bulliciosa y quebrada vertiente.”
            “Durante los sábados dio a su mente completo descanso, antes de los deberes del día del Señor.  Normalmente dedicaba todo este día a su taller de carpintería.  El caminar y la carpintería eran las principales formas de descansar su mente; el sábado era el día para la carpintería.  Detrás de su casita hizo un cuartito para tal ocupación.  Allí tenía un mesón y unas finas herramientas, de las mismas el más importante era el torno de madera.  Con este torneó muchas cositas.  Éstos los presentó como regalos a sus huéspedes o fueron vendidos para fondos misioneros.”
            “Normalmente, no se permitían las visitas los días sábados.  Fue bien comprendido por los vecinos, los que quisieron charlarle sobre algo, y escogieron otro día.  Un hermano que osó tocar la puerta un día sábado fue instruido: —Puedes entrar.  Pero habla solamente acerca del torno.”
            “Pero este descanso fue acompañado con ejercicios espirituales, porque siempre ayunaba los sábados y, mientras trabajaba, derramaba su alma en comunión con su Señor.  Esta costumbre de mezclar lo espiritual con lo práctico fue muy característica en Chapman.  Siempre oraba mientras caminaba o cumplía los quehaceres de la casa.  De hecho, rehusó reconocer cualquier distinción artificial entre los deberes religiosos y los materiales, pero siempre estaba conciente del mandamiento divino: ‘Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.’ (Co. 3:23)”
            “Quizá en un sentido, los sábados fueron los días más valiosos para él; porque en cualquier otro día su mente estaba ocupada en asuntos pastorales.  Los sábados fueron dedicados al muy necesitado refrescamiento de su propia mente y espíritu.  Una persona que entró deprisa a su taller, por una emergencia, dijo que la cara de Roberto resplandecía como la de un ángel.”
            Este patriarca tenía casi cien años cuando se fue para estar con su querido Maestro, dejando una vida fragrante con la que había bendecido a todo aquel distrito donde vivió, se movió y fue. (He. 17:28)


PREDICADORES ESCOCESES

  ¡Qué tremenda herencia nos ha sido dada por los piadosos escoceses de todas generaciones!  El secreto no es difícil de hallar.  No son las montañas fragosas de ese país, las que los hicieron santos; porque entre sus contemporáneos había forajidos, borrachos y otros pecadores.  Por supuesto, tampoco su naturaleza esquiva los hizo piadosos, ni los capacitó para mandar misioneros a todas las partes del mundo; siendo esto sin proporción, por los pocos habitantes de su tierra escasamente poblada.  El secreto es el mismo de cualquier otra gente con logros; eran hombres y mujeres de oración y amantes de la Palabra de Dios.  Sus vidas han brillado hasta nuestros días, porque conocieron a Dios por medio de la oración.  Aprendamos, de ellos, “Tocar y brillar”.
Juan Knox
            El protestantismo escocés comenzó orando.  Juan Knox primero fue un hombre orante, luego un reformador nacional y un predicador fogoso.  “¡Dame a Escocia o moriré!” fue su demanda vehemente, pero reverente, mientras llevaba su carga a Dios, a quien servía sin reservas.  No es maravilla, entonces, que Maria Reina de Los Escoceses exclamó que ella temía a las oraciones de Juan Knox más que a los ejércitos de Inglaterra.  ¡Pobrecita!  Si solamente hubiera pedido de ésas para sí misma, en vez de huir de ellas, ¡cuán diferente habría terminado su historia!
            Aquella época produjo a una gran multitud de hombres orantes.  Los tiempos difíciles demandaban a tales.  Juan Welch rogaba por Escocia durante horas seguidas, caminando de aquí para allá, en su huerto; o, envuelto en una alfombra en su sala de estudio, invertía toda la noche en oración, arrodillado.
Samuel Rutherford
            Era la oración la que llevó a los antiguos ‘Covenanters’ (Convenientes), a través de la porción más oscura, pero gloriosa, de su historia.  Fue la oración la que movió al pío Samuel Rutherford a proferir las palabras inmortales de la himnología; “La gloria mora en la tierra de Emmanuel.”  Tan íntima era su comunión con Cristo, no importaba dónde estuviera, en su amado pueblo Anwoth o desterrado en Aberdeen; esa ‘tierra de Emmanuel’ le quedaba cerca.
            Las cartas de Samuel Rutherford, escritas durante su exilio, no tienen iguales en cuanto a su profundidad de contexto espiritual.  Él deploró el pecado y las irregularidades de su juventud y buscaba ayudar a otros a que vieran la necesidad del verdadero arrepentimiento.   Sufrió la muerte de su esposa y dos hijos, pero fue consolado por sus feligreses y por las necesidades de estos.  Pero, le tuvieron que ser quitados estos también, siendo desterrado de su hogar y púlpito.  Aprendió, a través de sus sufrimientos, que el alma prospera mejor en el invierno de aflicción.
            Tal profundidad de la verdad, tal como la compartió este hombre, no se alcanza visitando de vez en cuando el trono de Gracia.  Antes de aparecer el alba, este santo escocés estaba buscando la faz del Salvador, a Quién llegó a amar con ferviente pasión.  Sus pérdidas se convirtieron en ganancias para el cuerpo de Cristo, porque si no hubiera perdido su púlpito y quedado confinado, no habríamos recibido sus excelentes cartas, escritas a sus amigos del Convenio.
Alejandro Peden
            Era la oración la que convirtió a una cueva en un Betel para “Auld Sandy” Peden, escondiéndose de las autoridades y preparando su mensaje para el siguiente conventículo secreto, en una valle recluso.  Y, como sería natural a cualquier persona en tales condiciones; ¡cómo oraba!  Estando de pie sobre un punto prominente, se dio aviso de la venida del enemigo.  Entonces, cuán sencillamente pidió al Dios que conocía tan íntimamente para que bajase su manto sobre el “pobrecito Alejandro”.  Con espontaneidad respondió Dios y bajó la inimitable llovizna escocesa, ¡y así “Auld Sandy” escapó otra vez!
Juan Livingstone
            ¡Cuán inspirantes son esos lugares marcados por los avivamientos de antaño!  El “Preaching Braes” (ladera de prédicas) en Cambuslang, durante los tiempos de Whitefield; Dundee y Kelsynth, donde el orante Guillermo Burns fue tan bendecido.  Y, hay la “Kirk ó Shotts (Iglesia de Shotts).  Alejandro Whyte, en su libro ‘Samuel Rutherford and Some of His Correspondents’ (Samuel Rutherford y Algunos de Sus Correspondientes), nos narra de la noche de oración a la Shotts, la cual previno del poderoso derramamiento de Dios sobre una gran audiencia, resultando en la conversión de 500 personas.  Pero no se sabe, por lo general, que ese avivamiento “se debió más a la respuesta de las súplicas de la señora Culross que a cualquier otro ser humano.  Sí, Juan Livingstone predicó el sermón en el día de acción de gracias, pero a través de la influencia que ella obtuvo, él consiguió ese avivamiento.  Predicó el sermón después de una noche de oración de la señora Culross y sus compañeras.  Por esa dedicación, sabemos del sermón de ese siguiente día y los logros de éste, como un resultado espectacular.”
            “No puedo narrar bien los sucesos de aquella noche a otra audiencia que no estuvo allí, en la iglesia de Shotts, con Dios.  Era tan diferente de lo que hemos visto o escuchado con anterioridad.  Quizá hay uno o dos aquí quienes han invertido noches enteras en oración, a razón de una crisis en nuestra vida; pasando de una promesa a otra mientras encontramos paz: como dice el salmista: “me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del Seol”.  Y nosotros, unos pocos, quizás hemos recibido milagros del cielo, los cuales pueden compararse de una manera pequeña a lo que hizo la mano de Dios en la iglesia de Shotts.  Pero aun los de nosotros que han compartido tales secretos de Dios, no hemos, yo así lo temo, invertido una completa noche de Santa Cena sin dormir, pero orando que pase un bautismo de bendición espiritual sobre la congregación del mañana.  ¡Qué madre de Israel era la señora Culross, con 500 hijos, nacidos por sus dolores de parto de un solo día!
            Escribiéndole después a Juan Livingstone, quien sufría persecución, la señora Culross no le prometió riquezas, salud y felicidad.  Escribió ella: “Tienes que ser cortado, golpeado, bruñido y preparado antes que puedas ser una piedra-viva (El apellido Livingstone quiere decir ‘Piedra-Viva’), preparada para Su edificio.  Y, pues sé que Él quiere adiestrarte para ayudar a otros, tienes que buscar otros golpes; además de los ya recibidos.  …Pero, cuando seas menospreciado y considerado vil, ante tus propios ojos, Él te levantará y te renovará con unas miradas de Su bendito rostro, para que puedas consolar a otros con las mismas palabras que Él te consoló.  …Pues Dios ha puesto Su obra en tus débiles manos, no esperes una tranquila vida acá.  Necesitas sentir toda la carga de tu llamado; un hombre débil, con un Dios poderoso.  La pena es por un momento, no más, el placer es por la eternidad…  Cruz tras cruz; para mí el cabo de una es el comienzo de la otra.”
Alejandro Whyte
            Alejandro Whyte era otro piadoso escocés de extraordinaria penetración.  Su absoluto odio al pecado y a la hipocresía, su amor por la oración privada y su muy seria perspectiva de la vida cristiana: todo se puede descubrir a través de sus escritos, que nos son dados como legado para beneficiarnos.  Bendecido con una madre de coraje, quien tenía un destacado carácter, Alejandro nació fuera de todo casamiento, pero su mamá rehusó casarse con el que era su padre.  Si fuera por causa de un profundo sentido de pecado o no, de esto no sabemos.  Con todo, rehusó varias ofertas para casarse, desdeñando el pensamiento de poner en otras manos la crianza de su carguita: su hijo.  Sin duda, ella tenía que soportar las burlas de los vecinos, cuyas vidas fueran, tal vez, más culpables que la suya ante los ojos del Juez Justo.  Quizá esta sea la razón del intenso odio de este astuto predicador al pecado, lo que se manifestó en sus sermones y escritos.
            Pero, fijémonos en la vida oracional de este ministro muy usado por Dios.  En una ocasión, un miembro de su congregación vino a él después de su sermón, diciendo: —Tu mensaje entró a mi corazón como que si tú hubieras llegado directamente de la Cámara de Audiencia de Dios.
            —Y, quizá, estés en lo correcto, —le replicó Alejandro.
            “Ora después del sermón… la oración por nosotros mismos y por los oyentes, después de la predicación se niega muchas veces.  No desestimes ni la una, ni la otra,” él aconsejó.
            “Teniendo un aposento y la llave de éste en su mano, ningún ministro tiene que desanimarse, a pesar de que realmente no sea dotado en hablar y orar en público.”
            “‘¡Apártate!  ¡Apártate!’  Ese gran profeta sigue anunciando a los oídos de cada ministro.  Cada ministro, en especial ustedes, apártense [para orar]” escribió Barbour, el biógrafo de Whyte.
            “Tanto que valoraba él, el privilegio de la adoración pública,” sigue escribiendo Barbour acerca de Alejandro, “y tan cuidadosamente que se preparaba para compartir su parte; con todo, a él la devoción más típica y alta era la oración privada.  Al ser preguntado, por un joven ministro, si uno se debe preparar para las oraciones públicas, hechas desde el púlpito, Alejandro replicó: —Claro que sí, pero la oración pública es, muchas veces, un acta formal.  —La misma idea se desarrolla en su sermón sobre ‘La Carga Escondida’, el cual se basa en uno de sus pasajes favoritos de los profetas menores; lo de Zacarías en que la palabra ‘aparte’ (o, ‘por sí’), se ocupa once veces en tres versos.  La disciplina, la oración, el motivo interior, la humildad ante Dios y los hombres, la pureza alcanzada por el sufrir: estos temas estaban entre los mejores de sus mensajes.”
            “Si oras mucho, estando solo, estás más allá de tu propia profundidad y eres más sabio que todos tus maestros.”
            Para él, la oración era un asunto muy serio y dio aviso a otros que no era fácil invertir horas clamando a Dios.
            “Tienes que entender que la oración, la real oración, no es la que todos en rededor piensan que es.  Jacob cojeaba de su cadera y el sudor de nuestro Señor era como grandes gotas de sangre, que caían hasta la tierra.  La verídica oración es trabajo arduo.  La oración necesita todo nuestro corazón, alma, fuerza, mente y vida; sea que estemos despiertos o durmiendo.  La oración es la acción más alta, noble y anormal antes de llegar al cielo.  Entonces, ¡ora! y ¡ora correctamente!  Y, cambiará tu entera naturaleza; igual que a Jacob ella lo cambió.  Ella cambiará hasta a los más viles, engañosos, traicioneros y miserables de los hombres; les cambiará a ser príncipes de Dios y hombres.  ¡Feliz es el hombre que tiene al Dios de Jacob como su ayudador!  Jacob pasó más de veinte años en pecado y tristeza; de remordimiento y arrepentimiento; de gratitud por eventos milagrosos en su vida; de arduos esfuerzos por obtener una mejor vida; y luego, encima de todo esto, pasó la noche, una noche sin igual, de temor y oración al vado de Jaboc: tal noche fue, que no hubo otra igual, hasta que acaeció la de nuestro Señor Jesucristo en Getsemaní.”
            En su libro Lord, Teach Us to Pray (Señor, Enséñanos a Orar), Whyte habla del orar de Santiago: “Santiago fue apodado ‘Rodillas de Camellos’ por los de la iglesia primitiva.  Santiago era tan dudoso que su hermano, Jesús, fuera el Cristo que, después de creer, siempre estaba arrodillado.  Y, cuando se le colocó en un ataúd, sus rodillas eran como las de un camello, en vez de ser como las de un hombre.  Eran tan encallecidas, tan rígidas y tan usadas en la oración que como tal hombre, nunca antes habían puesto a un fallecido en un ataúd.”
            Alejandro expresó tan bellamente nuestro deber de orar por los amigos: “¡Nuestros amigos!  ¡Tan mal actuamos ante ellos!  ¡Tan cortos de vista, tan crueles, tan mezquinos, tan inconsiderados somos!  Les damos regalos.  Nuestros hijos les dan a sus amigos regalos en Navidad.  A nuestros amigos les costamos mucha molestia y dinero, vez tras vez.  Les mandamos tarjetas, cubiertas con tantos versos y dichos admiradores.  Invertimos tiempo y les escribimos a todos nuestros amigos de antaño, cercanos y lejanos; cartas llenas de noticias y devotas se escriben en Navidad y el Año Nuevo.  Pero, ¡nunca oramos por ellos!  O, al orar por ellos, lo hacemos deprisa.”
            “¿Por qué hacemos todo por nuestros amigos, excepto lo mejor?  ¡Cuán pocos de nosotros cerramos la puerta durante las festividades de las dos últimas semanas del año [las de la Navidad y Nuevo Año], y con deliberación, discriminación y en particular, con importunidad, hemos orado por nuestros más queridos y amados amigos!  Usamos la discriminación en escoger los mejores regalos, para no ofenderles; pero no es así en nuestras oraciones.”
            “¿Quién en la familia, en la congregación, en la ciudad o en el exterior, será sorprendido por una bendición este año?  Sorprendido: por una providencia inesperada; una liberación no espectada; una cruz quitada o una dejada, la cual le bendecirá; un aguijón quitado de su carne; una salvación, por la que no tenía fe para pedirla.  Y todo esto porque nosotros pedimos e importunamos y cerramos la puerta estando con Dios a solas, para el bien de ellos.  En este mundo frío y solitario, un amigo de cualquier tipo es algo bonito.  Pero tener un amigo que tenga el oído de Dios, y que llene este oído una y otra vez con nuestro nombre y necesidad: ¡Oh!, ¿Dónde se puede hallar a tal?  O, ¿quién encontrará tal amistad en mí?”

“La bondad de Dios
Llegó a mí ahora mismo,
Montada en la oración de un amigo.
Con claridad, reconocí a las dos.
¡Cuán extraño!
Una oración (es regalo sin precio), a mí me es dada,
Llega, cargada con Dios Mismo.
¿Las oraciones, (pregunto yo)
Serán vasijas vacías, presentadas a Dios,
Para llenarse de Su gran bondad?
¿Por qué, entonces, no hay mucha oración?
¿Por qué somos mezquinos en cuanto a la oración?,
Cuando tanto la necesitamos nosotros mismos.
Margarita Estaver  (Citado con permiso, como fue publicado en Wesleyan Methodist)

            El Sr. Whyte formuló una excelente regla para la oración pública, a la cual todo cristiano debe poner en práctica: “Sería una ostentación y presunción orar por otros hombres, en público, de una manera igual a la que se permite y se manda que se haga privadamente.  Eso sería resentido y nunca perdonado, si se hiciera públicamente.  En la oración intercesora, las necesidades en particular, las personas actuales, los asuntos especiales y peculiares; todos son imprácticos e imposibles en la oración pública.  No seas tan osado en orar públicamente por otros, ni por ti mismo, como realmente se necesita.  Serás arrestado y echado en la cárcel, por un pleito de difamación si así lo hicieras.  Si pudieras ver a los hombres y mujeres alrededor de ti como realmente son; y si los describieras y rogaras por ellos a Dios para que los redimiera, renovara, restaurara y salvara; si oraras en tal manera, públicamente, el juez cerraría tu boca.”
            “Pero, en privado, ni tu amigo ni tu enemigo sabrán, tampoco glorificarán hasta el último día, lo que te deben a ti y a tu aposento.  Tú nunca recibirás la culpa, el resentimiento o la represalia por hablar de sus faltas y necesidades en público, si lo haces en secreto, al oído de Dios.  Las cosas que están destruyendo el carácter y la utilidad de tu compañero de adoración, no puedes hablar de éstas ni aun en un susurro, a tu amigo o a alguno suyo.  Pero, puedes, sí, debes, llevar sus faltas y vicios, todo lo deplorable y despreciable de él, a Dios, nombrándolos específicamente en tu aposento.  Y si haces así, persistiendo y perseverando en esto, aunque no lo creas, saldrás de tu aposento para amar, honrar, tolerar, proteger y defender a tu pecador amigo, más que antes.  Y, entre más ves sus faltas, más importunarás a Dios por él.”


MAS PREDICADORES ESCOCESES
Roberto Murray McCheyne
            El nombre de Roberto Murray McCheyne, el tan conocido santo, llegó a ser así de conocido a razón de la explosión de lectura que tuvo la biografía de su vida, escrita por Andrés Bonar, su íntimo amigo, contemporáneo, y socio.  Nacido en Edimburgo el 21 de mayo en el año 1813, McCheyne, desde su niñez, fue dotado en la poesía y la música, y fue fácilmente influenciado por lo espiritual.  No obstante, tenía una afición por los placeres mundanales, hasta el tiempo de la muerte de su hermano: David.  Esto le provocó pensar sobre la eternidad y la brevedad del tiempo.
            La convicción iba profundizándose, despertando su conciencia de la inmundicia interior y causando tristeza los placeres mundanos.  Su diario contiene tales puntos: “Espero nunca jugar a los naipes otra vez.”  “Me alejé del baile; las burlas son difíciles de soportar.  Pero, debo de tratar de llevar la cruz.”
            A sus 23 años, fue ordenado en el ministerio y puesto en la Iglesia de San Pedro de Dundee.  Esta era una parroquia grande, con 4.000 personas, pero su mayoría nunca entraba por las puertas de la iglesia.  Los miembros de esa iglesia sumaron la cantidad de 1.100 y entonces, este joven ministro empezó a trabajar por la salvación de ellos, diciendo: “Dios me ha puesto en medio de los mecánicos bulliciosos y tejedores políticos, de esta ciudad impía.  …Quizá el Señor convierta este desierto de chimeneas en un huerto verde y bello, como el huerto del Señor; un campo bendecido por el Señor.”  Los sábados se reunió con Andrés Bonar, quien vivía en un pueblo cercano, y con otros ministros serios, para orar unos por otros, pero en especial por una bendición en las actividades de la iglesia los días domingos.
            Pronto, instituyó para su gente un culto de oración los jueves por la noche, ya que había leído como la oración unida trajo bendición a un distrito entero.  En esos cultos, leyó un texto bíblico, orando antes y después; luego dio el bosquejo de ese texto, seguido de la lectura de una historia de avivamiento, comentando de vez en cuando.  “Gente de todas y cada una de las partes de la ciudad viene” escribió a su amigo Andrés, “pero, oh, ¡necesito mucho del Espíritu Viviente en mi propia alma!  Quiero que mi vida esté escondida con Cristo en Dios.  Al presente, hay demasiado apuro y urgencia y, obras materiales para que sea admitida la calmada obra del Espíritu en el corazón.  Tengo poco tiempo para meditar como Isaac, durante las tardes, solamente de vez en cuando, y éstas son cuando estoy cansado; pero, el rocío cae cuando la naturaleza está descansando, cuando cada hoja está inmóvil.”
            El mero presenciarse de sí mismo obró extrañamente en su congregación.  Un hombre anciano lo notó, “Antes que se abrieran sus labios, mientras buscaba el verso, hubo algo que me inquietaba.”  McCheyne deseaba, en cuanto a su método de predicar, volver a los primeros días de la iglesia cristiana.  Alguien le preguntó si temía quedarse sin mensajes, y él replicó: “No, soy solamente interpretador de las Escrituras.  Cuando éstas se sequen, yo también me secaré.”  Roberto tenía un sano temor de contristar al Espíritu Santo (Efe. 4:30) y deseaba “predicar la intención del Espíritu” en el pasaje (Rom. 8:27), tratando de presentar a Cristo en cada sermón.  Habló de sí mismo como “fuerte como un gigante cuando estoy en la iglesia, pero como una varita de sauce después del culto.”
            Cierta vez en una reunión de oración de jóvenes, les aconsejó: “Recuérdense que la oración más espiritual es un ‘gemido indecible’.”  Los piadosos nunca tienen buena reputación, como Jesús daba aviso, diciendo, “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.”  El biógrafo de Roberto dijo: “Él recibía mucho reproche.  Era objeto de orgulloso desprecio, recibido de parte de ministros formales y de corazones fríos; y también de parte de los impíos recibió odio amargo.  …Muy profunda era la enemistad que tenía que soportar de algunos; muy profunda; porque la razón de tal maltrato provino de su semejanza con el Maestro.  Pero nada le desvió.”
            Los registros de su diario son muy inspiradores, y hablan a algunos de nosotros que se aguijonean demasiado en las actividades exteriores en vez de tener comuniones secretas.  A continuación se dan algunas porciones.
            “Hay dos cosas que mancharon este día, revisándolo.  El amor a la alabanza para mí mismo, y el consentir el escuchar el habla mundano, aunque sea por un momento.  Oh, ¡qué éstas me humillen y sean mi carga, guiándome a la cruz!  Entonces, Satanás, tú serás vencido.”
            “Cuando fui puesto a un lado del ministerio, yo decía, ‘Ahora Dios me está enseñando cómo orar.’  Pensaba que nunca me olvidaría de esta lección; pero temo haberme hecho flojo otra vez, al estar muy ocupado en mi trabajo.”
            “La meditación privada cambiada por conversación: aquí está la raíz de todo mal.  Te alejas de Dios, y Él se alejará de ti.”
            “El domingo; muy feliz en mi trabajo.  Poca oración en la mañana.  Entonces tengo que tratar de acostarme temprano el sábado por la noche, para que pueda levantarme ‘muy de mañana’.”
            “Me levanté temprano para estar con Dios y encontré a Quien mi alma ama.  ¿Quién no se levantaría temprano para encontrar tal visita?”
            En las cartas a sus correspondientes, a menudo ensalzaba la oración.  “El Rey Jesús es un buen Maestro.  He tenido dulces tiempos de comunión con el Dios invisible, los cuales no cambiaría por miles de piezas de oro y plata.  ¡Qué Su plena presencia vaya contigo!”
            “¿No tienes lugares,” escribió Roberto a un amigo “los cuales puedes llamar Peniel [nombre que quiere decir ‘la faz de Dios’- Gén. 32:30], donde has encontrado a Jehová-Jesús cara a cara?  Cuando entres en Su presencia, oh, ¡No te canses de esto! ¡No lo dejes muy pronto!”
            “Espero que ustedes sigan fuertes y puedan gozarse del aire libre, y, que sus almas prosperen y que hayan tenido a menudo tiempos tales como el que tuvo Jacob en Mahanain (Gén. 32:2), cuando los ángeles de Dios lo encontraron, o tales tiempos como el de Peniel, cuando Dios tuvo que gritar:  —Déjame, porque raya el alba.”
            Andrés Bonar dijo que sólo unos meses antes del fallecimiento de Roberto, éste había anotado unas consideraciones referentes a “La Reformación de la Oración Privada”.  “Debo” escribió McCheyne, “invertir las mejores horas del día en la comunión con Dios.  Es mi más noble y fructuoso trabajo, y, no debe esconderse en un rincón.”

Andrés Bonar
            Andrés Bonar, el amado ministro y pastor, era un gran admirador de McCheyne.  También, igual a éste, era eminente en su vida de oración.  Andrés y su hermano Horatio, quien escribió muchos himnos, tenía una herencia preciosa: la de tener un padre y una madre entregados a la oración.  Los escritos de Andrés respiran inspiraciones para una comunión personal con Dios, a un nivel muy profundo y, con constancia nos urgen a orar más efectivamente.  Damos a los lectores de este libro las siguientes citas.
            “Con más cuidado que antes, deseo dar dos horas más, diariamente, durante este año, a la meditación de la Palabra y a la oración, antes de salir de la casa.”
            “Ya veo que necesitaré diariamente, más y más, en la mañana, antes de cualquier quehacer del día, una taza del nuevo vino del reino; comunión con Dios.”
            “Me levanté un poco más temprano esta mañana para ayunar y orar.  Veo que el ayunar y el retirarse, con oración, deben ir juntos.  El efecto sobre el cuerpo y el alma es casi igual a la aflicción.  Esto baja el tono del espíritu, sujeta la carne, saca al alma de la auto-complacencia y hace estar a la carne insatisfecha.  También descubro lo que es humillante; me ayuda a eliminar la liviandad de mi propia mente.”
            “Debo poner en práctica en los deberes comunes este dicho; ‘Buscad primero el reino de Dios’.  Por la gracia de Dios y el poder de Su Espíritu Santo, deseo afirmar la regla de no hablar a los hombres hasta que haya hablado primeramente con Dios; no hacer nada con mis manos hasta que haber estado arrodillado; no leer cartas o escritos hasta haber leído una parte de las Sagradas Escrituras.  Espero también poder ‘al aire del día’ (Gén. 3:8) orar y meditar sobre el nombre del Señor.  ¡Se puede tener un Edén aquí!”
            “Anoche, repasando el pasado, nada me avergonzó más que el pecado de orar poco, cuando tenemos el derecho de pedir tanto en el nombre de Cristo, y recibir tanto.  Hemos estado en la boca del pozo todo el día, y apenas hemos sacado unas cuantas gotitas.  Y me siento así, que cuando no he bebido mucho de la Fuente de las aguas vivas, no (por la otra mano) he podido llenar las cisternas rotas; porque las horas sin Dios me han sido horas sin placer y sin fuerza.”
            “He tenido un tiempo a solas y en expectación para reunirnos con algunos hermanos al mediodía.  Me siento tan mal, de cuán poco yo realmente converso con Dios.  Mi oración es como llamar a alguien que está lejos, no como cuando se comparten secretos a alguien que está a nuestro lado.”
            “¡Qué podamos gozarnos tanto de la comunión contigo, oh Dios, que al perderla, nos sintiéramos como que si estuviéramos lejos de nuestro hogar!”
            Andrés practicaba lo que predicaba.  Toda su vida fue organizada y disciplinada para orar.  Lo más que oraba, lo más que sentió la necesidad de orar.  Registro tras registro en su diario muestra la determinada y persistente lucha por ser un hombre profundo en la oración.
            “Estuve en el bosque durante un tiempo, dedicando tres horas a la devoción: sintió necesidad de orar mucho por la fragancia peculiar que tienen los creyentes que guardan la comunión con Dios.  …Ayer pude alcanzar un día totalmente entregado a la oración.  Para mí, cada tiempo de oración, o casi todos, empiezan con un conflicto.  La falta de oración es mi pesadumbre más dolorosa.  Podría contar los días especiales, no por las ocasiones en que tengo nuevas oportunidades de ser usado, sino por las oportunidades en que he podido orar con fe y aferrarme a Dios.”
            “Veo que si no oro de continúo durante todo el día, aunque sea oraciones cortas, pierdo el espíritu de oración.  …Todo por el demasiado trabajo sin una igual cantidad de oración.  Hoy voy a orar.  Con esto, el Señor manda un rocío sobre mi alma.  …Pasé seis horas en la oración y lectura de las Escrituras, confesando mis pecados, y, buscando bendiciones para mí y mi parroquia.”
            “Durante casi diez días he estado estorbado en la oración, y por eso siento mi fuerza debilitada.  Tengo que volver inmediatamente, por medio del poder de Dios, a tres horas diarias invertidas en la oración y la meditación de la Palabra.”
            “Mañana propongo invertir la mayoría del día en la oración por la iglesia.  Señor, ¡ayúdame!”
            Posteriormente, encontramos a Andrés consagrando un día completo cada mes a la oración y el ayuno.  Pero su devoción a Dios surgió de todos sus caminos bien preparados.  Registros como los siguientes cuentan la historia.
            “Sentí en la tarde un dolor muy amargo por la apatía de este distrito.  ¡Están pereciendo!  ¡Están pereciendo!  ¡Y no quieren considerar!  Quedo despierto, pensando sobre esto, y clamando al Señor con gemidos.”
            “Los obreros no pueden comenzar su obra sin un pasaje de las Escrituras para sí mismos.  Guillermo Burns, cuando se le pedía que hablase, decía: —Todavía, no tengo un bocado para mí mismo.  —Hay que imitar este ejemplo, recordando que se necesita maná nuevo, recién recogido.  Yo me sentiría avergonzado llevarles flores languidecidas a los enfermos.”
            “He podido orar diariamente por ayuda, apartando una hora especial para esta petición.  Se manifestó el beneficio de esto en la notable libertad que tenía yo en el hablar a mi rebaño durante los doce años pasados.”
            En la conferencia de Perth, escribió: “Estoy muy intranquilo, deseando más poder de Dios.  Hay mucha conversación de esto.  Me da tristeza que no hay suficiente tiempo para la oración durante el día; pero el ambiente de la conferencia es encantador; mucho amor fraternal, mucha verdad bíblica, mucho deleite en lo que exalta a Cristo.”
            “La oración es semilla, sembrada en el corazón de Dios.”
            “La oración estará coja y seca si no proviene del leer las escrituras.”

Le digo todas mis tristezas, Le digo todos mis gozos;
Le digo todo lo que me agrada, Le digo lo que me molesta;
Me dice lo que debo cumplir, me dice lo que debo tratar,
Y, así andamos juntos, mi Señor y yo.
                                                                                    -de un antiguo himno hugonote

Juan Brown
            “Yo no cambiaría lo aprendido en una hora de compañerismo con Cristo por todo lo aprendido de diez mil universitarios durante diez mil años, aunque los ángeles fueran los maestros de estos” dijo Juan Brown.  ¿Dijo esto porque menospreciaba la enseñanza humana?  No, ni siquiera un poco la despreciaba, porque será difícil hallar a otro estudiante más férvido que él.  Estudiaba hasta muy de noche, permitiéndose poco tiempo para dormir, debilitando así su propia salud.  Era proficiente en latín, griego y hebreo, los cuales empezó a aprender mientras era un huerfanito, pastoreando las ovejas para su vecino.  También, adquirió lo básico de otros ocho lenguajes; además de su amplio conocimiento de la historia y teología.
            El crítico y cínico hombre, David Hume, escuchó a Juan Brown predicar y luego dijo: —Ese es el hombre para mí.  Dice en serio lo que dice.  Habla como si Jesús estuviera a su lado.  —Y no estaba equivocado el señor Hume, porque el Señor siempre estaba al lado de aquel hombre de oración, quien se dio a sí mismo asiduamente a la oración y al ministerio, como lo hicieron los primeros discípulos según el libro de los Hechos.  Se levantaba a las cuatro o las cinco de la mañana durante el verano y seguía hasta las ocho de la noche, las únicas interrupciones fueron las comidas y los dos cultos familiares que hizo diariamente.
            Este escocés piadoso predicó cinco sermones todos los domingos, cada uno de una hora de duración y mezclado con un espíritu de oración, para que los sentimientos de su corazón fueran sentidos por los escuchadores.  Su biógrafo dijo: “Tal fue su conocimiento de las Escrituras que si se mencionó un verso, no solamente podía citarlo correctamente; sino también podía explicar su sentido y otros versos ligados.  Sus contribuciones literarias fueron 29 diferentes publicaciones, destacándose su Dictionary of the Bible (Diccionario de la Biblia); pues se utilizaba mucho en aquella época.
            Tenemos una deuda a Escocia por darle al cristianismo tales ministros y misioneros apostólicos, porque se entregaban estos a profundizar los ideales del evangelio en ese tiempo.

Lachlin MacKenzie
            Lachlin era un hombre de las “Highlands” (Tierras Altas) cuyo don de discernimiento se destacó.  Su biógrafo anotó: “Es recordado de él, que cierta vez dijo de sí mismo que nunca había llevado a un pecador al propiciatorio, sin que el Señor le revelara a él la condición de esa persona y lo que necesitaba ese pecador.”
            Otra vez, podemos fijarnos en la habitual conducta de tal persona para encontrar la fuente de tal discernimiento.  “Su mucho orar era el punto sobresaliente de su cristianismo… Mucho de su tiempo era invertido en estar arrodillado, y pasó muchas noches sin dormir, a veces luchando contra los asaltos del tentador y otras veces regocijándose en la esperanza de la gloria de Dios.  Lachlin confesó que él se sentía cerca del propiciatorio de una manera extraordinaria.  Hay prueba de esto, porque tenía la fama y la influencia, como la de un profeta entre la sencilla gente del norte, a pesar de que “los sabios” del sur de ese país se quedaron incrédulos.  Evitando la superstición con una mano y la incredulidad con la otra, es claro que Lachlin MacKenzie tenía íntima comunión con Dios, y que este hombre también recibió comunicaciones especiales de Dios, más allá de lo ordinario, en cuanto a las personas que llevaba al trono de gracia en sus oraciones.

Monod
            “Señor, ¡enséñame a orar!  ¡Oh!  Con la ayuda de Dios, sin confiar en mi mismo, quiero invertir más tiempo en la oración que he estado antes, esperando más efectos de esto que de poner mucha fuerza propia en la obra.  No quiero poner a lado mis esfuerzos, sino quiero respaldarlos con la oración.”
            “Por medio de la oración mantenemos la comunión con Jesucristo, ya que Él puede hacernos capaces para cumplir lo debido y conformarnos a su imagen: pero es por medio de la oración de fe; oraciones perseverantes y ardientes, que no guardan silencio ni aceptan nada menos que la respuesta que Dios ha prometido en Su Palabra.  Tal oración, la que lucha en medio de sangre y lágrimas, y sigue hasta que se reciba lo suplicado.”

“¡Más naves!” gritan algunos, “¡Más rifles!”
“¡Más aviones en el aire!”
Pero, sabio es el rey que dice:
“¡Más oración!”

Acuérdate que los ángeles usan
Este camino;
Por esto, mantenlo abierto:
¡Más oración!

Un día no es suficiente
Para ganar la batalla,
Cada hora necesita:
¡Más oración!

Una y otra vez
Las Escrituras de Dios declaran;
“La necesidad más grande de los hombres es:
¡Más oración!”
                                                                                     -autor desconocido



PREDICADORES GALESES
“¡Oh! ¡Qué aparecieran 500 Elías,” dijo Carlos Spurgeon, “cada uno encima de su Monte Carmelo, rogando a Dios, y pronto vendrían nubes cargadas de agua!  ¡Oh!, qué oráramos más, con más constancia, ¡sin cesar!  ¡Entonces las bendiciones sí caerían sobre nosotros!”
            De verdad, si los que ministran salieran del aposento de oración, habiendo prevalecido con Dios, en nuestros cultos se vería más del práctico y omnipotente poder de Dios.    Nuestros convertidos se contagiarían más profundamente de tales predicadores.  Daremos prueba de esto, mostrando como ejemplo a unos predicadores galeses, quienes se sintieron su propia insuficiencia y así de Dios recibieron un fresco derramamiento de poder.  Gales, de antaño, tuvo sus Elías, los que ganaron la victoria orando; antes de predicar.
Christmas Evans
            Difíciles pruebas apretaban al predicador galés, Christmas Evans.  Una continua amenaza de un pleito afligía la mente de este santo hombre.  Habría sido bastante penoso si esa amenaza hubiera sido a razón del propio malgasto de sus recursos, pero él vivía en la insuficiencia; solamente su esposa y él sabían que clase de casas habían ocupado por el amor al evangelio.
            ¡No era esto!  Lo que le afligía era la deuda que Christmas adquirió al construir capillas en las áreas de Gales que aún no tenían.  Al aumentar la membresía de las congregaciones como resultado de la divina bendición sobre las incansables labores de este predicador orante, entonces se vio la necesidad de más capillas.  También, la Conferencia a veces le mandó a lugares donde la deuda de la capilla no había sido cancelada.  Por todo esto, la amenaza de un pleito parecía como imposible evitar.
            “Dizque”, dijo él, “que me meterán en pleito en el juzgado, situación que nunca conocí yo, y espero nunca conocerla; pero, si es así, primero, voy a entrar en pleito con ellos en el juzgado de Jesucristo.”
            Christmas tuvo por costumbre anotar en su diario personal las oraciones y comuniones que tuvo con Dios.  Dijo: “Yo sabía que no había base para realizar un pleito conmigo, pero aun así, fui afligido, pues tenía sesenta años y recién había enterrado a mi esposa…  Recibí una carta durante una reunión mensual en que hubo grandes luchas espirituales en los lugares celestiales.  Al volver a casa, tenía comunión con Dios durante todo el viaje de quince kilómetros, y al llegar a la casa, subí la escalera que conduce a mi cuarto y derramé mi corazón ante el Redentor, Quien tiene en sus manos toda autoridad y poder.”
            A continuación se cita esa oración porque parece que es una petición impulsada por el Espíritu Santo.  La Biblia dice que no sabemos orar como debemos, pero el Gran Maestro, el Espíritu Santo, nos enseñaría orar, y Él oraría a la vez desde adentro de nosotros.  Esta clase de oración es la que recibe contestación, porque el Espíritu conoce la mente de Dios.
            “¡Oh bendito Señor!  En tu mérito tengo esperanza y confianza de ser escuchado.  Señor, algunos de mis hermanos se han extraviado; olvidando su deber y obligaciones ante su padre en el evangelio, me amenacen con la leyes del mundo.  Debilítalos y ablándalos, como ablandaste la mente de Esaú y le quitaste su actitud bélica contra su hermano Jacob, después de la lucha que tuvo éste en Peniel.  Quítales las armas, porque no sé yo cuán larga es la cadena de Satanás en este asunto; este ataque no fraternal.  Tú puedes impedirle a Satanás cómo te parezca conveniente.”
            “Señor, les advierto en cuanto a la ley.  Proponen entrar en pleito con tu indigno siervo acá, que vive en la tierra; pero pongo este pleito ante del Gran Juzgado, en el cual Tú, bendito Jesús, eres el SUPREMO JUEZ.  Escucha la causa de Tu indigno siervo, y mándale una orden judicial o una noticia, inmediatamente: y mándales a mis opresores, en sus conciencias, un despertamiento de lo que están haciendo.  Oh, ¡atemorízalos con una citación de Tú juzgado, hasta que vengan y se arrodillen en contrición a Tus pies; quita de sus manos cada arma de venganza; haz que te entreguen cada fusil de escándalo, cada espada de palabras amargas y cada lanza de palabras calumniosas, forzándolos a dejar sus armas al pie de la cruz.”
            “Perdónales todas sus fallas, vísteles con vestiduras blancas, úngeles las cabezas y dales un órgano y una arpa de diez cuerdas para cantar de la caída de Satanás debajo de nuestros pies, por el Dios de paz.”
            Luego, escribió Christmas lo siguiente: “Subí al cuarto una vez, y oré como diez minutos, sintiendo que Jesús escuchaba.  Subí otra vez con un corazón tierno, y no podía refrenarme de llorar por la gozosa esperanza que el Señor se acercaba a mí.  Después de la séptima lucha, bajé, creyendo que el Redentor había llevado mi causa en sus manos y que cuidaría y manejaría la situación de mí.”
            “Mi semblante demostraba alegría, cuando bajé por la última vez, al igual que Naamán cuando se lavó siete veces en el río Jordán; o como el peregrino del libro El Progreso del Peregrino, cuando se le cayó la carga en la tumba al pie de la cruz.  Bien recuerdo el lugar —la pequeña casa junto a la capilla de Dildwrn, donde vivía entonces yo— cuando esa lucha sucedió.  Puedo llamarle Peniel.  ‘Ninguna arma forjada contra mí’ prosperó (Is. 54:17) y yo tenía a la vez paz mental en cuanto a mi situación.  Con frecuencia he orado por los que quisieron injuriarme, pidiendo que fueran bendecidos, igual que yo era bendecido.  No sé que hubiese pasado conmigo si no hubieran existido esos hornos donde fui probado, y donde el espíritu de oración se excitó y se ejercitó en mí.”
            La amenaza nunca se consumó, y el intercesor no escuchó nada más acerca del asunto.  Hubo puesto su caso sobre el escritorio del Juez de toda la tierra a través de aquella oración.  Siempre le surgieron otras molestias a este santo hombre de Dios.  Su biógrafo nos informa: “En verdad, nubes de turbaciones se tornaban espesas alrededor de él.  Muchas veces parece que los problemas en la vida ministerial llegan exactamente en el momento cuando no se les puede resistir con fuerza; y, por cierto, en la vida de Christmas Evans, las tristezas se le juntaron y multiplicaron al final de su vida.”
            No hay nada que pueda desafilar tanto la vida espiritual, como la controversia.  La herejía es una de las manifestaciones de la carne, y en cada iglesia, en cualquier momento, ésa es una de las maldades que enfrentarán los obreros de Dios.
            Esa tipo de molestia fue enfrentada por Christmas, hasta casi derrotarlo, sucediendo esto, durante la primera parte de su ministerio, cuando se levantó una controversia entre los bautistas.  Juan Ricardo Jones fue el líder de lo que se llamó la herejía “Sandemana”.  Era un hombre inteligente, y afirmaba que haber adoptado unas de las prácticas de la iglesia primitiva.  Se apartó de otros, criticando a los que no se apartaban de las personas que no seguían sus enseñanzas.  Christmas estaba de acuerdo con algunos aspectos del Sandemanismo, pero con respecto al celo de refutar lo malo, permitió entrar a su vida unas malas actitudes y amargura, las cuales le detuvieron el espíritu de oración y vida a su alma.  Nadie, sino únicamente los que lo han experimentado, conocen la profundidad de la tristeza que ocurre cuando el Señor esconde Su faz, y cuando ya no brota la corriente de agua desde el interior del hombre.  La oración le produjo renovación a Christmas.
            “Últimamente estaba cansado de tener un corazón frío hacia Cristo, hacia Su sacrificio y hacia la obra de Su Espíritu; cansado de tener un corazón frío en el púlpito, en la oración privada y en el estudiar.  Porque durante los quince años anteriores, sentí un corazón quemándose dentro de mí, como que si yo hubiera estado en el camino a Emaús con Jesús.”
            “Un cierto día, día que siempre tendré en mi memoria, mientras viajaba de Dolgelly y Machynlleth, subiendo hacia Cader Idris, consideré que ya era necesario que yo orara, no importa cuán duro sentía el corazón, ni cuan mundano mi espíritu.  Empezando a orar en el nombre de Jesús, pronto sentía como que si las cadenas que me ataban caían de mí, que la vieja dureza de mi corazón se ablandaba, y, pensaba yo, que los montes de hielo y nieve se derretían adentro de mí.”
            “Esto engendró en mi alma la confianza de la promesa del Espíritu Santo.  Sentí mi mente librada de una gran esclavitud.  Las lágrimas fluían abundantemente, y fui constreñido a rogar en voz alta por las benditas visitaciones de Dios; que me restaurase gozoso en Su salvación, y que Él visitase las iglesias de Anglesey, las cuales estaban bajo mi cuidado.  Oré en mis suplicaciones por todas las iglesias de los santos y casi cada uno de los ministros de la Principalidad [de Gales], individualmente.”
            “Esa lucha duró tres horas; se acrecentó una y otra vez, como hervores, uno tras otro, o como una fluyente marea alta, impulsada por el recio viento, hasta que, llorando con sollozos, mi cuerpo se cansó.  Así me rendí a Cristo, en cuerpo y alma, dones y labores —toda mi vida— para Él cada día y cada hora que me restaban; y todas mis cargas las entregué a Cristo.  El camino de ese sitio era montañoso y quieto, y yo estaba solo, no permitiendo ninguna interrupción en mi lucha a favor de Dios.”
            “Desde entonces, esperaba la bondad de Dios para las iglesias y para mí mismo.  Así, el Señor me libertó y también a la gente de Anglesey, de estar hundidos en las aguas del Sandemanismo.  En las primeras reuniones después de esa oración, me sentí como que si hubiera sido llevado desde las frías y estériles regiones del gélido espiritual hasta los verdeantes campos de las divinas promesas.  Las oraciones intercesoras de antes y el anterior anhelo por las conversiones de los pecadores fueron restaurados, los que experimenté en Lleyn.  Tenía en mis manos las promesas de Dios.  El resultado de esto fue, que al volver a casa, noté que el Espíritu obraba también en los hermanos de Anglesey, conduciéndolos al espíritu de oración.”
Sr. Griffith
            Le pasó un emocionante incidente al Sr. Griffith de Caernarvon cuando fue citado para que predicase una cierta noche en la casa de un granjero.  Unas horas antes de la hora del comienzo del culto, él les pidió a los dueños de la casa un lugar apartado donde pudiera prepararse para el culto de la noche.  Luego de unas horas, la congregación se reunió, pero no estaba el ministro: el Sr. Griffith no había llegado.  Una empleada de la familia fue mandada a su cuarto para pedirle que viniese, pues la gente ya esperaba buen rato.
            Al acercarse a la puerta del cuarto, escuchó ella lo que supuso era una conversación en voz baja entre dos personas.  Escuchando antes de tocar la puerta, oyó el uno decir al otro: —No iré si tú no me acompañas.
            La empleada se volvió al dueño de la casa, diciéndole que el Sr. Griffith estaba con otra persona en su cuarto, y él no vendría si el otro no le acompañaba.  Dijo ella: —No escuché una respuesta, y por esto pienso que él no va a venir esta noche.
            —Sí, va a venir, —dijo el dueño—, y la otra persona vendrá consigo.  Empecemos ahora el culto con cantos y lecturas, hasta que vengan los dos.
            Al fin el ministro apareció, con plena evidencia de que Alguien le acompañaba, ya que no se efectuó un culto común esa noche.  Fue el comienzo de un poderoso avivamiento en aquel barrio, donde muchos nacieron de nuevo por la gracia de Dios.
Rees Howells
            En el año 1879, nacieron dos destacados galeses, no muy lejos el uno del otro, los cuales afectarían no solamente a Gales, sino que a todo el mundo.  El uno fue Evan Roberts, el otro Rees Howells.  Los dos eran hombres orantes, y, amantes de la Palabra.  El uno, Evan, influenciaría al mundo con una breve manifestación del poder de Dios al comienzo del siglo 20; el otro, Rees, lo influenciaría durante un periodo más largo, siendo entrenado para un ministerio más amplio.
            Leyendo el libro de Norman Grubb, Rees Howells, Intercesor, uno recibirá bendición e instrucción acerca del glorioso, pero casi perdido, ejercicio: la intercesión.  Este hombre se rindió durante meses seguidos a la intensa oración por una sola persona, hasta que recibiese la contestación.  Pasando del orar por una sola persona, poco a poco alcanzó la posición de interceder por las naciones del mundo, y por la tremenda banda de misioneros en todas las partes del mundo.
            Un punto que se nota es que dependió del Espíritu Santo para que guiara su orar.  Muchas veces escuchó al Señor, sabiendo de esta forma por quién debía orar.  No fue raro que Rees conociera la mente del Señor referente a la persona por lo cual oraba.  Esto le dio autoridad en la oración y la fuerza física que la necesitaba para aguantar la abnegación en el comer y dormir.  Rees pensaba que era indispensable que él mismo viviera de cierta forma de igual modo que la persona por quién estaba suplicando.  Por eso cuando oraba por un borracho, sacrificó las ricas comidas preparadas por su mamá, comiendo nada más que pan y queso.  Experimentó “siempre estar entregados a muerte” (2 Co. 4:11) mientras cedía la vida física y la reputación para poder orar hasta que la victoria llegase.
            Después de rendirse durante meses de intercesión por un cierto hombre, Rees volvió a la vida normal. Pasando el tiempo le vino otra vez el llamado de entrar en ese ministerio escondido, esta vez fue por los niños desamparados de India.  A esto se dedicó durante cuatro meses.  Para poder sentirse identificado, sintiendo cómo ellos se sentían, no comió pan ni té ni azúcar, comiendo solamente una vez cada dos días una comida de potaje.  Para no molestar a su madre, se fue de su hogar y alquiló un cuarto.  “Su día empezó a las cinco de la mañana, y sin comer nada, durmió en el piso durante la noche.  Luego se levantaba otra vez a las cinco de la mañana, sin comer nada hasta las cinco de la tarde.”
            “¡Qué hambre sufrí!” dijo él después.  “El Señor no da la victoria sin sufrir.  No te llevará sobre “alas de águila”, como lo dice proverbio.  La victoria es que aguantaras todo.  Recuerdo las sensaciones del primer día, cuando no comí nada de pan.  Habría pagado mucho por un pedacito.  Cuando andas en los sufrimientos de otro, tienes que llevar sus angustias y toda parte de ellas.  Cuando llegaron las horas de comidas, no había nada para mí.  Es una maravilla haberlo podido sufrir, sin rendirme a la tentación de retroceder.  En esos momentos Ezequiel era mi ejemplo, y sólo podía yo decir ‘¿Cómo lo hizo?’” Las intercesiones de Rees no solamente fueron hechos abnegantes.  Durante sus sufrimientos subieron ruegos a Dios por ellos, cuyas agonías él co-sufría.”
            Cuando Rees oró acerca del comenzar un seminario en Swansea, Gales del Sur, se aisló durante diez meses, orando desde la seis de la mañana hasta la cinco de la tarde, período durante el cual comió sólo una comida.  No es maravilla, entonces, que este hombre fuera guiado a hacer decisiones que afectarían positivamente las vidas de miles.
            Unas palabras de su biógrafo acerca de esa intercesión nos beneficiarán.  Samuel Howells, hijo de Rees, quien sigue en la labor iniciada por su padre, también es intercesor, y nos dio permiso para usar citas de la biografía de su padre.
            “Que Dios busca a intercesores, pero raramente los halla, se manifiesta en la pena expresada en la exclamación hecha por medio de Isaías; ‘Y vio que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quién se interpusiese.’ (Is. 59:16): y en su protesta desilusionada hecha por medio de Ezequiel; ‘Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha…y no lo hallé.’  (Ez. 22:30)”
            “Quizás algunos creyentes describen a la intercesión como una forma de oración intensa.  Y, sí, es; si se pone mucho énfasis en la palabra ‘intensa’, porque hay tres elementos de la intercesión que no se hallan en la oración ordinaria: identificación, agonía y autoridad.”
            “La identificación del intercesor con la persona por quién ora se nota consumadamente en el Salvador.  De Él fue dicho que “derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores. [La traducción del versión ‘King James’ del inglés dice ‘hizo intercesión’ en lugar de ‘orado’.]  (Is. 5:12)  Por llevar nuestra naturaleza sobre Sí, por aprender la obediencia por medio de lo que sufrió, por ser ‘tentado en todo igual que nosotros’ (He. 4:15), por hacerse pobre como nosotros, y por ser ‘hizo pecado’ (2 Co. 5:21) Jesús ganó la posición, en la cual, con toda autoridad, como capitán de nuestra salvación hecho perfecto por el sufrir, y con todo conocimiento de lo que nosotros pasamos, Él puede interceder por nosotros.  Y, por ruegos eficaces al Padre, nos ‘puede salvar por completo’ (He. 7:25).  La identificación es por esto la primera ley del intercesor.  Él ruega eficazmente porque da su propia vida por las personas por quién está rogando; él es genuino abogado, habiendo sumergido sus deseos en la necesidades y sufrimientos de por quienes intercede, y lo más posible que pudo, ha reemplazado a ellos con sí mismo.”
            “Hay otro intercesor, y en éste vemos la agonía de su ministerio, porque Él, el Espíritu Santo, intercede por nosotros con ‘gemidos indecibles’. (Ro. 8:26)  Él, el único intercesor actual [quiere decir que Jesús ya ha ido corporalmente], no tiene corazones sobre los cuales pueda poner sus cargas, ni cuerpos en los cuales pueda sufrir y obrar, sino los corazones y cuerpos de los que son morada suya.  Por medio de ellos es cumplido Su obra intercesora en la tierra, así ellos se hacen intercesores por razón del Intercesor interno.  Los llama a la vida real, a la misma clase de vida, aunque en menor medida, que el mismo Salvador vivió en la tierra.”
            “Pero antes de que Él pueda guiar a una vasija escogida a tal vida intercesora, primeramente tiene que tratar hasta lo profundo con todo lo natural.  El amor al dinero, las ambiciones personales, las aficiones naturales por los padres y parientes, los apetitos del cuerpo, el amor a la vida misma, sí, todo lo que practica el hombre egoísta para su propia mezquindad; para su propia comodidad o ventaja, su promoción o aun para sus amigos: todo tiene que crucificarse.  Y esto no es una muerte teórica, sino una real con Cristo; tal que sólo el Espíritu Santo puede restablecer en la experiencia de Su siervo.  Como una crisis y como un proceso, el testimonio de Pablo tiene que hacerse nuestro testimonio también: ‘Estoy juntamente crucificado, y todavía estoy, con Cristo.’  [El verbo ‘crucificado’ en el griego es de ‘presente continuo’; que quiere decir que la acción sigue ocurriendo.]  El YO tiene que ser librado de sí mismo para que se desempeñe como el agente del Espíritu Santo.”
            “La intercesión comienza al marchar a la crucifixión.  Por las cargas internas y externas, y las llamadas a la obediencia, el Espíritu empieza a vivir Su propia vida de amor y sacrificio por un mundo perdido; por medio de Su canal, el cual ha sido limpiado.  Esto lo vemos en la vida de Rees Howells.  Lo vemos a su más alto nivel en las Escrituras...”
            Pero, la intercesión es más que el Espíritu compartiendo sus gemidos con nosotros.  Es el Espíritu ganando sus propósitos en la abundante gracia.  Si el intercesor conoce la identificación y la agonía, también conoce la autoridad.  Es la ley del grano de trigo y la cosecha; ‘si muere, lleva mucho fruto’. (Jn. 15:8)”
            La biografía de Rees cita muchas historias reales donde el intercesor comparte con el lector sus experiencias y crecimiento en este glorioso ministerio.  Nuestro espacio en este libro está limitado, pero alguien puede encontrar provecho para su alma leyendo esa biografía.
Otros Predicadores Galeses
            Hace unos años se publicó una historia en la revista galés Y Drysorfa respecto a otros predicadores galeses, quienes conocieron el camino al ‘abrigo del Altísimo’ (Sa. 91:1).  A continuación se cita de eso:
            “Mira al candoroso Roberto Roberts de Clynnog, rodándose sobre el piso del granero, llorando y orando.  ¿Por qué está agonizando?  Está a punto de salir a uno de sus viajes de predicación.  Queriendo convertir al mundo y edificar a los santos, se preocupa que el Espíritu Santo tal vez no le acompañe.  Su cuarto de estudio está bien suplido con exposiciones bíblicas y de otros libros.  Pero estos no bastan, según lo que él estima, sin el Espíritu de Dios.”
            “Vaya a la Asociación de Llanerch-y-medd para ver el efecto de esa agonía en el granero.  Ese hombre joroba está de pie frente a la posada ‘Bull’, como un ángel de Dios. Y recibiendo derramamientos de la influencia divina, él levanta los ojos y las manos al cielo, diciendo: —¡Basta, Señor, quita tu mano; no puedo aguantar más [bendiciones]!”
            “Fíjate en el señor Williams de Lledrod, uno erudito lingüista, se arrodillaba al lado de las negras vallas.  Allí hallaba él lo esencial de sus sermones.  De igual modo, Morgan Howells desaparecía de la vista de su familia cada sábado por la noche.  El domingo por la mañana la despierta temprano a la familia, y luego llama a alguien para que le traiga su caballo.  Morgan está listo para ir a predicar por su Maestro, porque confía que Él le acompañará.”
            “Otro predicador, Guillermo Roberts de Amlwch, a veces estando bajo una nube de lobreguez y depresión, luchó con Dios al igual que Jacob antes de pronunciar los sermones, por medio de los cuales fueron derrotadas las huestes diabólicas como un feroz viento.  Y, el señor Rees, quien será siempre recordado con amor y reverencia, y cuyo ministerio abrió y examinó lo profundo de mi corazón una y otra vez.  ¿Qué hacía él, arrodillado otra vez?  Cuando recibía un mensaje de parte de Dios para los pecadores, se ponía a orar para que Él se lo pronunciara a ellos, mientras él mismo se quedaba sujeto a la poderosa mano de Dios.


PREDICADORES AMERICANOS
Durante los primeros años de historia de los europeos en Norteamérica, existieron varios hombres que se destacaron por su manera de orar.  A Jonatán Edwards, a causa de sus escritos y sus experiencias en el avivamiento, se le conoce más que a los otros.  El secreto de su gran éxito se encuentra en cómo él invirtió mucho tiempo a solas con Dios, actuando como alguien que Le conocía íntimamente.  Su esposa, después de vivir veinte años en el legalismo, al fin entró en una profunda y rica experiencia de gracia, terminando así el intermitente flujo de gracia de su vida anterior.  Entonces, ella también llegó a ser una estudiante a los pies de Cristo, y los campos en rededor de su hogar llegaron a ser sitios donde compartía una profunda comunión con su Salvador.
            Al principio de su vida cristiana, Jonatan adoptó para sí mismo la siguiente resolución: “Resolví ejercitarme mucho durante toda mi vida en lo siguiente: declarar todos mis caminos a Dios y abrir mi alma al Él, con la transparencia más posible… Todas las tentaciones, dificultades, tristezas, temores, esperanzas, deseos; en todo y cada circunstancia.”
            “Hizo un secreto sus devocionales personales,” indicó uno de sus biógrafos, el Dr. Hopkins, “y por esta razón no se puede conocerlas en particular.   Pero se aclara que él era puntual, constante, y a menudo en la oración privada y que una parte de sus ejercicios religiosos fue dedicada a las consagradas y serias meditaciones sobre temas espirituales y eternos.”
            “Se sabe por su diario personal que él oraba con regularidad tres veces al día.  Así lo hizo desde su juventud, sin importar si estaba viajando o se encontraba en su casa.  De lo que sabemos acerca de él, se aclara que invirtió mucho tiempo arrodillado, orando, y en leer con devoción la Palabra de Dios, meditándola.  Tales constantes y solemnes comuniones con Dios, en los ejercicios de la religión interior, hicieron brillar su cara ante los demás.”
            Durante tres días, antes de predicar su famoso sermón: “Pecadores En Las Manos De Un Dios Airado”, Jonatan no cerró sus ojos en sueño, orando una y otra vez, “Dios, ¡dame a la Nueva Inglaterra!”
            Jonatán nos pinta, de su propia experiencia, un fiel dibujo acerca del caminar con Dios.  Dijo él: “Yo tenía vehementes deseos de conocer a Dios y a Cristo, y de adquirir más de la santidad; de los cuales parecía ser que estaba tan lleno, que mi corazón estaba al punto de romperse.  Lo mismo llevó a mi mente las palabras del salmista: “Quebrantada está mi alma de desear…” (Sa. 119:20)  Sentía muchas veces un anhelo y lamento en mi corazón, sintiendo que me debía haber rendido a Dios más temprano en mi vida, para que tuviese más tiempo para crecer en gracia.”
            “Mi mente estuvo fija en asuntos divinos, año tras año, a menudo andando solo en el bosque o en lugares apartados para meditar, hablar en voz alta a mi mismo, orar y conversar con Dios; y como costumbre, siempre entonaba mis contemplaciones.  De igual modo, constantemente oraba espontáneamente, sin importar dónde estuviera.   La oración me parecía tan natural, tal como si respirara fuego mi hombre interior.”
            “Los deleites que ahora sentía fueron de una clase completamente diferente de los que gozaba anteriormente; los cuales no pude entender antes, igual que un ciego de nacimiento no puede comprender de los colores la variedad y hermosura.   Esos deleites posteriores tuvieron una naturaleza más interna, pura, animante y refrescante.  Mis anteriores placeres nunca alcanzaron mi corazón, ni rebosaron al ver la divina excelencia de las cosas de Dios, ni tampoco la vivificante y provechosa bondad que existe en las mismas.”

Oh Dios, Tú eres mucho más de lo que los hombres han soñado y enseñado,
Indecible en todos los lenguajes, inimaginable en todos los pensamientos.
Tú, Dios, eres Dios: el hombre que tiene un corazón ardiente en sí mismo,
Entiende cuán grande es tu Nombre, solamente porque camina a tu lado.
                                                                        -Gerardo Tersteegan

Los Tennent
            Jonatán Edwards era muy amigo de los Tennent, otra familia de predicadores muy piadosa, que influenciaron sorprendentemente la manera de vida norteamericana durante los primeros años de su historia.  Arturo Belden, biógrafo de Jorge Whitefield, dijo acerca de los Tennent: “El padre de esta familia fundó una escuela cerca de la ciudad de Neshaminy.  Este ‘Colegio de Troncos’, pues se llamaba así, [Quizás tal nombre provino de su ubicación en el campo, o del hecho que el edificio fue hecho de troncos de árboles, un tipo de construcción muy común en aquellos días.] es la actual Universidad Princeton, y la misma llegó a ser “madre de cada universidad y seminario teológico presbiteriano en Norteamérica.”  Así, el padre fundó una universidad, pero el hijo, Gilberto, fue ministro de Brunswick e imitó el sencillo modo de vestir de Juan el bautista. El mismo fue un magnífico, pero sombrío, orador y apóstol de la “nueva” fe predicada por Whitefield.  Se unió al espíritu entusiasta del avivamiento iniciado por éste, y le acompañó en un viaje desde Filadelfia hasta Nueva York.”
            La relación entre Whitefield y Gilberto Tennent fue similar a la de David y Jonatán.  Pero en cuanto a la predicación celosa y ungida, Whitefield sentía que él mismo era un bebé en Cristo, comparándose con Gilberto, quien tenía una profunda comprensión respecto a la capacidad que tiene el evangelio de salvar a los hombres y mujeres en pecado.  Escuchando predicar a Gilberto, Whitefield, quien era asaz orador, dijo que ése era un “hijo de tronos, quien convertiría a los hipócritas, o los enfurecería.  Nunca antes escuché otro sermón tan escudriñador.  Lo profundizó, y no lo recubrió con lodo suelto (Ez. 13:10).  Me convencía más y más, que no podemos predicar el evangelio más eficazmente que el nivel de poder que hemos realmente experimentado en nuestros propios corazones.  Vi que bebé y novicio era yo en cuanto a las cosas de Dios.”
            Uno de los Tennent, estando en su devocional privado, fue tan lleno de la revelación del mismo Dios, la cual se reveló a su alma, aumentándose de intensidad mientras oraba, que por fin rescindió de tremendo e insoportable gozo como un dolor inaguantable, rogando a Dios que le detuviera de más manifestaciones de Su gloria.  Le Dijo a Dios: —¿Puede tu siervo verte y seguir vivo?
A.B. Earle
            El evangelista bautista A.B. Earle explica cómo una noche de oración revolucionó su vida espiritual y su ministerio: “Fui a mi casa y me encerré en mi cuarto, resolviendo estar toda la noche en oración, si se necesitase.  Oh, ¡la lucha de esa noche!  Hora tras hora luchaba yo con Dios.  Mi corazón se había enfriado, y yo no lo comprendía.”
            “¡Entonces entendí por qué las iglesias no tenían la eficacia en el obrar!  Una y otra vez me rendí nuevamente al Señor, determinando no soltar al ángel hasta que mi corazón se llenase y se calentase con el amor de Jesús.”  (Ge. 32:1-28)
            “¡Muy de mañana alcancé la victoria!  El hielo se rompió y se derritió; el calor y el ardor del primer amor llenó mi corazón; cambiaron y se profundizaron mis sentimientos; y el gozo de mi salvación se restauró.”
            “Esa mañana salí de la casa, agarré la mano de muchos inconversos, y les dije lo mismo que antes; pero ahora fueron tocados hasta que llegaron a las lágrimas, por su pecado y peligro.”
            Luego nos informa cómo un tiempo de oración, reunido con otras personas, hizo venir el Reino.
            “Un evangelista recién había terminado una campaña de cuatro semanas, diciendo: ‘El avivamiento ha parado.  No podemos aumentarlo ni un poco más.’   Pasé al pueblo y me quedé unos días para descansar, y, allí me pidieron que yo predicase.  Al enterarme de la situación, entendí que la red estaba llena de peces, pero no había fuerza para jalarla a la ribera.  Dije entonces: —Ahí está un cuarto, vamos a entrar y orar durante toda la noche, si Jesús no nos da una respuesta antes.  Una cosa es segura; cuando Dios tiene algo que puede usar, Él responde.  —Uno tras otro derramamos nuestras almas hasta las dos y media de la mañana.”
            “A esa hora nos pareció que Jesús entró en medio de nosotros, diciendo: —Mis hijos, ya tengo suficiente súplica para usar, pueden acostarse y dormir.  —Entonces, fui a mi casa y dormí profundamente.”
            “Esa noche Dios mandó como un relámpago la convicción al corazón de cierto juez.   Él era un osado pecador y en la ciudad muchos otros pecadores se amparaban en él.  Sin embargo, ese juez se convirtió un poco después de aquella oración.  Otro prominente pecador de la misma ciudad, al escuchar que ese juez se había convertido, vino y nos maldijo, diciendo: —El juez se ha convertido a sí mismo en un necio.
            —Déjale maldecir, —respondí yo—, pronto ese hombre también orará.
            Con todo, el Espíritu quitó las bases de muchos pecadores, e iba tocándoles con convicción, como un tornado.”
            “Tres o cuatro días después, parecía que las oraciones que fueron ofrecidas se acabaron.  Entonces, al sentir esto, cincuenta de nosotros entramos al mismo cuarto y oramos hasta pasar la medianoche; hora a la cual Cristo nos indicó que descansásemos.  Luego, otra noche, trescientos de nosotros oramos otra vez, para llenar las “copas de oro” (Ap. 5:8).  Y, como respuesta, vino el avivamiento como un tornado, convirtiéndose en la misma ciudad 150 hombres que estaban bien endurecidos.”
J.A. Bryan de Birmingham
            La vida de oración del predicador presbiteriano J.A. Bryan afectó poderosamente a toda una ciudad norteamericana, historia que es resumida a continuación.  La misma fue escrita por Harry Denham, Secretario del Evangelismo de la Iglesia Metodista, quien conoció personalmente a este hombre extraordinario.
            “En Birmingham, Alabama, donde nací y viví durante 45 años, el más famoso hombre no era el alcalde, ni el editor del gran diario de aquella ciudad, ni el presidente del gran banco de la ciudad, ni el presidente de la empresa Tennessee Coal, Iron, and Railroad Company (Empresa de Carbón, Hierro y Ferrocarril de Tennessee), que tenía 30,000 empleados.  El hombre más conocido fue el humilde predicador presbiteriano llamado J.A. Bryan.  Todos en Birmingham simplemente le llamaron “Hermano Bryan”.”
            Siendo todavía joven, vino a Birmingham, la cual era una nueva ciudad en ese entonces.  No vino para minar carbono u otros minerales, ni para hacer cualquier trabajo físico.  Vino, como ha explicado muy bien Guillermo Stidger, egresado de la Universidad de Teología de Boston, para ser “un necio para Cristo”.  Esto es, de veras, la mejor forma describirlo.  Otros se han hecho necios para el oro, el placer, el prestigio, la educación o la política.  Pero, el hermano Bryan para Cristo era un necio.”
            “Fue conocido como un hombre de oración.  Cuando falleció, los ciudadanos de Birmingham erigieron un monumento en memoria de él.  El monumento fue una piedra labrada con la forma de hermano Bryan, arrodillado, orando.  Tal como él era, la gente de esa gran ciudad industrializada quería recordarlo.”
            “A la medianoche se podía encontrar al hermano Bryan en la parada de los carros eléctricos, orando con los trabajadores y conductores, cuando ellos arribaban a la parada, durante la noche.  De igual modo, oró con los trabajadores del tren en la mañana, antes que empezara la jornada.”
            “Hermano Bryan consoló a más personas en sus tristezas que cualquier otro ministro de nuestra ciudad.  Fue conocido por todos; sin importar su prestigio, creencia, raza o finanzas.”
            “Un día, él y yo estábamos en la esquina de la Segunda Avenida y 20 Calle, que es el punto de más tránsito de Birmingham.  Allí hermano Bryan oró con hombres y mujeres desamparados y necesitados.  En cierta ocasión, le vi sacar su sombrero negro que llevaba, y usarlo para atraer la atención del chofer de un automóvil de lujo.  El automóvil se paró, al igual como lo hacían todos para el hermano Bryan.  Unas mujeres de la alta sociedad estaban en el asiento de pasajeros, a las cuales preguntó el hermano Bryan: —¿Puedo orar con ustedes?  —Y como todos hacían para el hermano Bryan, le dieron su consentimiento.  Oró un ratito con ellas, se despidió y mandó al chofer que siguiese adelante.”
            “Condujo muchos servicios funerales.  A veces, solo él asistía esos servicios, a razón de que el difunto era un hombre pobre o poco conocido.”
            “El Hermano Bryan siempre anunciaba el evangelio en tales servicios.  Dijo que quizás iba a ser la única oportunidad que tuvieran algunos para escuchar un sermón.  En los mismos, siempre pidió al ministro ayudante compartir una oración.  Una cierta vez, un ministro joven oró largo tiempo durante el servicio.  Oraba y oraba y oraba, y por fin terminó.  El Hermano Bryan le aconsejó, diciendo: —Hermano, si oraras en otras ocasiones, no estarías tan atrasado en tu orar.”
            “A veces, el hermano Bryan llamó a otros por teléfono, pidiéndoles que orase con él por teléfono.  Siempre estaban agradecidos por esa oportunidad.  El Hermano Bryan oraba rápidamente, se despedía y llamaba a otra persona.  Podría contarles tantas historias similares acerca de él.”
            “Un día su cansado corazón se paró.  Su cuerpo fue llevado al cementerio, no por un coche fúnebre, sino que por la ambulancia de los bomberos de la ciudad, porque se consideraba el capellán de la ciudad.  A lado de las calles desde su iglesia hasta el cementerio, tal distancia, siendo de cuatro kilómetros, había miles de personas, llorando sin timidez, durante su procesión fúnebre.  Así el Hombre de Oración de Birmingham fue enterrado en el hermoso Parque Elmwood.  Oró durante todos sus días que estuvo en la carne, y estoy seguro que sigue orando, viviendo en espíritu.”
(Este resumen se usa con autorización, tal como fue publicado en Wesleyan Methodist.)
Asa Mahan
            Asa Mahan, presidente de la Universidad de Oberlin durante quince años, experimentó una magnífica manifestación del poder de Dios, como respuesta a una oración inspirada por el Espíritu Santo.  “Tuve una cita,” dijo él, “durante una desagradable canícula, para predicar una mañana de domingo, en una de las iglesias de la ciudad donde vivíamos en ese entonces.  Al subir al carruaje esa mañana, le dije a mi esposa: —No hay ninguna probabilidad que llueva hoy.  Por eso no llevaremos el impermeable que usamos para la lluvia.  —Y, así nos fuimos.”
            “Al arrodillarme ante aquella congregación esa mañana, no tenía ninguna expectación que lloviese.  Sin embargo, al empezar a orar referente a la sequía, un poder me sobrevino, el cual convirtió esa oración en una maravilla para mí y para la congregación.  El diario de la ciudad anunció al siguiente día: “Un predicador, en una de nuestras iglesias, oró fervientemente ayer que lloviese, y la congregación se mojó con la lluvia, al volver a sus casas después de la reunión.”
            “Nunca puedo decir cuando ‘el espíritu de gracia y de súplica’ (Za. 12:19) se derramará sobre mí, de la misma forma que ocurrió ese día.  Tampoco, no pienso que tengo que tener tal experiencia cada vez que oro.  Solamente dejo abierto mi corazón, permitiendo al Espíritu entrar cuando Él elija.  Pero puedo dar testimonio, que en cada ocasión que el Espíritu intercedía de ese modo en mí, siempre obtenía lo que pedía.  También testifico que ni el orador ni el oidor pueden negar la peculiaridad de tal oración, si uno ora bajo el inspirador poder del Espíritu.”
            “Con todo, durante muchos años, sus estudiantes se acostumbraron a decir en los tiempos de sequía: —¿Notaron la oración del presidente?  ¡Ya va a llover!  —Y nunca se desilusionaron.”
A.B. Simpson
            A.B. Simpson fue fundador de la Iglesia Alianza Cristiana y Misionera, y literalmente oró por cientos de misioneros que fueron a las tierras espiritualmente yermas, para que los mismos sembrasen y cosechasen para el Señor allí.
            “Un huésped de la casa del señor Simpson se levantó temprano una mañana para pasear.  Pasando enfrente de la abierta puerta de su anfitrión, vio al señor Simpson sentado a su escritorio.  Notó que el mismo hubo terminado de leer la Biblia y estaba orando.  Pero, en lugar de arrodillarse o inclinar la cabeza y cerrar los ojos, alargó su mano y agarró una esfera.  Dándole vueltas lentamente, oró en voz alta por todas las multitudes de perdidos de los varios países que pasaba bajo sus manos.
            “De repente, sin saber que su huésped le miraba, el señor Simpson abrazó el globo.  Se postró sobre ella, de tal manera que sus lágrimas caían encima de la misma, se dividían y corrían por todos lados— ¡hasta que todo la esfera estaba mojado con sus lágrimas compasivas!”
            “Los misioneros que él entrenó y mandó sembraron la semilla de la Palabra de Dios en todo el mundo; y ahora ese viejo líder de misioneros trataba de ‘regar’ esa semilla con lágrimas compasivas.  Dios todavía busca intercesores que oren con el mismo espíritu.”  —El autor de estas palabras es desconocido.
            “Nuestra obra más noble es la oración,” dijo el señor Simpson.  “La verdadera oración ‘en el Espíritu Santo’ es tan rara como eficaz.  La misma nos trae gran sufrimiento en la carne, y nos lleva al compañerismo con el Señor, compartiendo todas sus cargas, las que siempre está llevando por Su gente ante el trono del Padre.  Tal oración es una real fuerza.  Oh, ¡Qué seamos los tubos de oro (Za. 4:12) que llevan el aceite desde los árboles vivientes hasta las lámparas de Dios!  Oh, ¡que los que llevan el incienso siempre presenten a Dios “las copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos”! (Ap. 5:8)  En estos solemnes tiempos, esperamos que Dios nos ponga cargas inusuales de intercesión.  Ojalá que Él nos encuentre responsivos y comprensivos en cuanto a Su voluntad.”
            “La intercesión,” dice otro acerca del señor Simpson, “fue el secreto de su ministerio público.  Nadie lo entendió en esto más que él mismo, porque escribió en The King’s Business (El negocio del Rey): ‘He notado que los que hacen reclamos y tienen una viva esperanza de ganar almas son los mismos que las reciben; y para mí, nunca trato de predicarles a los perdidos, sin primero haber clamado a Dios por un verdadero nacimiento de almas, y, después, haber recibido una confianza de que vendrá Su vivificante y creadora vida para realizar lo mismo.  Si no hago esto, usualmente estoy desilusionado con los resultados de cualquier culto que conduzco.’”
Un Predicador de Tennessee
            “Existía un notable predicador en el estado de Tennessee, quien vivió solamente tres años después de haber iniciado a predicar.  El mismo fue posiblemente el hombre más magnífico de su época, que los Estados del Oeste produjeran.  Cientos y miles se convirtieron a causa de su ministerio.”
            “Un día, su hermano le dijo: —Sterling, ¿Cómo es que tú tienes tanto más éxito en la prédica que otros?  Predicamos las mismas doctrinas.  Las entendemos tanto como tú.  Tenemos celo.  ¿Cómo es, pues, que tú tienes éxito, y yo no?”
            “Con humildad y con un poca de vacilación, replicó: —Hermano, el secreto es éste: antes de subir al púlpito acudo a Dios en oración, y si siento seguridad que Dios me ayudará, siempre tengo éxito.  Pero si no la tengo, soy igual a los demás.”
            “Les digo, hermanos predicadores, si tuviéramos más oración en nuestro aposento, antes de preparar el sermón, más almas se convertirían a causa de nuestros ministerios.”  —Juan B. M’Ferrin
Pedro Jackson
            Un estudio de los grandes avivamientos del pasado revela que los comienzos de los mismos se fundamentaban en la oración, la obediencia y la labor.
            Pedro Jackson, quien vivió hace 200 años, fue un predicador que edificó para sí una chocita en el bosque de Pennsylvania, cerca de su casa.  Tuvo por costumbre ir allí, cuando tenía algunos momentos sin otro quehacer.  Sus oraciones por el avivamiento de su comunidad crecían, hasta que le llamaron, ‘el anciano orador’.”
            “Algunas noches estuvo arrodillado toda la noche, orando por avivamiento, sin importar el costo de éste.  Mantuvo tal vela ante al trono de Dios durante meses.  Luego, vino el avivamiento.  Empezando en su propia iglesia, de allí se pasó a su ciudad, y luego a todo el Estado.  De hecho, algunas iglesias lo recuerdan como el avivamiento del año 1800.  Las oraciones de un solo hombre lo encendieron, porque ese hombre pagó el costo necesario para empezarlo, orando.  —Fletcher Clark Spruce
G.D. Watson
            Nosotros, los dos autores de este libro, tenemos una gran deuda a los escritos de G.D. Watson.   En nuestra juventud habíamos recibido un vivificante derramamiento del Espíritu Santo, habiendo recibido muy detalladas instrucciones referentes a cómo recibirle.  Pero, en cuanto a cómo retenerle o en cuanto a las pruebas y luchas venideras, no recibimos nada.  Por esto, encontrando una y otra cruz en el camino, estábamos muy turbados, queriendo entender el porqué de las mismas.  Luego, alguien nos introdujo en los escritos de G.D. Watson, y, ¡oh!, ¡qué iluminación nos dieron tocante a las muchas crucifixiones interiores que se encuentran en el caminar con Dios!  El señor Watson escribió para los santos, entendiendo las pruebas peculiares que ellos tienen que pasar para que se conformen como imagen de Cristo.
            A continuación se dan varias experiencias del señor Watson, para que comprendas cómo el orar en el Espíritu difiere del orar sin interés, que a menudo nos lleva a la justicia propia y al fariseísmo.   El Espíritu nos fue dado para ayudarnos en nuestras debilidades, porque nadie de nosotros sabe cómo orar tal como debemos; pero Él está de nuestro lado para iniciar la carga en nosotros, y, luego nos sostiene mientras la llevamos al deleite.
            Para ayudarte a tener más grandes expectaciones de Dios sobre el orar en el Espíritu Santo, te compartimos las siguientes experiencias.
El jale divino
            “Muchas veces, mientras viajaba en un tren a cuarenta o cincuenta kilómetros por hora, he sentido un repentino jale, a razón de que el conductor ha puesto más vapor [El autor habla de los trenes de vapor, pues vivía hace un siglo.] para aumentar la velocidad hasta sesenta kilómetros por hora.  Para el viajero experimentado que tiene buen sentido de moción, cada movimiento del tren fácilmente lo siente.  Yo puedo sentir cuando cambia de dirección el tren, aun fuera un poquito no más, o, cuando ha tocado los frenos un poquito o aumentado la velocidad, aun fuera mínimo; todo lo percibo.”
            “Tal sensitividad a los movimientos de un tren pueden aplicarse en la vida espiritual.  Si mantenemos una calidad de mente humilde y crucificada, y una comunión ininterrumpida con el Espíritu Santo, las sensibilidades internas del alma serán tan finas tal como las del cuerpo.  Podemos así detectar la reducción de la velocidad, o una desviadita a la izquierda o la derecha.  Alabado sea Dios, ¡podemos sentir cuando el Conductor celestial ha puesto más vapor!”
            “Muchas veces, esto se siente mientras oramos, cuando todas la facultades del alma están abiertas, esperando ser guiado a dónde quiera el Espíritu.  En estos momentos, sentimos un jale del Espíritu: un repentino anhelo del alma para Dios, para conocerlo mejor; una profunda y dulce pasión para Cristo aferra las fuentes de deseo en nosotros; una ansia intensa de ser exactamente cómo es Jesús invade toda la mente.  En tales momentos, nos sentimos magnetizados.  Estamos concientes de que un imán poderosísimo está atrayendo nuestros deseos, ahíncos, determinaciones e imaginaciones al fulgor y la dulzura de Dios.”
            “Los mismos momentos valen más de lo que podemos conjeturar.  Debemos aprovechar de todo lo que nos pueden ofrecer.  Cuando el Espíritu nos da tales suaves jales hacia él, nos corresponde abrir nuestro corazón al máximo: permite las lágrimas caerse; si es necesario permite, sin ponerles importancia, que muchas horas pasen, aunque lo mismo ocurra a la medianoche.   Permite que la naturaleza divina muestre sus magníficos y dulces esplendores a tu mente.  De igual modo, debemos forzarnos a entrar al mismo seno de Jesús.  Hay que entender sus insinuaciones; él está llamándonos al amor profundo y apasionado.  En tales momentos, debemos compartirle nuestros anhelos por la salvación de las almas, las peticiones por nuestros parientes, amigos y enemigos, nuestros deseos de avivamiento y la necesidad de las misiones.  Mientras esos vientos espirituales soplan sobre nosotros, debemos alargar cada vela y poner aceite al casco de nuestros barcos para poder adelantarnos a toda velocidad posible.  Muchas oraciones se quedan sin frutos, porque en el momento que el Espíritu está alistándose para tocar las fibras del corazón, se dice el ‘amén’.”
            “Durante los últimos meses, más que nunca en mi vida, he estado aprendiendo a detectar los suaves movimientos del Espíritu Santo en mi alma, durante la oración.  A veces, empiezo a orar con percepciones cansados y torpes, mis pensamientos parecen estar secos y mis aficiones frías.  Tal sequedad queda conmigo, usualmente, unos diez o veinte minutos.  Pero al fijar mis pensamientos en Dios, pidiéndole respirar en mí la mejor oración que le agradaría, y, luego esperando y rogando los meritos de mi Hermano mayor, viene, a su tiempo, el fulgor.  Mi corazón se conmueve.  Las lágrimas de amor y agradecimiento empiezan a fluir.  Luego, toda dificultad, todas las tristezas, todos los problemas, todas las cargas, todo sentimiento de soledad y toda ansia de cada forma y grado desaparecen bajo el horizonte.”
            “Creo que vale mucho la pena el vigilar los movimientos del Espíritu…  ¡Oh!, ¡qué podamos ser tan íntimos con el Espíritu Santo, que sólo se necesite una suave insinuación, un pequeño jale, para causarnos el rendirnos amorosamente a sus deseos!  ¡Cuál infinito complemento nos es dado: que nuestro Padre celestial estuviera dispuesto a indicarnos a nosotros sus pensamientos y deseos, por medio del Espíritu Santo!  Si respondemos a sus suaves jales en la oración, podremos detectar cualquier aviso o premonición de peligro, o de alguna bendición envuelta en una oportunidad tal, que Él nos manda.”  —Tomado del libro Soul Food (Alimentación para el alma)
El orar por un enemigo
            “Me convenzo que tenemos un punto de vista equivocado en cuanto al mandamiento de orar por nuestros enemigos.  Orar por nuestros enemigos quiere decir mucho más que el mero repetir las palabras, “Dios, bendice a nuestros adversarios.”  Quiere decir que de buena voluntad los debemos llevar en nuestros corazones, intercediendo por ellos, en particular, amorosamente y con perseverancia.   O sea, orar por ellos con un corazón de caridad, hasta que podamos desear que el más alto nivel de bendición caiga sobre ellos.”
            “Durante toda mi vida, he sido bendecido por tener siempre algunos enemigos; y, a veces, he tenido un gran número de los mismos, de los cuales algunos eran muy agraviosos.  Con todo, he notado, repasando mi vida, que tenía menos enemigos y más admiración durante los tiempos en que, espiritualmente, yo estaba bajado y lejos de Dios.  Al contrario, cuando estaba en la más íntima comunión con Cristo, a la vez fui más malentendido por la gente religiosa y odiado intensamente por gente mala.  Recuerdo muchas ocasiones cuando tuve que orar por mis genuinos enemigos; y por personas cristianas que me habían injuriado, aunque éstas realmente no se daban cuenta de lo que estaban haciendo, pues no querían ser enemigos míos.”
            “Un cierto acontecimiento ocurrió durante los primeros días del verano del año 1895.  Un enemigo muy amargado había hecho muchas cosas para dañarme, a mí y a mi familia.  En varias ocasiones había orado por él durante mis devocionales privados, pero un día sentí de apartarme solo al bosque, para invertir unas horas rogando a Dios por él y su familia.  Al inicio de la oración, intenté ejercer una gran caridad hacia ese hombre, para reemplazarme por él, y así poder ver mi propio egoísmo desde su punto de vista.  Pero el Espíritu pronto me indicó que esto no era el camino divino, sino el camino humano.  Entonces, entendí que lo que necesitaba era amar a ese enemigo, con el mismo amor que Jesús tenía para él; tener compasión, mostrar simpatía y compartir los sentimientos que Dios tenía hacia él, lo más que pudiese.  Yo debía ser un canal vivo, en tal unión con el Espíritu Santo, que Jesús pudiese amarle a él a través de mí, derramándole su amor divino por medio de mis simpatías.”
            “Me fue revelado que para poder amarle como Cristo le amaba, yo tendría que ceder mi ser al Espíritu Santo, para que yo fuese hecho un canal de la imparcial, desinteresada, tierna, infinita y sacrificada misericordia de Dios.  Al entender esto, lo hice; y, antes de haber orado una hora, las fuentes de mi alma manaron y mis lágrimas fluyeron como lluvia.  Sentí un amor cálido y suave hacia mi enemigo.  Todo su bienestar —cuerpo, alma, familia y sus intereses temporales y eternos— me llegó a ser muy estimado.”
            “Mientras yo continuaba rogando detalladamente a Dios por la salvación de su alma y por todo su bienestar, de repente el Espíritu llevó mi mente al pensamiento de qué hermoso cristiano sería ese hombre, si se lavara en la sangre de Jesús y se llenara del Espíritu Santo.  En mi mente, vi su alma y todos sus dones y habilidades —ahora tan pervertidos por el pecado— ¡Cuán hermosos serían, transformados por la gracia divina!  Contemplando esto, lo vi tal como si hubiera experimentado todas las posibilidades de la gracia salvadora: ¡totalmente transfigurado!  Luego, oré que pudiera sentir la tristeza de Cristo en cualquier trastorno que él encontrase.  Desde ese entonces, siempre ha sido fácil y dulce orar por él, y no puedo pensar en él sin sentir un especial y tierno amor.”
            “Meses después de todo esto, ese hombre sufrió una gran calamidad, la cual trajo pena y tristeza a mi corazón; no obstante, fui acusado de haber orado que esa situación le viniera.  Nuestros vecinos y amigos a veces no pueden saber lo que hay en nuestros corazones, hasta el día final.  Realmente es sumamente más necesario amar a nuestros enemigos que convencerles de la veracidad de lo mismo.  Si Jesús no pudiera convencer a la humanidad de Su amor por ella, ¿somos más capaces de Él, para hacer lo mismo?  La realidad de tener tal amor cristiano fluyendo a través de nosotros es lo que se necesita, no el éxito de probarlo ante el mundo.  He encontrado que el más que oro por alguien, el más fácil es, para mí, pensar bien acerca del mismo y mirar su conducta con ojos caritativos.”
            “No solamente debemos orar mucho y fervientemente por nuestros enemigos, sino también por la gente religiosa que nos tratara fría y severamente.  Porque si no mantenemos nuestros corazones cálidos, puros y muy tiernos hacia todo el mundo, vamos a perder el dulce sentimiento de unidad con Jesús, el cual vale más que todas las amistades de las criaturas.  No es mi llamado forzar a otros a amarme, sino que mi encargo es mantener la unión perfecta con el Espíritu Santo y amar a todos con el amor de Dios, sin importar que ellos me amen o tengan confianza en mí.”  —Tomado del libro Soul Food (Alimentación para el alma)
Una maravillosa respuesta a la oración
            “Durante el año de 1895, el Señor me permitió experimentar muchas y varias respuestas a mis oraciones.  A continuación comparto solo una de esas.”
            “En el mes de enero del año 1895, en el Estado de Florida, casi todas las plantaciones de naranjas fueron matados.  Así, mi propiedad, con la cual me sostenía, fue arruinada.  Por la gracia divina, fui guardado de hasta aun el pensar en murmurar.  Ayuné y oré durante muchos días, e hice un solemne pacto con Dios: 1. No pediría ayuda de nadie, sino al Señor.  2. No incrementaría mi deuda.  3. Daría a Dios el diezmo de todo de lo que me diera Él.   Con esto, mi fe fue probada; pero nunca me faltó nada, y siempre tenía dinero en efectivo.  Las grandes misericordias de Dios conmigo, durante ese año, llenarían un libro.  A continuación comparto una.”
            “Pues yo iba a necesitar más dinero en el mes de noviembre, y sabía que no había manera de conseguirlo, sino a través de la oración, oré mucho por eso durante los meses de septiembre y octubre, ayunando también durante varios días.  Fui mantenido en la perfecta paz, pero miraba intensamente a Dios.  Durante la semana final de octubre, recibí una carta de una santa viuda, pobre, quien no me conocía, y más, vivía a unos dos mil kilómetros de mi hogar, la cual me contó que se había conmovido por invertir un día de oración por mis necesidades materiales; y, Dios le había hablado que Él supliría las mismas.  Yo necesitaba cien dólares antes del diez de noviembre, y otros cien más en diciembre; pero mi poca fe solamente alargaba por el primer cien.”
            “El seis de noviembre, después de cenar e inmediatamente antes de empezar la reunión semanal de santidad en mi casa, estaba caminando de aquí hacia allá en mi biblioteca, hablando con el Señor acerca de mi gran necesidad.  De repente, el Espíritu Santo abrió mi mente fuerte y nuevamente en cuanto a la provisión paterna de Dios para mí.  Mi alma fue conmovida, recibiendo mucho amor y paz.  Las lágrimas de gozo caían sobre mis mejillas.  Había algo semejante a una voz, hablándome a mi corazón: —Para mí, el dinero no es nada.  Es como el envoltorio y no se acaba.  Sólo dame tu amor candente y la obediencia perfecta; yo supliré tus finanzas.”
            “Con estas palabras en mi mente, sentí que había recibido la respuesta.  A solo cuatro días necesitaba el dinero, y no confiaba en nadie de la tierra para suplirlo.  El día nueve, recibí una carta de un santo hombre de negocios, quien vivía a miles de kilómetros de mí, la cual decía que ese hombre ‘sentía un fuerte impulso para mandarme un cheque con más de dos cientos dólares.’  Con todo, recibir ese cheque no me sorprendió, porque mi fe esperaba en Dios para suplir mis necesidades.  Fui al bosque, y me senté sobre un tronco, reflexionando durante toda una hora sobre el gran y amoroso Dios, y adorando Su amor sin par y la realidad de Su presencia personal.  No sabía dónde admirarlo más, en el mover del Espíritu Santo sobre la viuda para orar, o en el querido hermano que mandó el dinero.  Y, al ver la exactitud del tiempo del Señor, mandándomelo justamente al día que lo necesitaba, inmediatamente di el diezmo de lo recibido.”  —Tomado del libro Soul Food (Alimentación para el alma)
            “El carácter de cada hombre proviene de sus oraciones.  Será visto, en el día final, que todo carácter santo es exactamente conformado a la vida de oración del mismo, individualmente.  La historia de la oración contiene una parte que es tan interna y espiritual que no podemos analizarla, ni comprender sus varios grados; y se necesita la inteligencia de un ángel para escribir la historia de las oraciones de la gente de Dios.  Sin duda, todo esto se manifestará al tiempo, cuando todas las oraciones de los santos se culminen y terminen.”  —Tomado del libro God’s Eagles (Las águilas de Dios)

      “Oh, mis amados amigos, no hay nadie de nosotros que pueda vivir sin orar.  Lo sabemos.  Pero orar no es ‘decir nuestras oraciones’, ni decir unas cuantas peticiones cada mañana y tarde; así tratando de forzar nuestra propia voluntad, aunque fuera con vehemencia y celo, en lugar de aceptar la Suya.  ‘Señor, enséñanos orar’ (Lu. 11:1), pedimos; y Su primera respuesta es, ‘Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros’. (Juan 15:7) Cumpliendo esto, oraremos con éxito.  Hay que ser un verdadero cristiano primero.  Hay que entrar en la vida nueva, y, una vez allí, la oración será muy fácil: será tan fácil orar en la tierra ‘Señor, ten misericordia de mí’ (Ma. 10:47), que fuera adorar en el cielo, ‘Digno eres tú, Oh Señor…porque nos has redimido…’ (Ap. 5:9)”     —Felipe Brooks


MAS PREDICADORES AMERICANOS

Eduardo Payson
            Será maravilloso, una vez que estemos en el cielo, contemplar las extensas influencias de los hombres y las mujeres de oración, quienes no contaron como injusto el invertir horas, y aun días, estudiando la Palabra de Dios y compartiendo la comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.  Existía un predicador en la Nueva Inglaterra: Eduardo Payson, quien claramente manifestó que no le tenía confianza a la carne, e insistía en quedarse en la Presencia Divina hasta que se llenase con la magnitud de la santidad y majestad de Dios.  Solamente entonces podría ministrar a otros sin depender de la sabiduría humana, pero sí en la demostración y poder del Espíritu.
            Un día, su hija Elizabet, quien tenía entonces cuatro o cinco años, entró deprisa al cuarto de él y le vio postrado, comunicándose con Dios.  Se mantenía tan absorto en sus devocionales que esta vez no se dio cuenta de la entrada de ella.  Esta niña tenía solamente nueve años cuando su papá falleció, pero posteriormente testificó: “Su influencia había penetrado mi ser hasta lo profundo”.  En cuanto al suceso notado anteriormente, ella notó que el mismo iba influenciándola desde entonces en adelante.  Elizabet, quien se casó y desde entonces fue llamada Elizabet Prentiss, como autora dio al público el libro, Stepping Heavenward (Pasando al cielo), y como la esposa de un piadoso ministro, continuó el modo de orar que había aprendido de su padre, durante su niñez.
            Meditando sobre la vida privada de oración de Eduardo Payson, se puede decir que debemos mejorar nuestro propio orar.  E.N. Kirk nos revela esto en su libro Lectures oí Revivals (Discursos sobre los avivamientos), del que a continuación se comparten unas selecciones:
            “Su propio punto de vista en cuanto a la oración era, que él no podía vivir en plena seguridad sin la incesante oración.  Esto no quiere decir que siempre estuviera arrodillado, sino que siempre estaba muy cerca del propiciatorio, visitando al mismo muy frecuentemente.  Tal era su valoración acerca de las oraciones de los creyentes, que planteaba formar grupitos de cuatro o seis personas, los cuales debían reunirse antes del servicio de los días domingos, para pedir que viniese una bendición sobre el ministro y sus labores del día.”
            “Su diario describe su propio orar: ‘Pude orar con agonía por mí y por otros, intercediendo con gemidos indecibles.’  Eduardo creyó que nada glorificaba a Dios más que el orar reunidos.  Y, puede ser que las oraciones públicas de él indirectamente influenciaran a otros más de lo que lo hacían sus prédicas.  Sin duda ésas prevalecieron con Dios, y de igual modo, se hizo patente que afectaron a los hombres inmensamente.  A la oración tenemos que dirigir a los estudiantes de teología, tal como todavía no se ha hecho.  No son las liturgias las que necesitamos, más bien el espíritu de oración, el cual es obtenido de la misma manera que Payson lo obtuvo: en la íntima comunión con Dios.”
            E.M. Bounds, quien también fue un gran maestro de oración, dijo lo siguiente referente a Eduardo: “Las rodillas de Payson hicieron ranuras en el piso de tablas duras que tenía su cuarto, a razón de su mucho orar.”  Uno de sus biógrafos escribió lo que a continuación se dice acerca de él: “Su constancia en el orar (Ro. 12:12), sin importar sus circunstancias, es el punto más destacado de su vida, lo cual nos señala el deber que tenemos todos los que queremos sobresalir de igual modo. A la respuesta de Dios a sus ardientes y perseverantes oraciones tenemos que atribuir su distinguido y casi ininterrumpido éxito.”
            En su libro The Hidden Life of Prayer (La vida escondida de la oración), D.M. M’Intyre dice: “El biógrafo de Payson observó que ‘la oración era el preeminente ejercicio de él’.  El mismo biógrafo verificó que Payson sentía lástima por cualquier cristiano que no conocía personalmente la fuerza de las palabras ‘gemidos indecibles’ (Ro. 8:26).  Se dijo de él que ‘estudiaba la teología arrodillado’.  ¿No es maravilloso que le fuera permitido señalarles a Cristo a grandes multitudes?
            En la siguiente cita, el señor Payson nos avisa de la oposición que se espera si uno sigue perseverando en tal orar: “La fortuna de la batalla depende del cumplir a diario los deberes del aposento.  Esto lo comprende bien tu adversario.  El sabe que si te puede quitar el tiempo que tú tienes a solas con Dios en el aposento, te vencerá.  Entonces estarás en la misma situación que lo está un ejército bloqueado y no puede recibir más pertrechos y refuerzos, y serás obligado o capitular o rendirte.  Por esto, él ocupará todos sus medios para impedirte entrar en tu aposento.”
            “Mantener tu puesto será un arduo trabajo, peleando contra él y además contra tus propios deseos carnales.  En ciertas ocasiones, cuando tú, queriendo leer u orar, el enemigo tratará de atacarte con más vehemencia de lo normal.  Así intentará persuadirte diciéndote que el orar cuesta más de lo que vale.  O, en otras ocasiones, su táctica será retirarse un rato, dejándote pensar que todo está tranquilo y no hay necesidad de acudir al trono de gracia.  Si puede engañarte por el descuido, no te atacará abiertamente, deseando no molestar tal simulada paz, de la cual él es el autor.  Sin embargo, si no puede seducirte a dormir, te molestará con toda su fuerza.”
            “Y, cuando Satanás tiene permitido enfrentarnos así, y parece ser que el Espíritu Santo ha quitado su ayuda y consuelo, y además, parece ser que Dios no está escuchando nuestras oraciones, a pesar de que estamos llorando y gritando; entonces pareciera no ser fácil seguir constante en los deberes del aposento. De veras, estos momentos siempre son los más difíciles de llevar a cabo en la oración, cuando en verdad son los más necesarios.”
            El señor Payson describe al hombre que niega la oración en términos cándidos, diciendo: “El hombre que rehúsa o niega orar, quien considera a la oración como un quehacer cansador e  innecesario, en vez de valorarla como privilegio, dice más o menos: —No soy dependiente de Dios.  No quiero nada de lo que ofrece; por esto no acudiré a él ni le pediré ningún favor.  No le pediré que corone mis esfuerzos con éxito, porque puedo, y estoy determinado, en llevar a cabo mis propósitos a través de mi propia fuerza.  Tampoco le importunaré para que me instruya o guíe, porque soy competente de ser mi propio instructor y guía.  No Le pediré fuerza ni sustento, porque soy vigoroso y tengo mis propios recursos.  De igual modo, no le suplicaré Su protección, porque soy capaz de protegerme.  Ni le imploraré Su merced perdonadora ni Su gracia santificante, porque no lo deseo, ni necesito, ni la una ni la otra.  De igual manera, no le solicitaré Su presencia y ayuda a la hora de mi muerte, pues puedo encontrar y enfrentar, sin aporte alguno, el rey de terrores, e igualmente, puedo entrar solo y confiadamente en cualquier lugar que la misma me introdujera.  —Tal es el lenguaje de todos los que niegan la oración.”
            Payson aconsejó a otro ministro: “Amado hermano mío, no puedo hacer demasiado hincapié en esto: la oración es la primera, la segunda y la tercera cosa necesaria para cualquier ministro, especialmente en los avivamientos.  De esto estoy persuadido: lo más que obres en el ministerio, lo más que te convencerá también.”
E.M. Bounds
            Eduardo M. Bounds sirvió en diferentes iglesias importantes de la ciudad de San Luis y otros lugares en el Sur de los EE.UU.  Durante ocho años fue editor del St. Louis Christian Advocate (Ayudador Cristiano de San Luis) y durante cuatro años fue editor asociado del Nashville Christian Advocate (Ayudador Cristiano de Nashville).  Posteriormente, se retiró de la mayor parte de su ministerio de prédica para poder estimular el ministerio de oración, particularmente la oración matutina.  Su vida fue una bendición a todos, y sus libros sobre la oración siguen vendiéndose. Las siguientes citas son de su libro Power Through Prayer (El poder por medio de la oración).
            “Se puede anotar como un axioma espiritual que en cada exitoso y verdadero ministerio, la oración es la evidente y controladora fuerza: evidente y controladora en la vida del predicador, y evidente y controladora en la profunda espiritualidad de su obra.  Un ministerio puede ser muy profundo en pensamientos sin la oración; puede conseguir fama y popularidad sin la oración; toda la maquinaría de vida de él puede operar sin el lubricante de la oración, o con tan poca que solamente un sola engranaje la tenga; pero en ningún ministerio puede un hombre ser espiritual, consiguiendo santidad para él como predicador y para su congregación, sin que su oración fuera hecha la fuerza evidente y controladora.”
            “El predicador que ora de veras pone a Dios en la obra.  Dios no se asocia a la obra de un predicador automáticamente o en general.  Sino, se asocia por medio de la oración y la urgencia especial de los que oran.  Un ministerio orador es el único ministerio que une al predicador con las necesidades y anhelos de la gente…  Un ministerio orador es el único calificado para entrar en las altas posiciones y responsabilidades del predicador.  Universidades, educación, libros, teología y predicaciones no pueden hacer a un predicador, pero la oración sí lo hace.  El mandamiento de predicar por todo el mundo (Marcos 16:15) fue inútil hasta que las oraciones que trajeron el poder de Pentecostés les dio potencia.”
            “Un ministro orador ha subido más arriba de la mera actividad, de la organización y del hablar bien; ha subido más allá de cualquier organizador eclesiástico, a la región más sublime y poderosa, la región de lo espiritual…  Dios está al lado de tal ministro.  Su ministerio no es llevado por principios mundanos o superficiales. Está lleno de, y profundamente enseñado en, las cosas de Dios.  Sus largas y profundas comuniones con Dios por su gente y la agonía de su espíritu luchador le han coronado como un príncipe en las cosas de Dios.  El frío profesionalismo ya se ha derretido por la intensidad de su orar.”
            “Los superficiales resultados de algunos ministerios y la mortandad de otros se explican en la falta de oración.  Ningún ministerio puede tener éxito si no tiene mucha oración, y esto tiene que ser fundamental, constante y ampliándose siempre.  Los versos seleccionados y todo el sermón deben ser el resultado del orar.  El estudio de los mismos deben ser bañados en la oración: todo mezclado en la oración; y su único espíritu, el espíritu de oración.  “Siento que he orado tan poco” fue el lamento de un moribundo hijo de Dios; un triste lamento para un predicador.  “Deseo una vida de oración más amplia, profunda y verídica”, dijo el arzobispo Tait.  Ojalá que sea el mismo anhelo en todos nosotros, y, que lo consigamos.”
            “Los genuinos predicadores de Dios siempre se han distinguidos por un rasgo: fueron hombres de oración.  Aunque difirieron en muchos otros asuntos, siempre tuvieron un mismo punto nuclear.  Estos hombres no oraban de vez en cuando, ni casualmente en ciertas ocasiones; sino que oraban de tal manera que sus oraciones entraron y reformaron sus propios caracteres.  Tan eficazmente oraban que aun sus propias vidas, y las de otros también, fueron innegablemente afectadas.  De igual modo, oraron de tal manera que la historia de la iglesia y los sucesos de su época fueron influenciados.  Invirtieron mucho tiempo en el orar, no por razón de contar las horas nada más, sino porque les era una labor tan imprescindible que no podían cumplirla perezosamente.
Gilberto Chapman
            “Si rogáramos más a Dios, no tendríamos necesidad de rogar tanto a los hombres.  ¡No es la magnífica prédica la que hace falta, sino que la solemne oración!  Es poder, el poder del cielo es lo que necesitamos.  Deseo inculcar esto en cada hombre novato que lea estas líneas.  Uno de los engaños del diablo es guiar a la iglesia a responsabilizar al ministro de todo el éxito de la obra espiritual, mientras los miembros de la misma iglesia se satisfacen en lo mundano y lo carnal.  Dios no puede dar de Sus preciosos dones a tal iglesia.  En el día de Pentecostés, Pedro y toda la iglesia fueron llenos del Espíritu Santo, los mismos que cosecharon las tres mil almas; no fue solo Pedro, aunque sí, predicó a la multitud con un corazón quebrantado.”
            Gilberto Chapman, cuando inició el pastoreado de la iglesia de Wanamaker, dijo en cierta ocasión que después de predicar allí su primer sermón, encontró a un viejo hombre, quien le dijo: —Tú eres muy joven para pastorear esta notable iglesia.  Siempre hemos tenido pastores más maduros.  Tengo sospecha de que realmente no logres tener éxito.  Pero, predica el evangelio, y te voy a ayudar lo más posible que pueda.  —El señor Chapman le miró, pensando: “Este hombre está medio loco.”  Pero el hombre siguió hablando: —Voy a orar por ti para que venga el poder del Espíritu Santo sobre ti.  Además, hay otros dos más que han hecho votos en hacer lo mismo.
            Más tarde, el señor Chapman comentó: “No me sentía tan irritado al saber que iba a orar por mí.  Estas tres personas aumentaron hasta ser diez; las diez llegaron a ser veinte; las veinte llegaron a ser cincuenta; y por fin, las cincuenta llegaron a ser doscientas personas, que se reunían antes de cada culto a orar para que el Espíritu Santo viniese sobre mí.  Además, en otro cuarto, los 18 ancianos se arrodillaron, orando, tan cerca de mí que pude alargar la mano y tocar cada uno de ellos.  De esta forma, siempre empecé la prédica sintiendo que la unción vendría, como respuesta a las oraciones de esos 218 hombres.  No comprendo cómo un predicador normal en circunstancias ordinarias puede predicar con éxito.”
            “Oh, discípulos de Cristo, se dan cuenta que ustedes tienen más que hacer que el mero asistir a la iglesia, como curiosos espectadores perezosos, sólo para divertirse y recibir instrucciones.  Les toca a ustedes orar intensamente para que el Espíritu Santo vista a su ministro con poder, y haga de sus palabras como dinamita para los duros corazones de los pecadores.”
            “Para obtener tal poder, tenemos que sentir profundamente que no hay nada que pueda substituirlo.  Este es el problema de muchas iglesias: obran en aportes diferentes a lo que el Espíritu Santo fue mandado a obrar.  Algunas aportan para el ministro: por sus habilidades, su elocuencia, su inteligencia o su influencia.  Así, cuando tales iglesias consiguen un ministro al que creen capaz, las mismas se sientan a descansar, pensando que él las edificará.  Pero, ¿Qué puede hacer un ministro sin que el poder sobrenatural obre en él?  Aunque fuera tan elocuente como el Arcángel Gabriel, ni siquiera un alma se convertirá sin ese poder sobrenatural.  Orando, la iglesia tiene que darse cuenta de esto, y orar a Dios para que el Espíritu obre en su predicador.”
             “A razón de que la iglesia estuvo sosteniéndose en Dios por medio de la oración, y estuvo invirtiendo casi dos horas por noche en la misma, el Espíritu Santo trajo grandísima bendición al pastor, Livingstone, cuando el estaba predicando el sermón en la iglesia de Shotts.  Tal fue su sermón en esa noche, que quinientas personas se entregaron a Jesús al escucharlo.  Carlos Finney dijo que las oraciones de ‘Papá’ Nash, las del hermano Clary y las de otros que andaban con Dios, eran las que le vistieron con tal poder del cielo que aun los pecadores más endurecidos fueron alcanzados…”
            “Hoy, las iglesias están solicitando hombres eruditos y elocuentes, en lugar de los que han sidos ampliamente bautizados con el Espíritu.  Los seminarios llevan mucho de culpa en esto.  No hacen hincapié en que tal experiencia es absolutamente necesaria; y, los seminarios y las iglesias de esta forma están criando un ministerio estéril, y aumentan la desolación de Sion. ¡Oh maestros de ministros! ¡Oh pueblo de Dios! ¡Hagan hincapié en la unción divina!  —A.M. Hills
            En cierta ocasión J. Wilbur Chapman se acercó a F.B. Meyer, preguntándole: —¿Cuál es mi problema?  Son tantas las veces que me parece sentir que estoy medio vacío, e igualmente, sin fuerza espiritual.  ¿Qué me ha de faltar?
            El señor Meyer puso su mano en el hombro del señor Chapman y dijo: —¿Alguna vez has tratado de exhalar tres veces, sin ni siquiera inhalar tan solo una vez? 
            Pensando que tal vez era un nuevo ejercicio de respiración, el señor Chapman contestó: —No recuerdo haberlo hecho.
            —Entonces, haz la prueba.
            Y, el señor Chapman lo hizo. Pero, al exhalar una sola vez, tuvo que inhalar.
            —¿No sabes, —le aconsejó el señor Meyer—, que tienes que inhalar antes que exhalar, y la exhalación es en proporción directa a la inhalación?
            Así, tenemos que llenarnos de la oración y del estudio de la Biblia, antes de que podamos exhalar en el servicio.
A.C. Dixon
            “Uno de los predicadores más persuadidores en los EE.UU. fue A.C. Dixon.  A muchas personas entenebrecidas, sus espléndidos mensajes, claras descripciones y ruegos tocantes les hicieron brillar la luz.  Sin embargo, los primeros años de su ministerio le trajeron mucha desilusión.”
            “Recién egresado de sus estudios académicos, se decepcionó a sí mismo, creyendo que su inteligencia y elocuencia iban a capacitarlo para disfrutar de buen éxito.  Sin embargo, solamente experimentó el fracaso.  Muchos estudiantes caprichudos vinieron a sus prédicas, y sus esfuerzos por parar las interrupciones de ellos fueron en vano.  Toda su elocuencia, la poesía que ocupaba, las referencias a la ciencia, la psicología; todas fueron usadas sin éxito.”
            “Luego llegó la crisis.  Se apartó a la soledad del campo, para estar con Dios a solas.  Invirtió muchas horas humillándose, confesando, orando, suplicando e intercediendo: ¡y el poder del cielo cayó!  A razón de recibirlo, cuando predicó su mensaje en la noche del mismo día, no hubo molestias.  El ambiente estaba cargado de poder, el poder de Dios para sanar almas.  Y, empezó una obra de gracia: ¡el predicador prevaleció en la oración!  —autor desconocido

            A Santiago Duncan, luego de predicar con gran unción y poder, le preguntaron cuál era el secreto tras de tal potente prédica.  —El secreto, —dijo él—, fue trece horas continuas de oración.

            Al profeta Ezequiel le fue revelado una visión tocante a la apostasía de Israel y a la purificación del templo.  En la misma, él vio un hombre con un tintero, quien fue mandado: “Pasa por en medio de la ciudad, por en medio de Jerusalén, y pon una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella.” (Ez. 9:4)  Luego, Dios autorizó a otros para siguieran en pos del hombre con el tintero, matando a los que no hubieron sido marcados en sus frentes.  Y, Dios mandó que empezaran por el santuario.
            Si tal prueba fuera administrada hoy a los sacerdotes y ministros de la Palabra, creemos que tendríamos que caer al suelo clamando, igual que Ezequiel: —¡Ah, Señor Jehová! ¿Has de destruir todo el resto de Israel derramando tu furor sobre Jerusalén?  —Los predicadores modernos y populares tendrían que sufrir la ira de Dios, a razón de que invierten tan poco tiempo en gemir y llorar sobre el materialismo y la fornicación de los mundanos miembros de la iglesia.  Nos ha sorprendido el saber que tantos miembros de las iglesias tengan tan poco conocimiento de la Biblia.  Son casi analfabetos en cuanto al evangelio: los ministros en su enseñanza se paran en la letra “A”, sin pasar a la “B” y “C”.  Ojalá que venga un avivamiento, primeramente entre los ministros, luego entre los laicos, para que no vengan los juicios de Dios sobre las naciones “cristianas”, que repentinamente están cayendo en la corrupción.
            Lo siguiente fue publicado en una revista religiosa hace años.  Tenemos miedo que si las mismas preguntas fueran hechas hoy en día, las respuestas serían aun menos alentadoras.
            Durante una conferencia de ministros, surgió lo siguiente: “Hermanos, hagamos hoy confesiones a Dios así como los unos a los otros.  Esto nos dará provecho— cada uno que invierte media hora diaria a solas con Dios, a causa de la obra de Dios, que levante la mano.”  Solamente una mano se levantó.  “Ahora, los que invierten quince minutos hagan lo mismo.”  Menos de la mitad levantaron la mano.  “Ahora, los que invierten cinco minutos en lo mismo, levanten la mano.”  Todas las manos fueron levantadas.  Pero, luego de todo esto, uno de los hombres volvió para confesar que tenía dudas si realmente invertía cinco minutos diariamente en el orar.  Dijo él: —A mí me es una revelación horrenda de cuan poco tiempo invierto a solas con Dios.

Practica la presencia de Jesús
En cada acto y palabra.
Recuerda Su hermosa promesa,
“Contigo siempre estaré”:

En la quietud de la mañana,
Antes que venga el clamor de los quehaceres;
Y durante todos los problemas del día,
Hasta el poner del sol.

Considera que el siempre anda
Constantemente al lado tuyo,
Dándote fuerza y propósito,
Sin vergüenza alguna.

Luego, durante todas las noches, aun sean algunas sin dormir,
Recuerda que no estás solo.
Ejercita la presencia de Jesús
Hasta llegar a tu hogar celestial.
—Alice Hansche Mortenson  (Usado con permiso)



PREDICADORES ALEMANES

Gerardo Tersteegan
            Durante los primeros años del siglo XVIII, existía en Mulheim, Alemania, un hombre de negocios llamado Gerardo Tersteegan.  A los 22 años, abandonó su negocio para poder estar a solas con Dios, pues se sentía molesto por las conversaciones triviales y deseos mezquinos de sus socios.  Pensó que no iba a poder aguantar más las opresiones que ellos le impusieron, de este modo alquiló una casita, dónde podría ganarse la vida tejiendo cositas en seda.  En este trabajo podía laborar en la quietud, sin ser molestado, con su Biblia siempre abierta delante de él.  Allí esperó en el Señor, aprendiendo de los secretos íntimos de Él, los que solamente pueden aprender los buscadores sinceros.
            Durante cinco años, ese joven pasó un período de tinieblas, el cual le sorprendió y confundió.  Sin embargo, al llegar a sus 27 años, salió del mismo para entrar en una experiencia radiante, después de haberse dedicado a sí mismo, para el resto de su vida, en cumplir perfectamente los mandatos del Señor Jesucristo.  Al igual que su Maestro, Quién empezó su ministerio público a la edad de treinta años, Gerardo fue forzado a salir de una vida de soledad; un avivamiento en Mulheim necesitaba de su energía.  Había novicios con respecto a Cristo, que tenían hambre del verdadero Pan de Vida, el cual no podían darles los pastores inconversos.
            Después de alimentar a esas personas en fatigante labor, Gerardo se retiró a los bosques cercanos, donde se pudo restaurar y a la vez tener comunión con Dios.  Y, pudo limpiarse de la suciedad de este mundo, para poder salir otra vez renovado en el espíritu a través de los vistazos refrescantes de Dios.
            Las noticias siempre se dispersan rápido, y algunos que habían recibidos ayuda por medio de Gerardo dieron la noticia a otros que vivían en otras partes.  Y, a causa de esto, muchas personas empezaron a querer que les ayudase también, lo mismo que requirió muchos viajes de parte de Gerardo.  Entonces, todo lo que había aprendido él en su “Arabia” durante los cinco años oscuros le llegó a ser muy útil.  Años más tarde, cuando tenía 50 años de edad, otro avivamiento sucedió en un distrito vecino.  Otro, quien era un instrumento en este avivamiento, fue llamado a otro lugar, dejando que Gerardo supliera las necesidades de los que se despertaron.  Mucha gente vino de lejos para escuchar al “hombre que escucha a Dios”, tanto que tuvieron que adquirir un edificio más grande para poder recibir a la multitud.  Tan atestado estuvo el mismo, que algunos se sentaron en las ventanas y otros tuvieron quedarse afuera, tratando de escuchar las ungidas y poderosas palabras que salieron de la boca de Gerardo.
            En otro libro que hemos escrito, They Knew Their God, Vol. 2 (Conocieron a su Dios, Tomo 2), se resume la vida de este santo hombre.  A continuación agregamos unos extractos de sus escritos para enseñar algo en cuanto a la oración, y para que valoremos el tiempo de quietud que se puede tener a solas con Dios.
            “La gran importancia de perseverar en la oración y en invertir tiempo en la comunión íntima, a solas con Dios, se puede aprender sencillamente fijándose en la gran medida de esfuerzo que usa el tentador, para distraernos y negarnos de las mismas.  Él sabe que por medio de estos ejercicios será derrotada su autoridad en el alma del hombre, reemplazándose con la luz, el amor y la vida de Cristo; y que todas las flores y las frutas de los más bonitos dones de gracia y virtud se marchitarán, si él puede cortarlos de raíz.  Solamente Jesús es el Mediador y la Manera por la cual la vida y la fuerza divina pueden compartirse otra vez en la depravada e indigna humanidad.”

            “Por medio de la oración sincera que contiene la fe, el amor y la esperanza concentrada en sí, somos unidos y arraigados en Él, recibiendo, a través de Él, un deseo, ahínco y ardiente pasión.  Él es la raíz y nosotros somos los pámpanos, y de Él recibimos, aunque sea casi imperceptiblemente, la savia y la fuerza.  ¡Oh, oremos, y nos preparemos para tiempos de quietud a solas con Dios!  Una oración imperfecta es mejor que nada.  Nuestro adversario nos permite hacer muchas cosas que parecen ser buenas, sí, nos incita a las mismas; solamente para desviarnos de la oración.”
            “Mi propia experiencia, y la de otros también, me ha enseñado repetidamente que el tentador nos acecha más diligentemente en los tiempos de oscuridad y aburrimiento para debilitar y descarriar el alma de la oración constante.  En estos mismos tiempos es cuando pudiéramos avanzar lo más rápido y abnegarnos con más plenitud, si solo hubiéramos seguido firmes en soportar la voluntad del Señor en medio de las pruebas, y, si nos hubiéramos rendido a Él enteramente durante las mismas.”
            “Dios nos invita a Su magnífico compañerismo; propone preparar nuestros espíritus para que sean su morada y templo, y en tales santuarios internos, contemplaremos la hermosura del Señor. (Sa. 27:4)  Puesto que las bendiciones de Dios para nosotros los indignos sobreabundan, debemos, amados hermanos, ser muy liberales para con Dios; no negarle en ningún grado nuestro amor al Dios eterno, Quien quiere reservarnos sola y totalmente para Sí Mismo.”
            “Dios es un ser tranquilo, y mora en una eternidad serena.  Así, tu mente tiene que convertirse en una corriente cristalina y silente, en la cual la gloria de Dios puede reflejarse y mostrarse a sí mismo.  Por esto, tienes que evitar todo alboroto, confusión e irritación; ambos, el interno y el externo.  No hay nada en este mundo que valga la pena el frustrarte: aun tus pecados pasados deben solamente humillarte, y no frustrarte.  “Jehová está en su santo templo, ¡calle delante de él toda la tierra!” (Ha. 2:20)
            “El que ama y pone en práctica la oración será, en su tiempo debido, trasladado gradualmente del egoísmo a Dios; del impuro e imperfecto obrar en su propia fuerza, al obrar para y a través de Dios.  Deseo que todos, desde el principio de su andar con Dios, consideren la piedad, o sea, el servicio a Dios, en el sentido más propio; que eso mismo es nuestra satisfacción y el resultado de la salvación, a la cual somos llamados y la que Dios anhela darnos.  Lo más pronto que nos acercáramos a Él, a pesar de que no podemos verlo o palparlo, tendremos más satisfacción, porque Dios Mismo es nuestra salvación y meta.  De lo más cordial y completamente que nos rindamos a Él, así será la mayor felicidad que alcanzaremos desde entonces en adelante.  ¡Esta verdad es certísima!  Pero, el que no busca la comunión con Dios en la oración no puede comprenderla.”
            “Así pues, hermanos míos, si deseamos la perfecta redención y santificación, y si queremos vivir pacíficamente y morir con felicidad, tenemos que vivir en comunión constante con Dios.  Jesús nos ha abierto este camino nuevo y vivo (He. 10:20) a través de Su sangre, para que el amor eterno, con sus atracciones e influencias, pueda acercarse a nosotros y así también nosotros podamos acercarnos a Dios en nuestros corazones, con la misma confianza con la que un niño acude a su papá, sin referencia alguna a nuestra miseria e indignidad.  Acerquémonos a Él (He. 10:22), aprovechando este privilegio valoradísimo.  Acostumbrémonos a siempre experimentar la presencia de Dios, y de buscar, con fe sencilla, asociarnos abierta e íntimamente con Él en nuestros corazones.”
Luis Harms
            Durante la época del siglo XVIII existió otro notable pastor alemán, quien alteró también la vida espiritual de su país.  Éste fue Luis Harms, quien nació en el reino de Hanover y quien tuvo como antepasado a uno de los tres grandes Hermann, pero no imitó a ninguno de ellos.  Luis tenía un espíritu fuerte que controlaba su cuerpo y mente, los que eran igualmente vigorosos.
            Fue reconocido por su fe constante y sus prevalecientes oraciones, a las cuales él las contaba como vitales para quienquiera que desee llevar a cabo una obra en el Reino de Dios.  Igual que todos los demás santos de Dios, hubo un tiempo en que se había rendido a sí mismo en cuerpo, alma y espíritu al Dios Soberano, para que la voluntad de Él se cumpliese en su vida.
            Al comienzo de su labor para Dios, prevalecía una ortodoxia muerta en su área.  Era más normal que un ministro preguntara acerca de la salud de las vacas que del estado espiritual de las almas.  Las demandas puestas sobre tales pastores inconversos solamente les dieron molestia.  Por ejemplo, al pedírseles que oraran por un enfermo, uno de los tales respondió: —Dios mío, ¡tengo que orar otra vez!  —De modo que no era extraño que los mismos se opusieran a las labores de los hombres que insistían en que el Espíritu Santo les ayudara en todo.
            Como muchos otros trabajadores en la viña, el Señor Harms se encontró en medio de una trampa: los muchos y variados deberes le disminuyeron su tiempo de privada oración.  Cierta vez, visitando a un cuáquero, Luis le contó de sus muchas responsabilidades.  Ese hombre le dijo calmadamente: —Hermano Harms, pues hablas tanto, ¿cuándo estás quieto?  ¿Cuándo te habla a ti el Espíritu de Dios?  —El señor Harms se impresionó profundamente por estas palabras, y desde entonces en adelante buscó retirarse diariamente para orar.
            Su parroquia fue de quince kilómetros cuadrados, con siete pueblecitos y unos 4.400 habitantes.  Con todo, unas mil personas asistían a la iglesia los días domingo para escuchar los inspirados mensajes que salieron de los labios de Harms.  Los miércoles, se congregaban unas 400 personas.  En ese entonces, no existían la borrachez y la pobreza. Y, los pueblecitos siempre estaban limpios.  Además de predicar, Luis realizaba todas las noches reuniones de oración en su propia casa, y también tenía dos veces al día reuniones para los que buscaban ayuda.
            “Además de todo esto, y junto con su estudios y cartas, organizó en su congregación una sociedad misionera; mandando a sus propios miembros a los lejanos campos y construyó su propia nave misionera, la cual siempre iba y volvía de Hanover hacia los estaciones misioneras en África.  También redactó una revista misionera, de la cual fue enviado mensualmente unos 14.000 ejemplares.  Entrenó a la vez a misioneros que todavía no habían salido al campo de labor.  Y, sumado a todo esto, fue superintendente de una institución para exconvictos recién salidos de la cárcel.”  Una rara enfermedad que no le permitió dormir mucho le permitía trabajar más tiempo de lo normal.
            El señor Harms llegó a la siguiente conclusión: “Lo que no enoja al decidido inconverso, no edifica al verdadero creyente.  Lo que no ofenda al obstinado no puede despertar al dormido.  Lo que no mata, no puede dar vida.  Las abejas que no pueden aguijonear tampoco hacen miel.” [Por supuesto, no conocía la abeja “señorita” de lasAMÉRICAS, que sí, produce miel sin poder picar.]
            “Su punto de vista en cuanto a la oración y el propósito de la misma resulta evidente en una de sus empresas.  Una inmensa dificultad —la incredulidad la habría llamado una imposibilidad— le enfrentó.  A continuación se da la narración del mismo Luis: “Toqué diligentemente el corazón de Dios por medio de la oración.”  El auxilio llegó, pero pronto se levantó otra dificultad.  De ésta él escribió: “Fue un tiempo de gran conflicto, y luché con Dios, porque nadie me animaba, sino, de hecho, me desalentaban.  Aun mis más confiados amigos y hermanos insinuaban que yo estaba medio loco.  Oré fervientemente al Señor, y puse el asunto en Sus manos; y, levantándome de mis rodillas a la media-noche, dije en voz alta (¡que casi me asustó a mí mismo, escuchándome la voz en el gran cuarto vacío!): —Ahora, adelante, en el nombre de Dios.”

¿Estás abatido? Al lado tuyo él está;
Te ayudará, guardará y guiará;
Te cubrirá con Su sombra:
“¡Adelante, en marcha!”

En medio de las atracciones tentadoras,
En medio del fuego de tribulación,
Proclamando la gran salvación,
“¡Adelante, en marcha!”

Pese a que diez mil enemigos se acercan,
Y estás burlado, opuesto, atacado y herido;
Nunca te conquistarán:
“¡Adelante, en marcha!”

Hasta que tu cabeza sea cana,
Y tu historia se termine,
Y pisotees a la gloria:
“¡Adelante, en marcha!”
—Monod

            El señor Harms gozó de un estado continuo de avivamiento durante 17 años.  “Hermannsburg fue igual o mejor que cualquier otra comunidad cristiana en todo el mundo,” dijo su biógrafo: E.N. Kirk, en Lectures on Revivals (Discursos sobre los avivamientos).  “Probablemente ninguna otra parroquia, en tierras cristianas, ha logrado lo que ha hecho Hermannsburg.  Dizque había 11.000 partícipes en ella.”
            El señor Zwemer, en su libro Taking Hold of God (Agarrando a Dios), dice lo siguiente: “El Pastor Luis Harms, por medio de la fe y la oración, guió a los campesinos de la iglesia de Hermannsburgo a esparcir el evangelio en tierras lejanas, tanto que en 31 años, mandó a 350 misioneros, y al cumplir su misión luego de cuarenta años pudo contar a más de 13.000 miembros librados del paganismo.”
Bengal
            Antes de que el frío racionalismo aferrara a Alemania, existieron muchos ministros piadosos, cuyas vidas podemos mirar con admiración.  Bengal fue uno de estos.  El mismo nació el 24 de junio del año 1687, en las cercanías de Stuttgart.  Su papá, quien era ministro, le enseño personalmente hasta la edad de seis años, pero al morir él, David Spindler fue su maestro.  Su papá le había regalado una gran cantidad de libros, pero cuando los franceses invadieron su tierra, destruyeron su casa y todos sus contenidos.  Sin embargo, Bengal vio la mano de Dios en esa pérdida, porque los libros habrían sido una tentación para él, pues era un estudioso por naturaleza, y ¡habría deseado leerlos demasiado!
            Bengal llegó a ser reconocido como un gran comentador, tal que el libro de Juan Wesley, Notes on the New Testament (Notas sobre el Nuevo Testamento), contuvo mucho de los pensamientos de Bengal.
            “Un estudiante de Bengal, ansioso conocer el secreto de su poder espiritual, le vigiló hasta muy de noche desde un cuarto a la par del suyo, determinando ver su final oración del día.  Muy de noche, el estudioso y venerable Bengal cerró su Biblia y puso a un lado sus manuscritos, luego, sin levantarse de su silla, inclinó la cabeza sobre la Biblia cerrada, diciendo: —Buenas noches, amado Señor Dios y Jesús; Tú sabes que todas las cuentas entre nosotros están arregladas, como siempre.  —Luego, besó la Biblia y se acostó para dormir.”
Tholuck
            Tholuck fue otro educador alemán quien dejó una profunda impresión en los estudiantes de la universidad donde enseñaba.  A menudo fue de paseo con algunos de ellos, y esas conversaciones fueron valoradas mucho por aquellos jóvenes, quienes fueron los líderes en el futuro.  Lo que dijo Tholuck tocante a la oración resulta evidente que el comprendía bien el poder de la misma.  A continuación se dan sus palabras:
      “Si quieres adquirir la peculiar oración que transciende ambos, tiempo y lugar, tienes que empezar a orar con la humildad de un niño en el lugar señalado por Dios; el santuario, o sea el aposento.  La oración es un arte, y cada arte requiere mucho esmero para aprenderse.  No desmayes, pues, cuando parece ser molesto acudir al lugar que Dios ha asignado.  Todo arte, por pequeños grados, se hace parte de la propia naturaleza, practicándolo.  Así también es con la oración.  Tal como cuando hubieras alcanzado tal habilidad, no necesitarás ni en “este monte, ni en Jerusalén adorar al Padre” (Juan 4:21), sino podrás levantar un memorial de Su nombre en cualquier lugar del mundo donde estés."


Juan Gossner
            En otro libro que hemos escrito, Opposition, Vol.2 (Oposición, Tomo 2), de la serie “Call back” (Recuerdos), hemos resumido la temprana parte de la vida de Juan Gossner.  Pero en ese resumen, solamente compartimos su vida hasta los 56 años de edad, tiempo al cual Dios le reveló a Juan Su propósito.  Su biógrafo, Fleming Stevenson, en su libro Praying and Working (Orando y obrando), dijo lo siguiente en cuanto a la revelación e inicio de la genuina obra de Juan: “Ya empezó la destacada obra de su vida.  Tenía 56 años, de verdad que fue un iniciar tarde, pero Juan se dedicó en todo.  Dios le había estado educando; y si el cimiento necesitara tanto tiempo para sentarse, el edificio mismo sería un glorioso templo del Espíritu.”
            “Pocos hombres han recibido tal entrenamiento: treinta años de conflictos internos y externos; un continuo abatimiento de sus planes; de veras que fue un viaje turbado sobre mares impetuosos.  Sin duda alguna, todo fue necesario: Dios no da pruebas a Sus hijos sin razón.  El que es el Tesorero de la sabiduría no permitirá que las dolorosas lecciones de años se pierdan; y si vemos a un hombre que haya sido quitado de la tierra antes de que produjera frutos, ¿podemos ver adentro del velo?  O, ¿podemos ver el fruto que los ángeles han cosechado con sus manos invisibles?  Sin embargo, el señor Gossner tuvo otros treinta años de servicio; y al momento de su muerte, fue como un árbol cuyas ramas se doblan hacia la misma tierra a causa de estar cargadas de tanto fruto.”
            Gossner escribió una carta a un amigo, diciéndole lo siguiente: “Hace cinco años me caí del púlpito, o mejor dicho, fui expulsado del púlpito.  ¡Cuán difícil fue subir otra vez!  Es difícil subir a ese lugar, y penoso caer del mismo.”
            En otra parte del libro de Stevenson, leemos esto: “De la teología científica, Juan tuvo pavor, a no ser que la misma usurpara la teología del corazón.  ‘Los estudios formales,’ dijo él, ‘nunca abrieron mis ojos; sino que me hicieron un escéptico ante ellos y me dejaron en el mismo lugar que los filosofías falsas me abandonaron.’”
            “Durante un tiempo, Gossner se quedó aislado de su obra pastoral, a veces porque tuvo que quedarse confinado en su cuarto a causa de un grave dolor.  Pero un cierto día tres o cuatro trabajadores vinieron a él.  Ellos habían sido rehusados de entrar el seminario, como incapaces.  Sin embargo, ardían del deseo de ir a los paganos; de modo que buscaron su ayuda y consejo.  Juan les rehusó.  Pero, le pidieron una y otra vez.  Juan oró pidiendo la dirección de Dios, y por fin accedió que viniesen para consejo.  Entonces, se reunieron con él durante unas horas cada semana, pero ahora había diez o doce de ellos.  —¿Qué puedo hacer yo para con ustedes? —les preguntó—.  No sé dónde mandarlos; no puedo hacer nada.
            —Solamente ore con nosotros, —respondieron ellos—.  Esto no puede dañar nada, si no podemos ir a los paganos, hay que quedarnos acá nada más.  Pero si es la obra de Dios, y si es Su voluntad que vayamos, Él abrirá las puertas en Su tiempo.
            “Al escuchar esas palabras, Juan se retiró avergonzado, pero esforzado.  Sintió que su misión había comenzado.”  La historia de cómo halló lugares de labor para esos jóvenes, y las finanzas para mantenerlos, es una historia larga y no vamos a contarla en este libro.  Solamente vamos a demostrar el lugar que la oración tenía en esa empresa misionera, que fue iniciada en los últimos años de la vida de Juan.
            El señor Gossner tuvo un prudente y maduro pavor sobre el uso de los informes y estadísticas para medir el logro; él comprendió que la parte importante de cualquier obra no se ve, y no debemos gloriarnos en ella, por medio de informes anuales, como niños admirando la germinación de sus semillas.  En cierta ocasión, sentados en su patio, un amigo de Juan le preguntó cuántos misioneros había bautizados, insinuando que compartiría la respuesta con los otros ministros en la Conferencia Pastoral.  —Sí pues, —respondió Juan—, los señores quieren saber de esto.  Pero, ¿no pueden recordarse de un cierto rey que contó a su gente, y que resultado triste le sucedió al hacer esto?
            “Sin embargo, creo que será bueno mencionar que el número de misioneros que el envió sumaron 141 (200, incluyendo a las esposas de los casados), de los cuales quince fueron ministros ordenados y 113 todavía están en su campo de labor.”
            “Existe un reino, en que nadie puede entrar, sino niños, y en el cual los niños operan con fuerzas infinitas, donde el dedo menor de un niño tiene cuantiosa potencia.  Es un reino grande, en el que el mundo existe solamente por permiso, y las leyes y desarrollo de él siempre se sujetan a las del reino; y todo el mundo es como un sueño necio comparado a la verdad eterna del mismo.  Juan entró a este reino, y aunque no comprendió esa verdad en su totalidad, a él le fue suficiente orar nada más.  Un hombre dijo en cuanto de él, (lo mismo no es exageración): —Él oró hasta se realizaran las paredes de un hospital, y las enfermeras para trabajar en éste; oró hasta que se realizaron estaciones de misiones, y los misioneros de éstas alentados; oró hasta fueran abiertos los corazones de los ricos, y llegó oro de tierras lejanas.”
            “Un poco después de llegar a Berlín, buscó a unos cuantos para orar.  Estos continuaban orando mientras Juan vivía.  De hecho, él no podía estar presente en el lugar de donde la oración fuera excluida.  La Sociedad Bíblica determinó abrir sus reuniones con oración silente, sin otra oración más.  Juan protestó, y su reprensión demuestra la profundidad de su relación con Cristo: “Cualquier Sociedad Bíblica que no inicia sus reuniones con oración es, para mí, un sinagoga profana… No desprecio una corta y silente oración, pero para una Sociedad Bíblica, no es suficiente… Si yo hubiera ido a una reunión y hubiera intentado orar, y ésta hubiera sido prohibida, yo habría agarrado mi sombrero y bastón, y habría huido de allí como si un perro loco me hubiera mordido…  Si pudiera levantar a los muertos de sus sepulcros, iría a Wittemburg y llamaría salir de su sepulcro a Martín Lutero, además llamaría a Spener, Arndt, y a Andreä, y los traería a la Sociedad Bíblica de Berlín, para que estos puedan juzgar el asunto.””
            “Con el mismo espíritu y guianza fundó su misión; cualquier carta, pregunta, amenaza, tristeza, fuera privada o pública, o dificultad que le llegó a él, de parte de cualquier persona, fue puesto ante Dios.  —Aquí estoy, —diría con frecuencia—, en mi cuarto: no puedo ir allí ni allá para manipular y manejar cada asunto; y si hubiera podido, ¿quién sabe si pudiera dirigirlo bien?  Pero el Señor está allí, Quien comprende y puede manejar todo; así pues, lo doy todo a Él, y le ruego que lo dirija y ordene según Su santa voluntad; entonces mi corazón está alegre y libre, confiando que Él puede llevar a cabo todo con nobleza.”
            Juan siguió este rumbo durante el resto de su vida; retirándose no solamente de empleos públicos, sino de sus socios también, lo cual le costó el ser acusado de ser insociable y sin amor.  Pero resulta claro que fue guiado por la mano de Dios, y que sus oraciones fueron contestadas, tal que el sentimiento de los misioneros al tiempo de su muerte fue: ‘¿Quiénes levantarán ahora las manos al cielo en oración por nosotros?’  Y así, murió Juan.  Pero no solamente las misiones fueron las que le extrañaron a él.
            “Cuando llegó a Berlín, no había hospital alguno allí, nadie visitaba a los pobres, tampoco había una vida en el interior de la iglesia.  Alemania se estaba recuperando de una parálisis, traída por una muerta y áspera infidelidad y por el materialismo de una filosofía muy falsa.  Durante años después de su llegada, él era un aporte de una débil, esparcida, despreciada y luchadora piedad.  Las misiones locales le interesaron también.  Estableció una sociedad para visitar a los enfermos, pero solamente para los hombres.  A razón de esto, las mujeres le rogaron que estableciese una para ellas también.  Luego, se vio la necesidad de un hospital, y en el año 1837 fue construido uno con cuarenta camas, y, en 1838 fue expandido hasta incluir veinte más.  Trece diáconas trabajaron en él, y cuando algunas fueron llamadas para servir en otro lugar, otras las reemplazaron.  El entrenamiento de ellas fue completamente cristiano, y la organización del hospital muy sencilla.
            “Juan escribió hasta sus últimos días.  A la edad de setenta años aprendió el inglés y alrededor de los 80 años de edad tradujo algunos de los tratados del señor Ryle.  Sus escritos, que suman hasta 46 diferentes obras, componen una distinta Sociedad de Libros y Tratados, además de muchos otros que van a publicarse en el futuro.  Los que ya han sido publicados tienen mucha popularidad y algunos de ellos se han publicado nuevamente a cada año durante muchos años.  Hasta la primavera del año 1858, revisó escritos y continuó su correspondencia.  En el verano del año 1857, pudo trabajar en su viñedo.  Pero al finales de marzo de 1858, terminó su carrera a la edad de 85 años, habiendo peleado la buena batalla (1º Ti. 6:12).”
            “Por fe predicó a Cristo crucificado en la Iglesia Romana; por fe dejó atrás su parroquia en lugar de poner a un lado aun una tilde de la verdad; por fe vivió en Munich, esparciendo la buena noticia del Reino; por fe fue a Petersburg; por fe fue guiado a Berlín, por fe sostuvo los corazones de cien misioneros, llevó la carga de veinte estaciones misioneras, edificó un hospital y escribió el nombre de Jesús sobre las vidas de miles de personas.”
            “Por fe; en la oración: ésta fue su enseñanza.  Había estado mucho tiempo en la escuela de Dios, aprendiendo y ‘desaprendiendo’, durante los largos años de su vida ordinaria.  Pero la dejó atrás para seguir su llamado; y tal maestro nunca muere, en cuanto a sus resultados.  Lo tedioso del entrenamiento no es malgasto cuando uno es ‘un obrero que no tiene de qué avergonzarse’. (2º Ti. 2:15)  Del humilde pueblecito Hausea y de la vida luchadora de un sacerdote campesino, Juan llegó a ser conocido como el Padre Gossner [no en el sentido de un sacerdote católico], de un Alemania ya reverente y religioso; dar un paso desde un cuartito en Feneburg y de las charlas sencillas de un parroquia, hasta enseñar el nombre de Cristo en los lugares lejanos donde habita el paganismo, en cada continente, es un paso gigante.  Ni los talentos extraordinarios ni la buena suerte le ayudó.  Para quienquiera que quiera saber el secreto, se encuentra en la misma verdad sencilla como siempre: una vida de fe y ORACIÓN.”
            Federico Godet, el comentador cuyos libros se encuentran en las bibliotecas de muchas personas, sean ministros o laicos, fue traído al conocimiento salvador de Cristo, luego de una tremenda lucha, a través de leer un sermón escrito por Juan Gossner.  ¡Qué inmensa influencia existe en lo que mana de una vida piadosa de oración!  ¡Sigue fluyendo la misma para la eternidad!
Puesto que estos tres esperan alrededor de Tu trono:
La Ayuda, el Poder y el Amor; valoro la oración tanto.
Porque si tuvieran que apartarse de mí,
La riqueza, la fama, los dones y las virtudes naturales;
Entonces yo y la amada oración moraríamos solos,
Pero podríamos ganar todo lo perdido, y algo mejor además.
—Jorge Herbert



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