sábado, 31 de enero de 2015

SERMÓN DEL MONTE - La enseñanza olvidada

Ver Mateo capítulos 5, 6 y 7

 


La enseñanza (del camino de la vida) es esta: Bendigan a los que los maldicen, oren por sus enemigos, ayunen por los que los persiguen. Si aman a los que les aman, ¿qué gratitud merecerán? Lo mismo hacen los paganos. Al contrario, amen a los que los odian, y no tendrán ya enemigos. Absténganse de los deseos carnales y mundanos. Si alguien te abofeteare en la mejilla derecha, vuélvele también la otra, y entonces serás perfecto. Si alguien te pidiere que le acompañes una milla, ve con él dos. Si alguien quisiere tomar tu capa, déjale también la túnica. Si alguno se apropia de algo que te pertenezca, no se lo vuelvas a pedir, porque no puedes hacerlo. Debes dar a cualquiera que te pida, y no reclamar nada, puesto que el Padre quiere que los bienes recibidos de su propia gracia, sean distribuidos entre todos. Dichoso aquel que da conforme al mandamiento; el tal, será sin falta. Desdichado del que reciba. Didaché (80-140 d.C.)

El que le levantó a Él de los muertos nos levantará también a nosotros; si hacemos su voluntad y andamos en sus mandamientos y amamos las cosas que El amó, absteniéndonos de toda injusticia, codicia, amor al dinero, hablar con malicia, falso testimonio; no devolviendo mal por mal o burlas por burlas, o golpe por golpe, o maldición por maldición; sino recordando las palabras que dijo el Señor cuando enseñó: No juzguen, para que no sean juzgados. Perdonen, y serán perdonados. Tengan misericordia, para que puedan recibir misericordia. Con la medida que miden, se les medirá a ustedes; y también: Bienaventurados los pobres y los que son perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de Dios. Policarpo (135 d.C.)

Ustedes (los judíos) le están maldiciendo sin cesar y a los que de Él venimos, siendo así que todos nosotros rogamos por ustedes y por los hombres todos en general, como nos enseñó a hacer nuestro Cristo y Señor, quien nos mandó orar por nuestros enemigos, amar a los que nos aborrecen y bendecir a los que nos maldicen. Justino Mártir (160 d.C.)

Sus palabras sobre el ejercicio de la paciencia, y sobre el estar prontos a servir y ajenos a la ira, son éstas: a quien te golpee en una mejilla, preséntale la otra, y a quien quiera quitarte la túnica o el manto, no se lo impidas. Mas quienquiera que se irrite, es reo del fuego. A quien te contrate para una milla, acompáñale dos. Brillen, pues, sus obras delante de los hombres, para que viéndolas admiren a su Padre que está en los cielos. No debemos, pues, ofrecer resistencia. Justino Mártir (160 d.C.)

Usando la enseñanza del Señor: según su palabra, no sólo serán echados de su presencia quienes pequen, sino también quienes quieran pecar. No sólo el que asesina merecerá el castigo del asesino, sino también aquel que, sin motivo, se enoje contra su hermano. No sólo prohibió odiar a los demás, sino que ordenó amar a los enemigos. No únicamente prohibió hablar mal del prójimo, sino que mandó no llamar al otro vacío o estúpido, bajo pena de caer en el fuego de la gehenna. No sólo enseñó no golpear a otro, sino que, si alguien nos pega, a presentarle la otra mejilla. No se limitó a disponer que no hemos de robar lo ajeno, sino también a no reclamarle al otro que nos ha quitado lo nuestro; y no únicamente prohibió hacer el mal o herir al prójimo, sino que mandó hacer el bien con generosidad a quienes nos tratan mal y orar por ellos para que se conviertan y se salven: no hemos de imitar, pues, a los otros en las ofensas, los apetitos y el orgullo. Ireneo (180 d.C.)

Por eso el Señor… en vez de simplemente pagar el diezmo, ordenó repartir los bienes entre los pobres; no amar sólo al prójimo, sino también al enemigo; y no únicamente estar dispuestos a dar y compartir, si- no también a dar generosamente a aquellos que nos arrebatan nuestros bienes: “Si alguien te quita la túnica, dale también el manto; no le reclames al otro lo que te arrebata; y trata a los demás como quieres que ellos te traten.” De modo que no debemos entristecernos de mala gana cuando algo nos quitan, sino que lo demos voluntariamente, incluso que nos alegremos más dando al prójimo por gracia que cediendo a la necesidad: “Si alguien te obliga a caminar con él una milla, acompáñalo otras dos,” de manera que no lo sigas como un esclavo, sino que tomes la delantera como un hombre libre. De este modo te harás siempre útil en todo a tu prójimo, no mirando su malicia sino sólo tratando de ejercitar la bondad, para hacerse semejante al Padre, “el cual hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos.” Ireneo (180 d.C.)

(Cristo) ordena amar a los enemigos y bendecir a los que nos maldicen y rogar por los que nos calumnian. Dice: “Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y si alguien te quita la túnica, no le impidas tomar la capa.” Clemente de Alejandría (195 d.C.)

¿Y qué decir de que no debes jurar, ni hablar mal, ni exigir lo que te han quitado; lo de ofrecer la otra mejilla después de recibir la bofetada; que debes perdonar a tu hermano que te ha ofendido no sólo setenta veces siete, sino todas las ofensas; que debes amar a tus enemigos y rogar por los adversarios y perseguidores? Cipriano (250 d.C.) 

domingo, 25 de enero de 2015

¿Cómo enseñaron Cristo y los primeros creyentes LA ORACIÓN?


Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Mateo 6:5-6 

Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. Mateo 7:7-8 

Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en sus deleites. Santiago 4:3 

Confesarás tus pecados. No te acercarás a la oración con conciencia mala.  Bernabé (70-130 d.C.)

No hagan tampoco oración como los hipócritas, sino como el Señor lo ha mandado en su evangelio. Ustedes orarán así: “Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy nuestro pan cotidiano; perdónanos nuestra deuda como nosotros perdonamos a nuestros deudores, no nos induzcas en tentación, sino líbranos del mal, porque tuyo es el poder y la gloria por todos los siglos.” Oren así tres veces al día. Didaché (80-140 d.C.)

Hagan sus oraciones, sus limosnas y todo cuanto hicieren, según los preceptos dados en el evangelio de nuestro Señor. Didaché (80-140 d.C.)

Y oren sin cesar por el resto de la humanidad (los que tienen en sí esperanza de arrepentimiento) para que puedan hallar a Dios. Por tanto, dejen que tomen lecciones por lo menos de sus obras. Ignacio (105 d.C.)

Volvamos a la palabra que nos ha sido entregada desde el principio, siendo sobrios en la oración y constantes en los ayunos, rogando al Dios omnisciente, con súplicas, que no nos deje caer en la tentación, según dijo el Señor: El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Policarpo (135 d.C.)

Oren también por los reyes y potentados y príncipes, y por los que les persiguen y aborrecen, y por los enemigos de la cruz, que su fruto pueda ser manifiesto entre todos los hombres, para que puedan ser perfeccionados en Él. Policarpo (135 d.C.)

Ahora bien, el glorioso Policarpo…  quedó con unos pocos compañeros, no haciendo otra cosa noche y día que orar por todos los hombres y por las iglesias por todo el mundo; porque ésta era su costumbre constante. Y mientras estaba orando tuvo una visión tres días antes de su captura; y vio que su almohada estaba ardiendo. Y se volvió y dijo a los que estaban con él: “Es necesario que sea quemado vivo.” Martirio de Policarpo (135 d.C.)

 Y Policarpo  les persuadió (a los soldados que lo capturaron) a concederle una hora para que pudiera orar sin ser molestado; y cuando ellos consintieron, él se levantó y oró, estando tan lleno de la gracia de Dios, que durante dos horas no pudo callar, y todos los que le oían estaban asombrados, y muchos se arrepentían de haber acudido contra un anciano tan venerable. Martirio de Policarpo (135 d.C.)

El dar limosna es, pues, una cosa buena, como el arrepentirse del pecado. El ayuno es mejor que la oración, pero el dar limosna mejor que estos dos. Y el amor cubrirá multitud de pecados, pero la oración hecha en buena conciencia libra de la muerte. Bienaventurado el hombre que tenga abundancia de ellas. Porque el dar limosna quita la carga del pecado.  Segunda de Clemente (150 d.C.)

Pero el Señor es abundante en compasión, y da a los que le piden sin cesar. Hermas (150 d.C.)

Ahora bien, que las oraciones y acciones de gracias ofrecidas por hombres dignos son los únicos sacrificios perfectos y agradables a Dios, yo mismo se lo concedo. Justino Mártir (160 d.C.)

Es bueno bendecir al Creador antes de compartir los alimentos… Finalmente, antes de dormir, es un deber sagrado agradecer a Dios por haber gozado de su gracia y amor.Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Persuadidos de que Dios está presente en todo lugar, cultivamos nuestros campos orando; y navegamos por el mar cantando himnos. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

El hombre espiritual siempre da gracias a Dios por todas las cosas… Siempre cantando himnos, bendiciendo y orando. Tal alma nunca se separa de Dios. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

No son obedientes si no oran por sus enemigos, habiendo llegado a ser libres de todo resentimiento. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Elevamos nuestra oración a Dios como una fuerza unida, luchamos con Él en nuestras súplicas. Dios se deleita en este tipo de violencia. Tertuliano (197 d.C.)

Pero también antes la oración imponía plagas, dispersaba ejércitos enemigos, impedía la utilidad de las lluvias. Ahora, en cambio, la oración aleja toda la ira de la justicia de Dios, está alerta por los enemigos, suplica por los peregrinos… Ella misma disminuye los delitos, aleja las tentaciones, extingue las persecuciones, consuela a los débiles, deleita a los fuertes, conduce a los peregrinos, mitiga las agitaciones, obstaculiza a los ladrones, alimenta a los pobres, gobierna a los ricos, levanta a los caídos, apoya a los que se están cayendo, sostiene a los que están en pie… La oración es el muro de la fe, nuestras armas y nuestras lanzas contra el enemigo que nos observa por todas partes. Por tanto, nunca caminemos desprotegidos. Tertuliano (197 d.C.) 

Nosotros somos los verdaderos adoradores y verdaderos sacerdotes que, orando en espíritu, ofrecen un sacrificio espiritual: una oración, una víctima, que es lo justo y aceptable a Dios. Tertuliano (198 d.C.) 

Nuestras oraciones derrotan a todos los demonios que provocan la guerra… Y también tomamos parte en los asuntos públicos cuando sumamos los ejercicios de abnegación a nuestras oraciones y meditaciones justas, las cuales nos enseñan a despreciar los placeres y a no dejarnos llevar por ellos… Ya que en secreto, y en nuestros corazones, nuestras oraciones ascienden a favor de nuestro prójimo, como si fuéramos sacerdotes. De manera que los cristianos son benefactores de su país más que las demás personas.Orígenes (225 d.C.)

“Si dos de ustedes se pusieren de acuerdo en la tierra, considerando algo que pedir, les será hecho.”… Esto es la causa porqué no somos escuchados cuando oramos; porque no estamos de acuerdo con ningún otro en la tierra, ni en las opiniones ni en la vida.Orígenes (245 d.C.)

Es sumamente provechoso, al tratar de hacer oración, mantenerse constantemente en la presencia de Dios y hablar con Él como se dialoga con una persona a la que se tiene presente. Orígenes (225 d.C.)

Aquellos que oran no deberían presentarse a Dios con oraciones sin fruto o vacías… Él nos dará en el día del juicio un premio por nuestras obras y limosnas. Además, incluso en esta vida, Él es un oidor misericordioso de aquel que viene a Él en oración unida con buenas obras. Por ejemplo, Cornelio el centurión oyó una voz mientras oraba. Porque éste tenía la costumbre de hacer muchas obras de caridad hacia el pueblo y oraba constantemente a Dios. Un ángel apareció… a este hombre diciendo: “Cornelio, tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios.” Cipriano (250 d.C.)


Sean constantes en la oración y la lectura, primero hablen con Dios y luego permitan que Dios les hable. Deja que les instruya en sus enseñanzas y que les guíe. Cipriano (250 d.C.)

  Si pedimos, recibiremos. Y si recibimos con demora debido a nuestras ofensas, debemos tocar; porque al que toca, se le abrirá. Nuestras oraciones, gemidos y lágrimas deben tocar la puerta, y en esto tenemos que ser insistentes y perseverar aunque ofrezcamos nuestras oraciones con todo el corazón. Oremos con urgencia, con gemidos y peticiones continuas. Sepan, queridos hermanos, no mucho tiempo atrás, fui reprendido en una visión a causa de esto, porque éramos ociosos en nuestras oraciones y no orábamos con vigilancia. Por eso debemos quitar las ataduras del sueño y orar con urgencia y vigilancia. Cipriano (250 d.C.)

Cuando oramos, nuestras palabras y peticiones deben estar bajo disciplina, observando quieta y modestamente. Porque la característica de un hombre desvergonzado es hacer bullicio con sus gritos. Por otro lado, es necesario para el hombre decente orar con peticiones moderadas. De hecho, el Señor nos ha instruido a orar en secreto... lo cual va más de acuerdo a la fe. Cipriano (250 d.C.)

Cuando nos reunimos con los hermanos en un sólo lugar para celebrar sacrificios divinos con el sacerdote de Dios, debemos tener en cuenta la modestia y la disciplina. No debemos gritar en nuestras oraciones desordenadamente en voz alta.  Él no tiene necesidad que le pidamos con mucha bulla, porque Él ve los pensamientos de los hombres. Ana oró a Dios, no con una clamorosa petición, sino en silencio y con modestia en el interior de su corazón. Ella pronunció su oración en secreto, pero con una fe abierta. Ella habló con su corazón, no con su voz. Cipriano (250 d.C)

La obra del Espíritu en la carne


Si, pues, hemos de decir verdad, la carne no posee, sino que es poseída; como dice el Señor: «Dichosos los mansos, porque ellos poseerán la tierra en herencia» (Mt 5,4): en el Reino se posee en herencia la tierra, a la que pertenece también la carne. Por eso quiere que nuestra carne sea templo puro, para que el Espíritu de Dios se deleite en él, como el esposo en la esposa. Pues así como la esposa no puede desposar al esposo, pero sí puede ser desposada por el esposo cuando éste viniere a acogerla, de modo semejante esta carne por sí misma, o sea ella sola, no puede poseer en herencia el Reino de Dios. Pues el que vive recibe en herencia las cosas que eran del que ha muerto; y una cosa es el que posee en herencia, y otra la que es poseída en herencia: el primero domina y dispone y gobierna lo que posee en herencia, a la manera como quiere; en cambio, las cosas poseídas están sujetas, obedecen y están subordinadas a aquél, y existen bajo el dominio del que las posee.

¿Y qué es lo que vive?  El Espíritu de Dios. ¿Y cuáles son las cosas que pertenecen al que ha muerto? Los miembros del hombre, que se corrompen en la tierra. Estos son los que son poseídos por el Espíritu, el cual los traslada al Reino de los cielos. Por esto también Cristo murió, como un testamento del Evangelio, abierto y leído por todo el mundo, para ante todo liberar a sus siervos; y para en seguida hacerlos herederos de todo lo que es suyo, siendo el Espíritu el que todo lo posee, como antes demostramos. Pues el que vive es quien posee la herencia, y la carne es lo que él adquiere en herencia. Y para que no perdamos la vida perdiendo al Espíritu que nos posee, el Apóstol nos exhorta a participar del Espíritu, por medio de la doctrina que arriba hemos expuesto, diciendo: «La carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios» (1 Cor 15,50). Como si dijese: No erréis; pues a menos que el Verbo de Dios habite en vosotros, y en vosotros esté el Espíritu del Padre, os comportaréis en vano y a la ventura, viviendo sólo según la carne y la sangre, y así no podréis poseer el Reino de Dios.

para que nosotros, dando gusto a la carne, no vayamos a rechazar injertarnos en el Espíritu, esto escribe: «Tú, que eres un olivo silvestre, has sido injertado en un olivo fértil para hacerte participar de sus abundantes frutos» (Rom 11,17.24). Pero si un olivo agreste, después de ser injertado, siguiese siendo agreste, «será cortado y echado al fuego» (Mt 7,19); en cambio si continúa injertado y se convierte en un buen olivo, se transforma en un árbol lleno de frutos, como los plantados en el huerto de un rey. De modo semejante los hombres, si por la fe se vuelven mejores y acogen el Espíritu de Dios, germinan como espirituales, como si hubiesen sido plantados en el paraíso (Ez 31,8). En cambio, si rechazan al Espíritu y perseveran en lo que eran antes, buscando más la carne que el Espíritu, entonces justamente se les aplica aquello: «La carne y la sangre no poseerán el reino de Dios» (1 Cor 15,50); como quien dice, el olivo silvestre no será llevado al paraíso de Dios. Así pues, admirablemente expone el Apóstol nuestra naturaleza y la Economía universal de Dios, en su discurso acerca de la carne, la sangre y el olivo silvestre.

Cuando un olivo silvestre está descuidado, abandonado durante algún tiempo en tierra desierta, de modo que produce frutos agrestes según su naturaleza, una vez que se tiene cuidado de él y se le injerta en su naturaleza primitiva, vuelve a dar fruto. Así también los seres humanos que se han descuidado y han servido a las pasiones de la carne, dan frutos agrestes y por ello se les tiene por infructuosos, pues no producen frutos de justicia -porque, mientras los hombres duermen, el enemigo siembra cizaña (Mt 13,25), y por eso el Señor mandó a sus discípulos que vigilasen (Mt 24,42; 25,13)-. De igual modo, quienes no producen frutos de justicia, sino que viven prisioneros de sus sentidos, si despiertan y reciben al Verbo de Dios como un injerto, retornan a su naturaleza primera, como fueron hechos a imagen y semejanza de Dios (Gén 1,26).

Así como el olivo silvestre, cuando se le injerta, no pierde la substancia de su madera, sino que cambia la calidad de sus frutos y recibe otro nombre, pues ya no es olivo silvestre sino que se convierte y es olivo fértil; de modo semejante, el hombre que, injertado por la fe, recibe el Espíritu de Dios, no pierde la substancia de la carne; sin embargo, cambia la calidad del fruto de sus obras, y recibe otro nombre, para significar ese cambio en algo mejor: ya no es carne y sangre, sino que se le llama y es un hombre espiritual. Pero, así como el olivo silvestre, si no se le injerta, sigue siendo inútil para su Señor por su calidad salvaje, y «se le corta y echa en el fuego» (Mt 7,19) como a un árbol estéril; de igual modo, el hombre al que el Espíritu no se le injerta por la fe, sigue siendo lo que antes era, esto es, carne y sangre, que no puede poseer el Reino en herencia.

Bien dice el Apóstol: «La carne y la sangre no pueden poseer el reino de Dios» (1 Cor 15,50), y: «Quienes viven en la carne no pueden agradar a Dios» (Rom 8,8). No rechaza la naturaleza de la carne, sino que espera la infusión del Espíritu. Por eso dice: «Es necesario que lo mortal se revista de inmortalidad, y lo corruptible de incorrupción» (1 Cor 15,53). Y añade: «Vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si el Espíritu de Dios habita en vosotros» (Rom 8,9). Y más claramente aún lo expresa: «El cuerpo ciertamente está muerto por el pecado, mas el Espíritu es vida por causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo de entre los muertos dará vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros» (Rom 8,10-11). Y añade en la Carta a los Romanos: «Pero si vivís en la carne, de cierto moriréis» (Rom 8,13). No que debieran rechazar el permanecer en la carne, puesto que él mismo estaba en la carne cuando esto escribía; sino dejar de lado las pasiones de la carne que llevan al ser humano a la muerte. Por eso agrega: «Mas si mortificáis por el Espíritu las obras de la carne, tendréis vida; pues quienes son conducidos por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios» (Rom 8,13-14).



Autor: Ireneo de Lyon 120-205 d.C.  Eslabón importante con los apóstoles Uno de los discípulos personales de Policarpo fue Ireneo, quien después se mudó a Francia como misionero. Cuando el obispo de la congregación en Lyon fue muerto en una ola de persecución, Ireneo fue llamado para tomar su lugar. La iglesia en todo el mundo elogiaba a Ireneo como hombre justo y piadoso. Como discípulo de Policarpo, quien a su vez era discípulo del apóstol Juan, Ireneo sirve como eslabón importante con la época de los apóstoles. Fue martirizado cerca del año 200.

El libre albedrío del hombre - Explicación Romanos 1:21-28





Existe una doctrina que enseña que Dios predestinó cada obra que el hombre iba a hacer durante su vida. Que como robot no dejó al hombre un libre albedrío sino que vino programado.
Leamos el testimonio de Pablo en su carta a los Romanos y compruebe usted mismo la falacia de esta enseñanza.


Romanos Capitulo 1

18 Porque manifiesta es la ira de Dios del cielo contra toda impiedad é injusticia de los hombres, que detienen la verdad con injusticia: 19 Porque lo que de Dios se conoce, á ellos es manifiesto; porque Dios se lo manifestó. 20 Porque las cosas invisibles de él, su eterna potencia y divinidad, se echan de ver desde la creación del mundo, siendo entendidas por las cosas que son hechas; de modo que son inexcusables: 21 PORQUE HABIENDO CONOCIDO A DIOS, no le glorificaron como á Dios, ni dieron gracias; antes se desvanecieron en sus discursos, y el necio corazón de ellos fué entenebrecido. 22 Diciéndose ser sabios, se hicieron fatuos, 23 Y trocaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, y de aves, y de animales de cuatro pies, y de serpientes.
24 Por lo cual también Dios los entregó á inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de suerte que contaminaron sus cuerpos entre sí mismos: 25 Los cuales mudaron la verdad de Dios en mentira, honrando y sirviendo á las criaturas antes que al Criador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
26 Por esto Dios los entregó á afectos vergonzosos; pues aun sus mujeres mudaron el natural uso en el uso que es contra naturaleza: 27 Y del mismo modo también los hombres, dejando el uso natural de las mujeres, se encendieron en sus concupiscencias los unos con los otros, cometiendo cosas nefandas hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la recompensa que convino á su extravío.
28 Y como á ellos no les pareció tener á Dios en su noticia, Dios los entregó á una mente depravada, para hacer lo que no conviene, 29 Estando atestados de toda iniquidad, de fornicación, de malicia, de avaricia, de maldad; llenos de envidia, de homicidios, de contiendas, de engaños, de malignidades; 30 Murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes á los padres, 31 Necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia: 32 Que habiendo entendido el juicio de Dios que los que hacen tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, más aún consienten á los que las hacen.


Pablo deja sentado el fundamento de donde se derivan afirmaciones sólidas para refutar esta doctrina.

Versículo 21 dice PORQUE HABIENDO CONOCIDO A DIOS
#1- no le glorificaron (V.21)
#2- ni dieron gracias (V.21)
#3- se desvanecieron en sus discursos (V.21)
#4- se hicieron fatuos (v.22)
#5- Y trocaron (cambiaron)la gloria del Dios incorruptible.(V.23)

Esta serie de rebeliones voluntarias trajo como consecuencia:
#6- Por lo cual (consecuencia de...) también Dios los entregó á inmundicia (V.24)
#7- recibiendo en sí mismos la RECOMPENSA que convino á su extravío.(V.27)

Rechazaron voluntariamente la gracia de Dios:
#8- Y como a ellos no les pareció tener a Dios en su noticia...(V.28)
Consecuencia:
#9- Dios los entregó a una mente depravada (V.28)

TENÍAN CONOCIMIENTO DE SU PECADO, MAS PERSEVERARON EN ELLOS:
#10-Que habiendo entendido el juicio de Dios que los que hacen tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, más aún consienten a los que las hacen.
Pablo se refiere a hombre y mujeres que conocieron a Dios, que se les fue revelada su verdad, pero en su libre albedrío decidieron rechazar su gracia y pecaron voluntariamente.

martes, 13 de enero de 2015

La corrección de los antiguos, pedagogía para nosotros


También están descritas las transgresiones de los antiguos, no por ellos mismos, sino para nuestra corrección, y para que sepamos que es uno y el mismo el Dios contra el cual ellos pecaban, y al cual ofenden ahora algunos de los que presumen de creyentes. El Apóstol lo dijo muy claramente en su Carta a los Corintios: «No quiero que ignoréis, hermanos, que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube, y todos fueron bautizados en Moisés, en la nube y el mar, y todos comieron del mismo alimento espiritual y bebieron de la misma bebida espiritual: pues bebían de la piedra espiritual que los seguía, y la piedra era Cristo.>> Más Dios no se agradó en muchos de ellos, pues quedaron muertos en el desierto.

Esto sucedió en figura de nosotros, para que no vayamos tras los malos apetitos como aquéllos lo hicieron; ni seáis idólatras como muchos de ellos, según está escrito: El pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó para divertirse. No nos entreguemos a la lujuria como algunos de ellos lo hicieron y, en un solo día, perecieron veintitrés mil. Ni tentemos a Cristo, como algunos lo tentaron y murieron mordidos por las serpientes. Ni murmuréis, como lo hicieron algunos de ellos, y perecieron a manos del exterminador. Todas estas cosas sucedieron en figura, pues fueron escritas para que nos sirvan de lección a quienes hemos llegado al final de los tiempos. Por eso, el que piense estar en pie, tenga cuidado de no caer» (1 Cor 10,1-12).
Sin dudar en absoluto ni mostrar contradicción alguna, el Apóstol muestra que es uno solo y el mismo Dios que entonces juzgó esas acciones y que hoy condena las actuales, e indicó el motivo por el cual aquéllas fueron descritas: aún se encuentra mucha gente atrevida y desvergonzada que, al mirar las faltas de los antepasados y la desobediencia de una gran cantidad del pueblo, dicen que el Dios de aquéllos fue el hacedor del mundo, que nació de a penuria, distinto del Padre que Cristo nos trajo, y éste es el que cada uno de ellos imagina haber concebido en su mente. Esos no entienden que, así como «Dios no se agradó en muchos de ellos» (1 Cor 10,5) porque pecaron, así también ahora «son muchos los llamados y pocos los escogidos» (Mt 22,14).
Y como entonces los injustos, idólatras y fornicadores perdieron la vida, así también ahora el Señor predicó que enviará a los tales al fuego eterno (Mt 25,41), como dice el Apóstol: «¿Acaso ignoráis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicadores, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni quienes se acuestan con otros hombres, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios» (1 Cor 6,9-10). Y como esto no lo dice a los de fuera, sino a nosotros, para que no seamos excluidos del Reino de Dios por hacer tales cosas, añadió: «Esto fuisteis, pero habéis sido lavados y santificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios» (1 Cor 6,11).
Pues así como entonces quienes obraban mal y corrompían a los otros, fueron condenados y echados fuera, de igual manera en nuestro tiempo se arrancarán el ojo, el pie y la mano que escandalizan, para que no perezca todo el cuerpo (Mt 18,8-9). Este precepto hemos recibido: «Si algún hermano es fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón, con un hombre así ni os sentéis a la mesa» (1 Cor 5,11). Y también dice: «Que nadie os seduzca con palabras vacías: por eso la ira de Dios recae sobre los hijos de la desobediencia. No queráis, pues, tener parte con ellos» (Ef 5,6-7). En aquel tiempo junto con los pecadores a los demás les tocaba la condenación, porque se complacían con ellos y compartían sus acciones, porque «un poco de fermento corrompe toda la masa» (1 Cor 5,6).
También descendía entonces sobre los injustos la ira de Dios, como dice el Apóstol: «La ira de Dios se revelará desde el cielo sobre toda impiedad e injusticia de aquellos hombres que encierran la verdad en la injusticia» (Rom 1,18). Y como entonces Dios se vengó de los egipcios que injustamente maltrataban a Israel, así también ahora, como dice el Señor: «¿Y Dios no tomará la venganza de sus elegidos que claman a él día y noche? En verdad os digo, los vengará pronto» (Lc 18,7-8). Igualmente el Apóstol predica en su Carta a los Tesalonicenses: «Ya que Dios es justo, hace pagar con sufrimiento a aquellos que os afligen, y junto con nosotros os hará descansar de la aflicción, cuando nuestro Señor Jesucristo se manifieste del cielo con sus poderosos ángeles para, con la llama de fuego, tomar venganza de aquellos que no quieren conocer a Dios ni obedecer al Evangelio de Jesús nuestro Señor. Ellos sufrirán el castigo de la eterna perdición, separados de la presencia del Señor y del poder de su gloria, cuando venga a manifestar su gloria en sus santos y para mostrarse admirable en quienes creyeron en él» (2 Tes 1,6-10).


Tomado del libro Ireneo against the heressies

LA VIDA PRESENTE Y EL REINO CELESTIAL (Estudio Bíblico y comentario de los primeros cristianos)

 

Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan… Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. Mateo 5:11-12

Porque ¿qué aprovecha el hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. Mateo 16:26-27

No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos. 2 Corintios 4:18-5:1

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.Colosenses 3:1-2

Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones… Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos. Hebreos 10:32-34

Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria.Hebreos 11:13-14

Salgamos, pues, a Él, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir. Hebreos 13:13-14

Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. 2 Pedro 3:11-13

Grande es la fe y el amor que habita en ustedes debido a la esperanza de vida. Bernabé (70-130 d.C.)

 Aborrezcamos el extravío del tiempo presente, a fin de ser amados en el porvenir.Bernabé (70-130 d.C.)

Los confines más alejados del universo no me servirán de nada, ni tampoco los reinos de este mundo. Es bueno para mí el morir por Jesucristo, más bien que reinar sobre los extremos más alejados de la tierra. Ignacio (105 d.C.)

Mis deseos personales han sido crucificados, y no hay fuego de anhelo material alguno en mí, sino sólo agua viva que habla dentro de mí, diciéndome: Ven al Padre. No tengo deleite en el alimento de la corrupción o en los deleites de esta vida. Ignacio   (105 d.C.)

(Los cristianos) no tienen en consideración el mundo y desprecian la muerte. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

(Una descripción de los cristianos) Su existencia está en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes con sus propias vidas.Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal (el cuerpo); así los cristianos residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está en los cielos.  Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

Entonces amarás y admirarás a los que son castigados porque no quieren negar a Dios; entonces condenarás el engaño y el error en el mundo; cuando te des cuenta que la vida verdadera está en el cielo, cuando desprecies la muerte aparente que hay en la tierra, cuando temas la muerte real, que está reserva-da para aquellos que serán condenados al fuego eterno que castigará hasta el fin a los que se han entregados al mismo. Entonces admirarás a los que soportan, por amor a la justicia, el fuego temporal (a los mártires), y los tendrás por dichosos. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

Sabiendo, pues, que no trajimos nada a este mundo ni tampoco nos llevaremos nada de él, alistémonos con la armadura de la justicia, y enseñémonos primero a andar en el mandamiento del Señor. Policarpo (135 d.C.)

Por tanto, les exhorto a todos a ser obedientes a la palabra de justicia y a soportarlo todo, según vieron con sus propios ojos en… Pablo y en el resto de los apóstoles; estando persuadidos de que todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia, y que están en su lugar debido en la presencia del Señor, con el cual han sufrido también. Porque no amaron al mundo presente, sino a Aquel que murió por amor a nosotros y fue resucitado por Dios para nosotros. Policarpo (135 d.C.)

Porque por esta causa le es imposible al hombre alcanzar la felicidad, puesto que invitan a los temores de los hombres, prefiriendo el goce de este mundo a la promesa de la vida venidera. Porque no saben cuán gran tormento acarrea el goce de aquí, y el deleite que proporciona la promesa de lo venidero. Segunda de Clemente (150 d.C.)

Aunque tengan que sufrir aflicción durante un tiempo breve en el mundo, recogerán el fruto inmortal de la resurrección. Por tanto, que no se aflija el que es piadoso si vive en desgracia en los días presentes, pues le esperan tiempos de felicidad. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Y no permitas tampoco que esto turbe tu mente, que veamos que los impíos poseen riquezas, y los siervos de Dios sufren pobreza. Tengamos fe, hermanos y hermanas. Estamos militando en las filas de un Dios vivo; y recibimos entrenamiento en la vida presente, para que podamos ser coronados en la futura. Segunda de Clemente (150 d.C.)

Por tanto, hermanos, no apreciemos nuestra vida en este mundo y hagamos la voluntad del que nos ha llamado, y no tengamos miedo de apartarnos de este mundo. Porque el Señor ha dicho: Serán como corderos en medio de lobos…  Saben, hermanos, que la vida de la carne en este mundo es despreciable y dura poco, pero la promesa de Cristo es grande y maravillosa, a saber, el reposo del reino que será y la  
vida eterna. ¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos, sino andar en santidad y justicia y considerar que las cosas de este mundo son extrañas para nosotros y no desearlas? Porque cuando deseamos obtener estas cosas nos descarriamos del camino recto. Pero el Señor dijo: Nadie puede servir a dos señores. Si deseamos servir a la vez a Dios y a riquezas, no sacaremos ningún beneficio: Porque ¿qué ganará un hombre si consigue todo el mundo y pierde su alma? Ahora bien, este mundo y el futuro son enemigos. El uno habla de adulterio y contaminación y avaricia y engaños, en tanto que el otro se despide de estas cosas. Por tanto, no podemos ser amigos de los dos, sino que hemos de decir adiós a uno y tener amistad con el otro. Consideremos que es mejor aborrecer las cosas que están aquí, porque son despreciables, duran poco y perecen, y amar las cosas de allí, que son buenas e incorruptibles. Segunda de Clemente (150 d.C.)

Saben que ustedes los siervos de Dios están viviendo en un país extranjero (el mundo); porque su ciudad (el cielo) está muy lejos de esta ciudad. Así pues, si conocen su ciudad en la cual vivirán, ¿por qué adquieren campos aquí, y hacen costosos preparativos, y acumulan edificios y habitaciones innecesarios? Por tanto, el que prepara estas cosas para esta ciudad no tiene intención de regresar a su propia ciudad. ¡Oh hombre necio, de ánimo indeciso y desgraciado!, ¿no ves que todas estas cosas son extrañas, y están bajo el poder de otro? Porque el señor de esta ciudad dirá: “No quiero que éste resida en mi ciudad; vete de esta ciudad, porque no te conformas a mis leyes.” Tú, pues, que tienes campos y moradas y muchas otras posesiones, cuando seas echado por él, ¿qué harás con tu campo y tu casa y todas las otras cosas que has preparado para ti? Porque el señor de este país te dice con justicia: “O bien te conformas a mis leyes, o abandonas mi país.” ¿Qué harás, pues, tú que estás bajo la ley de tu propia ciudad? ¿Por amor a tus campos y al resto de tus posesiones rechazarás tu ley y andarás conforme a la de esta ciudad? Vigila que no te sea inconveniente el despreciar tu ley; porque si quieres regresar de nuevo a tu propia ciudad, con toda seguridad no serás recibido [porque has despreciado la ley de tu ciudad], y se te excluirá de ella. Vigila, pues; como residente en una tierra extraña no prepares más para ti, como no sea lo estrictamente necesario y suficiente, y estés preparado para que, cuando el señor de esta ciudad desee echarte por tu oposición a su ley, puedas partir de esta ciudad e ir a tu propia ciudad, y usar tu propia ley gozosamente, libre de toda ofensa. Hermas (150 d.C.)

Pero los que albergan malos propósitos en sus corazones, acarrean la muerte y la cautividad, especialmente los que reclaman para sí mismos este
mundo presente, y se jactan de sus riquezas, y no se adhieren a las cosas buenas que han de venir. Hermas (150 d.C.)

Y la segunda, la que está ceñida y tiene el aspecto enérgico de un hombre, se llama Continencia; es la hija de la Fe. Todo el que la sigue, pues, será feliz en su vida, porque se abstendrá de todo acto malo, creyendo que, si se abstiene de todo mal deseo, heredará la vida eterna. Hermas (150 d.C.)

En primer lugar, el que tiene el Espíritu, que es de arriba, es manso tranquilo y humilde, y se abstiene de toda maldad y vano deseo de este mundo presente. Hermas (150 d.C.)

Ya que no fijamos nuestros pensamientos en el presente, no nos preocupamos cuando los hombres nos llevan a la muerte. Justino Mártir (160 d.C.)
Pero estando persuadidos que de toda esta vida presente hemos de dar cuenta al Dios que nos ha creado a nosotros y que ha creado al mundo, escogemos la vida moderada, piadosa y despreciada. Atenágoras (175 d.C.)

Teniendo, pues, esperanza de la vida eterna, despreciamos las cosas de la vida presente y aun los placeres del alma. Atenágoras (175 d.C.)

¿Tal vez aquellos que toman como máxima de su vida el ‘comamos y bebamos, que mañana moriremos’... deberán ser considerados como personas piadosas? ¿Y a nosotros se nos mirará como gente impía, nosotros que estamos convencidos de que la vida presente es de corta duración y tiene poco valor, nosotros que estamos animados por el solo deseo de conocer al Dios verdadero… nosotros, que sabemos que la vida que esperamos será superior a cuantas puedan pensarse, con tal de que dejemos el mundo limpios de toda culpa y amemos a los hombres hasta tal extremo de no amar solamente a los amigos? Todavía una vez más, nosotros que somos tales y que llevamos una vida digna para evitar el juicio, ¿tendremos que pasar por ser tenidos como impíos?Atenágoras (175 d.C.)

A los que progresan en el conocimiento de Cristo el Señor, les habla con este lenguaje: les ordena despreciar  las cosas de este mundo y les exhorta a fijar su atención solamente en el Padre, imitando a los niños. Por esta razón les dice: “No se preocupen  por el día de mañana; que el día de mañana traerá  su fatiga: basta al día su afán.” Así manda que dejemos a un lado las preocupaciones de esta vida para unirnos solamente al Padre.Clemente de Alejandría (195 d.C.)


El elegido (el cristiano) vive como un extranjero, sabiendo que todo lo tiene a su disposición, pero lo ha de dejar todo... Usa del cuerpo, como el que hace un viaje a tierras usa de las posadas y ventas que encuentra en su camino. Ciertamente tiene cuidado de las cosas del mundo, pues es el lugar donde ha de hacer posada; pero cuando ha de dejar esta morada y esta posesión y el uso de ella, sigue de buena gana al que le saca de esta vida, sin volverse jamás a mirar hacia atrás bajo ningún pretexto. Da gracias de verdad por la posada recibida, pero bendice el momento al salir de ella, pues anhela como su única mansión la celestial. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

Ésta es parte de una carta dirigida a cristianos encarcelados en tiempos de persecución.
En la cárcel se entristece el que suspira por las dichas del mundo; pero el cristiano, que afuera había renunciado al mundo, en la cárcel desprecia a la misma cárcel. En nada les preocupe el rango que ocupan en este siglo, puesto que están fuera de él. Si algo de este mundo han perdido, gran negocio es perder, si perdiendo han ganado algo mucho mejor. Y ¡cuánto habrá que decir del premio destinado por Dios para los mártires! Tertuliano (197 d.C.)

La única tranquilidad verdadera y de confianza, la única seguridad que vale, que es firme y nunca cambia, es ésta: que el hombre se retire de las distracciones de este mundo, que se asegure sobre la roca firme de la salvación, y que levante sus ojos de la tierra al cielo… El que es en verdad mayor que el mundo nada desea, nada anhela de este mundo. ¡Cuán seguro, cuan inmovible es aquella seguridad, cuan celestial la protección de sus bendiciones sin fin, ser libre de las trampas de este mundo engañador, ser limpio de la hez de la tierra y preparado para la luz de la inmortalidad eterna! Cipriano (250 d.C.)

Hemos de pensar, hermanos amadísimos, y reflexionar sobre lo mismo: que hemos renunciado al mundo y que vivimos aquí durante la vida como
huéspedes y viajeros. Abracemos el día que a cada uno señala su hogar, una vez escapados de este mundo y libres de sus lazos, que nos restituya a nuestro reino y paraíso. ¿Quién, estando lejos, no se apresura a volver a su patria? ¿Quién, a punto de embarcarse para ir a los suyos, no desea vientos favorables para poder abrazarlos cuanto antes? Nosotros tenemos por patria el paraíso, por padres a los patriarcas; ¿por qué, pues, no nos apresuramos y volvemos para ver a nuestra patria y saludar a nuestros padres? Nos esperan allí muchas de nuestras personas queridas, nos echa de menos la numerosa turba de padres, hermanos, hijos, seguros de su salvación, pero preocupados todavía por la nuestra. ¡Qué alegría tan grande para ellos y nosotros llegar a su presencia y abrazarlos, qué placer disfrutar allá del reino del cielo sin temor de morir y qué dicha tan soberana y perpetua con una vida sin fin! Allí el coro glorioso de los apóstoles, allí el grupo de los profetas gozosos, allí la multitud de innumerables mártires que están coronados por los méritos de su lucha y sufrimientos, allí las vírgenes que triunfaron de la concupiscencia de la carne con el vigor de la castidad, allí los galardonados por su misericordia, que hicieron obras buenas, socorriendo a los pobres con limosnas, que, por cumplir los preceptos del Señor, transfirieron sus bienes terrenos a los tesoros del cielo. Corramos, hermanos amadísimos, con insaciable anhelo tras éstos, para estar enseguida con ellos; deseemos llegar pronto a Cristo. Vea Dios estos pensamientos, y que Cristo contemple estos ardientes deseos de nuestro espíritu y fe. Él otorgará mayores favores de su amor a los que tuvieren mayores deseos de Él. Cipriano (250 d.C.) 

Para que no sean corrompidos por una vida suave como sus antepasados, ha sido la voluntad de Dios que sean oprimidos por quienes bajo cuyo poder estaban puestos. Hay otra razón porqué Él permite la persecución en contra de nosotros. Es para que el pueblo de Dios crezca en número. Y no es difícil demostrar cómo ocurre esto. Primero, grandes multi-tudes dejan de adorar a los dioses falsos, viendo la crueldad de éstos. Segundo, ¿quién no desearía saber que cosas tan nobles tenemos para estar dispuestos a defenderlas hasta la muerte? ¿Qué cosas valen más que todas las cosas agradables y apreciadas en esta vida? Porque ni la pérdida de sus bienes, ni el ser pri-vados de la luz, ni el dolor corporal, ni las torturas de sus miembros internos, pueden apartar a los cristia-nos de las cosas (que éstos aman). Estas cosas tienen gran efecto, y siempre resultan en el aumento del nú-mero de nuestros seguidores. Lactancio (304-313 d.C.) 

Pues el que escoge las cosas temporales, no alcanzará las eternas. Y el que prefiere las cosas terrenales, no obtendrá las celestiales. Lactancio (304-313 d.C.)

Los lentes y el cuadro pintado ¿Buscando la verdad o lo que me conviene?


Hace un tiempo en una escuela se abrió un debate en cuanto a permitir o no iniciar la cátedra de pintura para los estudiantes. Para aquel caso se designaron tres jueces y se le dio a un joven la tarea de realizar una pintura y de allí se daría el veredicto. Una vez terminado el trabajo el primer juez que era quien se oponía a abrir la clase procedió a colocarse unos lentes que detallaban cada centímetro de la obra, aquel examino cada trazo y resaltó todos los detalles malos para apoyar su posición.
El segundo juez quien era el que apoyaba la idea de impartir la clase de pintura se colocó unos lentes que eran corrientes, aquel obvió lo malo de la pintura y llegó a exagerar la calidad de aquel cuadro exclamando que de aquello saldrían los próximos artistas de la pintura.
El último de los jueces que no estaba de parte de ningún lado sino que debía dar un justo veredicto al trabajo procedió a realizar la evaluación de la pintura sin colocarse ningún lente, aquel reconoció los errores de la obra y también aplaudió los aspectos positivos, al final todo se mantuvo igual, los dos primeros no cedieron a sus posiciones radicales pues vieron lo que querían ver, mientras que el tercero fue el único que pudo dar una evaluación con frutos.

Así en cada circunstancia ya sea de la vida diaria, de temas como políticos, filosóficos o religiosos cada cuál ve con sus propios lentes cada detalle que puedan apoyar su punto de vista.

Usted se estará preguntando que tendrá que ver esto con la iglesia?
Bueno hermano en algún momento de nuestro andar cristiano nosotros nos hemos puestos esos lentes. Procederé a confirmar esto tomando como ejemplo el capítulo más citado por los predicadores Juan 3:16-20
El pasaje completo dice:
16Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna, 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.

Una vez el pasaje ha sido expuesto completamente cada cuál procede a colocarse los lentes que resalten lo que apoye su interpretación.
Los lentes de la mayoría de las religiones y del evangelismo a partir del siglo XVI resaltan el versículo 16, esto para apoyar la doctrina de “solo cree”. Aquellos que enseñan que para ser salvo simplemente debemos creer en Jesús, no importa si el resto de su vida usted le obedece o no, si mantiene una relación de fe y obediencia o no, simplemente crea y será salvo. 
Los lentes de las sectas y su mensaje que ya no hay condenación, que Cristo ya pagó el precio y que luego de la muerte todo los hombres no importa si vivieron o no una vida agradable al Señor irán al cielo toman el versículo 17 como lo más importante en la escritura, que el resto son dogmas de poca importancia y que no es necesario obedecer los mandamientos de Cristo.

Como entonces se interpreta este pasaje?
La respuesta es la misma que para el resto de la escritura, sin lentes; pasemos a leer el escrito en su contexto, sin aislar ningún versículo.
En la primera parte nos revela el amor de Dios que envió a Cristo a morir por nuestros pecados, y que si tenemos fe en ese sacrificio seremos salvos del pecado, pero el final nos muestra que si no recibimos a Cristo o si una vez reconocido no permanecemos en la luz acarrearemos condenación.
19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.
Sin lentes podemos reconocer la verdad absoluta que se nos enseña, SI el amor de Dios es mencionado, SI debemos creer, pero a diferencia de los que se colocaron lentes podemos ver que también hay una condenación para los incrédulos y desobedientes.
Hermanos reconozcamos en nuestros corazones que hemos sacado de contexto algunos versículos para apoyar nuestras posturas, que hemos ido a la escritura con creencias preconcebidas, que hemos utilizado la palabra de Dios no como la fuente de la verdad absoluta sino como el respaldo a las doctrinas o legados que recibimos.

Como aquellos dos jueces nuestro compromiso no era con la verdad sino con nuestro pesamiento.

Tres consejos para leer la escritura:
  • Léela con una mente en blanco, no vayas de cacería tras versículos que apoyen tu pensamiento e ignores el resto del escritoNo selecciones textos arbitrariamente (ejemplo: el pasaje de Juan 3:16 es una muestra de cómo podemos extraer lo que nos favorece ignorando lo que va en contra de nuestras ideas)
  • Cuando vayas a estudiar un tema en específico acumula los diferentes pasajes que toquen el mismo y arma las piezas una vez leído los diferentes escritos.
(Ejemplo: si vas a estudiar sobre la salvación no puedes exponer ideas de las epístolas sin leer los evangelios)
  • No des importancia a un escritor en particular, recuerda que ninguno de ellos fue más grande que Cristo. (ejemplo: La mayoría de los expositores Bíblicos han declarado abiertamente que el evangelio más puro es el de Juan, que los otros tres carecen de carácter cristiano)


Amado hermano y amigo que profesas alguna creencia, nuestro anhelo es conocer la verdad no apoyar las tradiciones o creencias que nos parecen buenas.

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
2da a Timoteo 3:16-17


¡Que la paz y gracia del Señor sean con todos!
 Tu amigo y Hno. David Criollo

EL ESTILO DE VIDA DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS (Ejemplo y consejos)


Por tanto os digo: No os afanéis por su vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por su cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mateo 6:25
Quítense de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.Efesios 4:31
Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Filipenses 4:8
  Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. 1 Timoteo 6:8
Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en su ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también ustedes santos en toda su manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. 1 Pedro 1:14-16
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. 1 Juan 2:15-16
Sabemos que muchos entre nosotros (los cristianos) se han entregado a la esclavitud, para poder rescatar a otros. Muchos se han vendido como esclavos y, con el precio recibido que se ha pagado por ellos, han alimentado a otros. Muchas mujeres, fortalecidas por la gracia de Dios, han ejecutado grandes hechos. Clemente de Roma (30-100 d.C.)
(Dirigido a la iglesia de Corinto) Y eran todos humildes en el ánimo y libres de arrogancia, mostrando sumisión en vez de reclamarla, más contentos de dar que de recibir, y contentos con las provisiones que Dios les proveía. Y prestando atención a sus palabras, las depositaban diligentemente en sus corazones, y tenían los sufrimientos de Cristo delante de los ojos. Así se les había concedido una paz profunda y rica, y un deseo insaciable de hacer el bien… Eran sinceros y sencillos, y libres de malicia entre ustedes… No se cansaban de obrar bien, sino que estaban dispuestos para toda buena obra. Estando adornados con una vida honrosa y virtuosa en extremo, ejecutaban todos sus deberes en el temor de Dios. Los mandamientos y las ordenanzas del Señor estaban escritos en las tablas de su corazón. Clemente de Roma (30-100 d.C.)
Mostremos que somos sus hermanos con nuestra mansedumbre; pero seamos celosos en ser imitadores del Señor, animándonos unos a otros para lograr ser el que sufre la mayor injusticia, el que es más defraudado, el que es más destituido, para que no quede ni una brizna del diablo entre ustedes, sino que en toda pureza y templanza permanezcan en Jesucristo con su carne y con su espíritu. Ignacio (105 d.C.)
Por tanto, es apropiado que no sólo seamos llama-dos cristianos, sino que lo seamos… Nada visible es bueno… La obra no es ya de persuasión, sino que el Cristianismo es una cosa de poder, siempre que sea aborrecido por el mundo. Ignacio (105 d.C.)
Con todo, cuando sufra, entonces seré un hombre libre de Jesucristo, y seré levantado libre en Él. Ahora estoy aprendiendo en mis cadenas a descartar toda clase de deseo.Ignacio (105 d.C.)
Hagamos todas las cosas considerando que el Señor vive en nosotros, para que podamos ser sus templos. Ignacio (105 d.C.)
Un cristiano no tiene autoridad sobre sí mismo, sino que da su tiempo a Dios. Ignacio (105 d.C.)

A continuación una cita en la que se describe la vida de los cristianos en el Imperio romano.
Porque los cristianos no se distinguen del resto de la humanidad ni en la localidad, ni en el habla, ni en las costumbres. Porque no residen en ciudades propias, ni usan una lengua distinta, ni practican alguna clase de vida extraordinaria... Pero si bien residen en ciudades de griegos y bárbaros, según ha dispuesto la surte de cada uno, y siguen las costumbres nativas en cuanto a alimento, vestido y otros arreglos de la vida, pese a todo, la constitución de su propia ciudadanía, que ellos nos muestran, es maravillosa (paradójica), y evidentemente desmiente lo que podría esperarse. Residen en sus propios países, pero sólo como transeúntes; comparten lo que les corresponde en todas las cosas como ciudadanos, y soportan todas las opresiones como los forasteros. Todo país extranjero les es patria, y toda patria les es extraña. Se casan como todos los demás hombres y engendran hijos; pero no se desquitan de su descendencia. Celebran las comidas en común, pero cada uno tiene su esposa. Se hallan en la carne, y, con todo, no viven según la carne. Su existencia está en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y sobrepasan las leyes con sus propias vidas. Aman a todos los hombres, y son perseguidos por todos. No se hace caso de ellos, y, pese a todo, se les condena. Se les da muerte, y aun así están revestidos de vida. Piden limosna, y, con todo, hacen ricos a muchos. Se les deshonra, y, pese a todo, son glorificados en su deshonor. Se habla mal de ellos, y aún así son reivindicados. Son escarnecidos, y ellos bendicen; son insultados, y ellos respetan. Al hacer lo bueno son castigados como malhechores; siendo castigados se regocijan, como si con ello se les volviera a dar vida. Los judíos hacen guerra contra ellos como extraños, y los griegos los persiguen, y, pese a todo, los que los aborrecen no pueden dar razón de su odio. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)
Saben, hermanos, que la estancia de esta carne en este mundo es despreciable y dura poco, pero la promesa de Cristo es grande y maravillosa, a saber, el reposo del reino que será y la vida eterna. ¿Qué podemos hacer, pues, para obtenerlos, sino andar en santidad y justicia y considerar que estas cosas del mundo son extrañas para nosotros y no desearlas? Porque cuando deseamos obtener estas cosas nos descarriamos del camino recto. Segunda de Clemente (150 d.C.)
Los que tenemos, socorremos a todos los necesitados y nos asistimos siempre los unos a los otros. Por todo lo que comemos, bendecimos siempre al Hacedor del universo. Justino Mártir (160 d.C.)
Los que antes nos complacíamos en la disolución, ahora sólo amamos la castidad; los que nos entregábamos a las artes mágicas, ahora nos hemos consagrado al Dios bueno e ingénito; los que amábamos por encima de todo el dinero y el beneficio de nuestros bienes, ahora, aun lo que tenemos lo ponemos en común, y de ello damos parte a todo el que está necesitado; los que nos odiábamos y matábamos, y no compartíamos el hogar con nadie de otra raza que la nuestra, por la diferencia de costumbres, ahora, después de la aparición de Cristo, vivimos juntos y rogamos por nuestros enemigos, y tratamos de persuadir a los que nos aborrecen injustamente para que, viviendo conforme a los claros consejos de Cristo, tengan la esperanza de alcanzar, junto con nosotros, los bienes de Dios, soberano de todas las cosas. Justino Mártir (160 d.C.)
Yo no deseo ser un rey. No anhelo ser rico. Rechazo toda posición militar. Detesto la fornicación. No soy llevado por un amor insaciable de ganancias [financieras] para hacerme a la mar. No compito por una corona. Estoy libre de una sed excesiva por la fama. Desprecio la muerte. Soy superior a todo tipo de placeres. Mi alma no es consumida por la pesadumbre. Si soy esclavo, soporto la servidumbre; si soy libre, no me jacto de mi buen nacimiento. ¡Mueran al mundo, repudiando la locura que hay en él! ¡Vivan para Dios!Taciano (160 d.C.)
Entre nosotros fácilmente podrán encontrar personas sencillas, y artesanos, que si de palabra no son capaces de mostrar con razones la utilidad de su religión, muestran con las obras que han hecho una buena elección. Porque no se dedican a aprender discursos de memoria, sino que manifiestan buenas acciones: no hieren al que los hiere, no llevan a los tribunales al que les despoja, dan a todo el que pide y aman al prójimo como a sí mismos… estando persuadidos que de toda esta vida presente hemos de dar cuenta al Dios que nos ha creado a nosotros y que ha creado al mundo, escogemos la vida moderada, piadosa y despreciada. Atenágoras (175 d.C.)
Teniendo, pues, esperanza de la vida eterna, despreciamos las cosas de la vida presente y aun los placeres del alma. Atenágoras (175 d.C.)
También Santos (un cristiano que enfrentaba el martirio), cuando sus verdugos esperaban que a fuerza de torturas conseguirían hacerle confesar algún crimen, no dijo su nombre ni el de su nación, ni el de su ciudad, ni aun si era esclavo o libre, sino que a todas las preguntas respondía en latín: “Soy cristiano.” Esto era para él su nombre, su patria y su raza, y los gentiles no pudieron hacerle pronunciar otras palabras.  Los mártires de Lyon, Francia (177 d.C.)
Si alguien te obliga a caminar con él una milla, acompáñalo otras dos,” de manera que no lo sigas como un esclavo, sino que tomes la delantera como un hombre libre. De este modo te harás siempre útil en todo a tu prójimo, no mirando su malicia sino sólo tratando de ejercitar la bondad, para hacerse semejante al Padre, “el cual hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Ireneo (180 d.C.)
Cuantos sin letras creyeron en esta fe, son bárbaros según nuestro modo de hablar; pero en cuanto a su juicio, costumbres y modo de vivir, son sabios en la fe y agradan a Dios, al vivir con toda justicia, castidad y sabiduría. Ireneo (180 d.C.)
Mantengámonos alejados de hacer burlas de otros. Pues la burla origina los insultos… Por tanto, el hombre no es juzgado sólo por sus acciones, sino también por sus palabras.Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Aquellos cuyas palabras son malas no son mejores que aquellos cuyas acciones son malas. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
No deberíamos remorder y consumir nuestras almas por la ociosidad, ni molestarnos cuando las cosas no suceden como deseamos. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Persuadidos de que Dios está presente en todo lugar, cultivamos nuestros campos orando, y navegamos por el mar cantando himnos. Y en todos los aspectos de la vida nos conducimos de acuerdo a la disciplina. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Sin duda, el hombre espiritual alivia a las personas afligidas, ayudándolas con consolaciones y ánimos y supliéndoles las necesidades de la vida. Él da a todo el que necesita… Incluso da a los que le persiguen y le odian. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
El hombre espiritual se regocija grandemente. Todo el día y toda la noche habla y hace los mandamientos del Señor. Él hace esto en la mañana cuando amanece, mientras camina… Él es inseparable de los mandamientos y la esperanza. Siempre se muestra agradecido a Dios. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
 El elegido (el cristiano) vive como un extranjero, sabiendo que todo lo tiene a su disposición, pero lo ha de dejar todo... Ciertamente tiene cuidado de las cosas del mundo, pues es el lugar donde ha de hacer posada; pero cuando ha de dejar esta morada y esta posesión y el uso de ella, sigue de buena gana al que le saca de esta vida, sin volverse jamás a mirar hacia atrás bajo ningún pretexto. Da gracias de verdad por la posada recibida, pero bendice el momento de salir de ella, pues anhela como su única mansión la celestial. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Pero nos enseña también a ser suficientes a nosotros mismos, a no apreciar lo innecesario y a llevar la clase de vida sencilla y libre de preocupaciones que conviene al viajero que quiere llegar a la vida eterna y feliz, y nos enseña que cada uno de nosotros debe ser la despensa de sus provisiones: “No se preocupen por el día de mañana.” El que se ha comprometido a seguir a Cristo, debe elegir una vida sencilla, sin necesidad de servidores, y vivir el día. Porque no somos educados para la guerra, sino para la paz. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Somos cándidos cuando somos dóciles y moldeables en la bondad, y la cólera no ocupa lugar en nosotros, ni el rencor, ni el menor sentimiento de maldad ni de perversidad. La generación pasada era falsa y tenía el corazón duro, pero nosotros, forma-mos un coro de recién nacidos y un pueblo nuevo, somos delicados como niños. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Por amor a otro el cristiano se hace pobre a sí mismo, para que no pase por alto ningún hermano que tenga necesidad. Comparte, especialmente si cree que él puede soportar la pobreza mejor que su hermano. También considera que el sufrir de otro es su propio sufrir. Y si sufre algo por haber compartido de su propia pobreza, no se queja. Clemente de Alejandría (195 d.C.) 
Para la guerra hay que hacer muchos preparativos, y una vida de bienestar necesita abundantes provisiones; mas la paz y el amor, hermanas sencillas y tranquilas, no necesitan armas ni provisiones extraordinarias; su alimento es Cristo, el que tiene la misión de guiarnos y educarnos; de Él aprendemos la simplicidad, la modestia, todo el amor a la libertad, a los hombres y al bien. Solamente por Él y la práctica de la virtud nos hacemos semejantes a Dios. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Nuestro deber es llenar nuestra vida con buenas acciones. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
La sencillez es la más rica de las posesiones. Clemente de Alejandría (195 d.C.)
En una palabra: es natural al cristiano una vida apacible, tranquila, serena y pacífica.Clemente de Alejandría (195 d.C.)
Nosotros somos los mismos frente a los emperadores que ante nuestros vecinos. Pues, nos es prohibido igualmente desear, hacer, hablar o pensar mal de cualquier persona. Las cosas que no haríamos contra el emperador, no las hacemos con nadie. Tertuliano (197 d.C.) 
No tenemos otro refugio que acudir a la inocencia de la vida. Tertuliano (197 d.C.)
 No hablamos grandes cosas, ¡las vivimos! Marco Minucio Félix (200 d.C.)
Así pues, para terminar, (los cristianos) nos distinguimos fácilmente no por una marca corporal, como creen, sino por el signo de la inocencia y de la modestia; nos amamos unos a otros, lo cual les aflige, porque no sabemos odiar; y nos llamamos hermanos, cosa que les produce envidia, como es propio de hombres que tienen a un único Dios por padre, que son partícipes de la misma fe y coherederos de la esperanza. Marco Minucio Félix (200 d.C.)
Cristo es “objeto de envidia” o emulación para los santos. Pues ellos aspiran seguir sus pasos y conformarse a su divina belleza. Ellos aspiran a hacer de Él el modelo de su conducta y de este modo ganar su más grande gloria. Hipólito (205 d.C.)
El reino de Dios no está en la sabiduría del mundo ni en la elocuencia, sino en la fe de la cruz y en una vida virtuosa. Cipriano (250 d.C.)
El que escoge vivir bien en la eternidad, vivirá en la incomodidad aquí. Será oprimido por muchas clases de problemas y cargos mientras viva en el mundo, para que en el fin reciba la consolación divina y celestial. De la otra manera, el que escoge vivir bien aquí, sufrirá en la eternidad. Lactancio (304-313 d.C.)
El cristiano no perjudica a nadie. Él no desea la propiedad de los demás. De hecho, él ni siquiera defiende la suya propia si se la quitan por medio de la violencia. Por cuanto él sabe cómo soportar pacientemente un mal hecho en su contra. Lactancio (304-313 d.C.)
Las cosas verdaderas deben ser preferidas a la falsas; las cosas eternas, a aquellas que son temporales; las cosas útiles, a aquellas que son agradables. Que nada sea agradable a la vista, sino aquello que sea hecho con piedad y justicia. Que nada sea agradable a los oídos, sino aquello que abriga el alma y te hace un hombre mejor… Pues el que escoge las cosas temporales, no alcanzará las eternas. Y el que prefiere las cosas terrenales, no obtendrá las celestiales. Lactancio (304-313 d.C.)