sábado, 4 de julio de 2015

EL ALMA (Estudio de las escrituras y comentarios de los primeros cristianos)




ALMA
I. Naturaleza del alma
II. Origen de las almas
III. Distinción entre el cuerpo y alma

















I. Naturaleza del alma
 Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno. Mateo 10:28  

Viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.  Hechos 2:31

Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 1 Tesalonicenses 5:23

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Hebreos 4:12 

Las almas no pueden ver a Dios ni transmigrar a otros cuerpos. Si pudieran, sabrían porqué son castigadas; y por tanto, temerían incluso cometer el más leve pecado. Sin embargo, sí pueden pecibir la existencia de Dios y que la justicia y la piedad son dignas de honor. Justino Mártir (160 d.C.)

El alma en sí no es inmortal, sino mortal; pero es posible que no muera. Si no conoce la verdad, muere y se deshace con el cuerpo; pero se levanta de nuevo al fin del mundo con el cuerpo, recibiendo la muerte por el castigo eterno. Pero cuando adquiere el conocimiento de Dios, no muere aunque por un tiempo permanece disuelta. Taciano (160 d.C.)

Y así, una vez completo el número que él mismo ha determinado, todos los que están inscritos en el libro de la vida resucitarán, con su propio cuerpo y alma y con el propio espíritu con los cuales agradaron a Dios. En cambio los que merecieron el castigo irán a él, con el alma y el cuerpo con los cuales se alejaron de la bondad divina . Entonces ya no engendrarán hijos ni éstos nacerán, ni se casarán, ni habrá matrimonio, pues estará completo el número de los seres humanos que Dios eligió de antemano, para cumplir en todo el plan del Padre… De modo muy completo el Señor enseñó que no se conservan las almas pasando de cuerpo en cuerpo; sino también que ellas conservan la personalidad del cuerpo para el cual fueron hechas, y se acuerdan de las obras que aquí realizaron o dejaron de realizar. Ireneo (180 d.C.)

Por su generosidad Dios dio a conocer al ser humano el bien de la obediencia y el mal de la desobediencia, a fin de que el ojo de su alma por propia experiencia pueda elegir juzgando lo que es mejor, y nunca descuide por pereza el mandato divino. Ireneo (180 d.C.)

 Dios hizo al hombre del polvo de la tierra y sopló en su rostro aliento de vida. Y el hombre llegó a ser un alma viviente; por lo cual el alma es llamada inmortal. Teófilo (180 d.C.)

El pecado imprime su sello en cada alma y a todas por igual las destina a la muerte. Deben morir. Toda carne cayó bajo el poder del pecado, todos bajo el poder de la muerte. Melitón de Sardis (190 d.C.)

Es el cuerpo que muere; el alma es inmortal. Melitón de Sardis (190 d.C.)


En aquello más esencial que procede del mismo Dios, esto es, el alma, que ha recibido el sello del ser divino en lo que se refiere a la libertad de albedrío y de decisión. De no ser así, no se hubiese impuesto una ley. Tertuliano (197 d.C.) 

Lo mismo sucede con el bien en el alma que está ahogada en el mal: según sea éste, el bien o desaparece del todo o surge como un rayo de luz por donde encuentra un espacio libre. Así, hay hombres pésimos y hombres muy buenos, aunque las almas son todas de una misma especie. Y en los peores hay algo bueno, y en los mejores algo malo. Sólo Dios no tiene pecado, y entre los hombres sólo Cristo no tiene pecado, porque es Dios. Tertuliano (197 d.C.)


II. Origen de las almas
Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.  Génesis 2:7 

 En un principio, el Espíritu era compañero del alma: pero ésta no quiso seguir al espíritu, y éste la abandonó. Mas ella, que conservaba, como un resplandor del poder del espíritu, y que separada de él ya no podía contemplar lo perfecto, andaba en busca de Dios, y extraviada se hizo muchos dioses, siguiendo a los demonios embusteros. Por otra parte, el Espíritu de Dios no está en todos los hombres, sino sólo con algunos que viven justamente, en cuya alma se hace presente y con la cual se abraza y por cuyo medio, con predicciones, anuncia a las demás almas lo que está escondido. Las que obedecen a la sabiduría, atraen a sí mismas el espíritu que les es congénito; pero las que no obedecen y rechazan al que es servidor del Dios que ha subido, lejos de mostrarse piadosas se muestran más bien como almas que hacen la guerra a Dios. Taciano (160 d.C.)

Más bien, cada uno de nosotros, así como por el arte de Dios ha recibido su cuerpo, así también de él ha recibido su alma. Porque Dios no es ni tan pobre ni tan indigente que sea incapaz de dar a cada cuerpo su alma, así como sus caracteres distintivos. Ireneo    (180 d.C.)

Así como el cuerpo animado no es él mismo el alma, sino que participa del alma mientras Dios lo quiera, así también el alma no es la vida misma, sino que participa de la vida que Dios ha querido concederle. Por eso la palabra profética dice acerca del primer hombre creado: “Fue hecho alma viviente” . Con esto nos enseñó que el alma vive al participar de la vida, de modo que una cosa se entiende por alma y otra por vida. Es, pues, Dios quien otorga la vida y la duración perpetua; le es posible conceder esa vida perpetua a almas que antes no existían, si Dios quiere que existan y que sigan viviendo. Ireneo (180 d.C.)

Definimos el alma humana como nacida del soplo de Dios, inmortal, incorpórea, de forma humana, simple en su sustancia, consciente de sí misma, capaz de seguir varios cursos, dotada de libre albedrío, sometida a circunstancias externas, mudables en sus capacidades, racionales, dominadoras, capaces de adivinación y procedentes de un tronco común. Tertuliano (197 d.C.) 

  El hombre está compuesto de cuerpo y alma; es decir del cielo y de la tierra. Por que el alma (por el cual tenemos vida) tiene su origen en cielo de Dios. Pero el cuerpo tiene su origen en la tierra, del polvo del cual fue formado. Lactancio (304-313 d.C.)


III. Distinción entre el cuerpo y alma
En una palabra, lo que el alma es en un cuerpo, esto son los cristianos en el mundo. El alma se desparrama por todos los miembros del cuerpo, y los cristianos por las diferentes ciudades del mundo. El alma tiene su morada en el cuerpo, y, con todo, no es del cuerpo. Así que los cristianos tienen su morada en el mundo, y aun así no son del mundo. El alma que es invisible es guardada en el cuerpo que es visible; así los cristianos son reconocidos como parte del mundo, y, pese a ello, su religión permanece invisible. La carne aborrece al alma y está en guerra con ella, aunque no recibe ningún daño, porque le es prohibido permitirse placeres; así el mundo aborrece a los cristianos, aunque no recibe ningún daño de ellos, porque están en contra de sus placeres. El alma ama la carne, que le aborrece y (ama también) a sus miembros; así los cristianos aman a los que les aborrecen. El alma está aprisionada en el cuerpo, y, con todo, es la que mantiene unido al cuerpo; así los cristianos son guardados en el mundo como en una

casa de prisión, y, pese a todo, ellos mismos preservan el mundo. El alma, aunque en sí inmortal, reside en un tabernáculo mortal; así los cristianos residen en medio de cosas perecederas, en tanto que esperan lo imperecedero que está en los cielos. El alma, cuando es tratada duramente en la cuestión de carnes y bebidas, es mejorada; y lo mismo los cristianos cuando son castigados aumentan en número cada día. Epístola a Diogneto (125-200 d.C.)

Mirando al cielo, Policarpo dijo: “Oh Señor Dios Todopoderoso… te bendigo porque me has concedido este día y hora para que pueda recibir una porción entre el número de los mártires en la copa de [tu] Cristo en la resurrección de vida eterna, tanto del alma como del cuerpo, en la incorruptibilidad del Espíritu Santo. Martirio de Policarpo (135 d.C.)

Porque el mismo Señor, cuando cierta persona le preguntó cuándo vendría su reino, contestó: Cuando los dos sean uno, y el de afuera como el de adentro… Ahora bien, los dos son uno cuando decimos la verdad entre nosotros, y en dos cuerpos habrá sólo un alma, sin disimulo. Y al decir lo exterior como lo interior quiere decir esto: lo interior quiere decir el alma, y lo exterior significa el cuerpo. Por tanto, de la misma manera que aparece el cuerpo, que se manifieste el alma en sus buenas obras. Segunda de Clemente   (150 d.C.)

Porque si nos desprendemos de estos goces y vencemos nuestra alma, rehusando dar satisfacción a sus concupiscencias, seremos partícipes de la misericordia de Jesús. Segunda de Clemente (150 d.C.) 
Pero los justos, habiendo obrado bien y sufrido tormentos y aborrecido los placeres del alma, cuando contemplen a los que han obrado mal y negado a Jesús con sus palabras y con sus hechos, cuando sean castigados con penosos tormentos en un fuego inextinguible, darán gloria a Dios, diciendo: Habrá esperanza para aquel que ha servido a Dios de todo corazón. Segunda de Clemente (150 d.C.)

Nuestra alma, no es por sí misma inmortal, sino mortal. Pero es también capaz de la inmortalidad. Si no conoce la verdad, muere y se disuelve con el cuerpo, pero resucita luego juntamente con el cuerpo en la consumación del mundo, para recibir como castigo una muerte inmortal. Por el contrario, si ha alcanzado el conocimiento de Dios, no muere por más que por el momento se disuelva (con el cuerpo). En efecto, por sí misma el alma es tinieblas, y no hay nada luminoso en ella, que es, sin duda, lo que significa aquello: “Las tinieblas no aprehenden la luz.” Porque no es el alma por sí misma la que salva al espíritu, sino la que es salvada por él. Y la luz aprehendió a las tinieblas, en el sentido de que el Verbo es la luz de Dios, mientras que las tinieblas son el alma ignorante. Por esto, cuando vive sola, se inclina hacia abajo hacia la materia y muere con la carne; pero cuando alcanza la unión con el Espíritu de Dios ya no se encuentra sin ayuda, sino que puede levantarse a las regiones hacia donde le conduce el Espíritu. Porque la morada del Espíritu está en lo alto, pero el origen del alma es de abajo. Taciano (160 d.C.)

  Cuando el cuerpo está en reposo y adormecido, el alma ve y obra en sueños, y se recuerda de muchas de estas cosas en comunión con el cuerpo; por eso, una vez despierto, puede indicar, incluso después de algún tiempo, lo que ha experimentado en el sueño. Ireneo (180 d.C.)

El cuerpo, en efecto, no es más sólido que el alma, pues de ella recibe el soplo, la vida, el desarrollo y el mantenerse unido; sino que el alma posee y gobierna el cuerpo. Como el cuerpo participa de su movimiento, la detiene en su rapidez, pero no le hace perder su conocimiento. El cuerpo se asemeja a un instrumento, mas el alma es como el artista. Y un artista rápidamente concibe una obra, pero la realiza más lentamente usando su instrumento, por la inmovilidad de éste: se mezclan, pues, la rapidez del artista con la torpeza del instrumento, y de esa manera la obra toma tiempo. De modo semejante el alma participa de los impedimentos del cuerpo con el que está unida, pero sin perder absolutamente sus capacidades; así como, comunicando al cuerpo su vida, ella misma no la pierde. De modo parecido, mientras ella hace a su cuerpo partícipe de muchas otras cosas, ella misma no pierde ni su conocimiento ni la memoria de lo que ha experimentado. Ireneo (180 d.C.)

El alma y cuerpo estan unidos por la sangre. Ireneo (180 d.C.)

Pues el alma y el Espíritu pueden ser partes del hombre, pero no todo el hombre; sino que el hombre perfecto es la mezcla y unión del alma que recibe al Espíritu del Padre, y mezclada con ella la carne, que ha sido creada según la imagen de Dios… Pero este Espíritu se une a la criatura al mezclarse con el alma; y así por la efusión del Espíritu, el hombre se hace perfecto y espiritual: y éste es el que ha sido hecho según la imagen y semejanza de Dios. Ireneo (180 d.C.)

“El Dios de la paz les santifique y haga perfectos, y que todo  su ser, espíritu, alma y cuerpo, permanezcan sin mancha hasta la venida del Señor Jesucristo”…  Son, pues, perfectos quienes tuviesen en sí de modo permanente al Espíritu de Dios, conservando sin mancha el cuerpo y el alma. Al decir “de Dios,” se refiere a los que conservan la fe en Dios, y mantienen la justicia respecto a su prójimo. Ireneo (180 d.C.)

Porque morir consiste en perder la respiración y la fuerza vital, y convertirse en un ser inmóvil e inanimado, para retornar a aquellos elementos de los cuales al inicio sacó su sustancia. Esto no puede sucederle al alma, que es el soplo de vida; ni al espíritu, que no es compuesto sino simple, y así no puede disolverse, sino que, por el contrario, es él la vida de aquellos que de él participan. Lo único que queda, pues, es que la muerte se refiera a la carne. La carne, una vez que el alma se aparta, queda inanimada y sin respiración, y poco a poco se disuelve en la tierra de la que fue sacada. Esta, pues, es la mortal. Ireneo (180 d.C.)

Pero ¿para qué sirve conocer la verdad de palabra si se profana el cuerpo y se realizan acciones degradantes? ¿De qué sirve la santidad del cuerpo si la verdad no anida en el alma? Ambos, pues, se alegran de estar juntos, están aliados y luchan mano a mano para llevar al hombre a la presencia de Dios. Ireneo (180 d.C.)

El comportamiento propio del cristiano es una actividad del alma racional, acorde con el buen juicio y con el amor al la verdad, realizada por medio del cuerpo, su compañero y aliado en la lucha. Clemente de Alejandría (195 d.C.)

¿Quieren esta prueba por el testimonio del alma que tienen dentro del cuerpo? Esa alma, pues, aunque presa en esa cárcel, cercada de falsas doctrinas, enflaquecida con tantas torpezas, cautiva por la tiranía de los falsos dioses, cuando vuelve en sí, cuando despierta de una embriaguez, cuando recobra el vigor perdido, como el convaleciente que escapó de la enfermedad peligrosa, con un impulso natural a Dios, llamándole uno, verdadero y grande voz común de todos: Dios me hizo este favor. Tertuliano (197 d.C.) 

Por esto han de presentarse también los cuerpos; pues el alma sola sin carne, no padece penas corporales, y ya que las almas han de ser juzgadas de las obras que hicieron con dependencia del cuerpo… es razonable que el cuerpo sea examinado por el servicio que hizo al alma. Tertuliano (197 d.C.)

La muerte no es otra cosa que la separación del alma y del cuerpo, la vida, que es lo contrario de la muerte, no se puede definir más que como la unión del cuerpo y del alma. Si la separación de las dos sustancias se produce simultáneamente por la muerte, la ley de su unión nos obliga a pensar que la vida llega simultáneamente a las dos sustancias. Mantenemos, pues, que la vida empieza en la concepción, pues defendemos que el alma existe desde este momento, y el principio de la vida es el alma. Simultáneamente se une para la vida, lo que simultáneamente se separa en la muerte. Tertuliano (197 d.C.) 

Ningún alma puede conseguir la salvación si no creyó mientras vivía en la carne: la carne es el quicio sobre el que gira la salvación. Cuando Dios atrae a sí al alma, es la carne la que permite que el alma pueda ser atraída por Dios. La carne es lavada, para que el alma quede purificada. La carne es ungida, para que el alma quede consagrada. La carne es sellada, para que el alma quede protegida. La carne recibe la sombra de la imposición de las manos, para que el alma quede iluminada por el Espíritu. La carne se alimenta con el cuerpo y la sangre de Cristo, para que el alma quede llena de Dios. Por tanto, no se puede separar en el premio lo que colaboró en un solo trabajo. Los sacrificios agradables a Dios, me refiero a la aflicción del alma, los ayunos, la abstinencia y todas las molestias relacionadas a estas prácticas, es la carne la que los realiza una y otra vez, a costa propia. Tertuliano (197 d.C.)


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